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Barbaridades que ya ni sorprenden

  • Muñiz Fernández se ceba por enésima vez con el Sevilla, esta vez expulsando a Reyes de forma ridícula

La noche del 29 de enero de 2003 fue el punto de partida para que la afición sevillista se echara a temblar cada vez que un colegiado engominado era designado para dirigir al Sevilla. Aquella noche se celebraba la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey en un Sadar completamente nevado. El colegiado de aquella noche no era otro que César Muñiz Fernández, que no sólo obligó a jugar en un terreno de juego que se asemejaba a una pista de patinaje, sino que, con un arbitraje tremendamente casero, expulsión de Torrado incluida, fue determinante para la eliminación del Sevilla.

Aquel día comenzó una historia de animadversión por las partes que llega hasta la noche de ayer. Y es que los números de Muñiz Fernández así lo dicen. El asturiano ha dirigido al Sevilla en 23 ocasiones, con 7 victorias sevillistas, 6 empates y 9 derrotas. Pero los números verdaderamente llamativos se hallan en las tarjetas, ya que no es normal que en 23 partidos dirigidos por el asturiano haya habido 11 jugadores expulsados en el Sevilla, concretamente cuatro por dobles amarillas y siete con roja directa.

Lo de anoche no tiene nombre. La jugada de la expulsión de Reyes roza lo ridículo y señala a un colegiado más pendiente de su lucimiento y de tratar de manera déspota a los jugadores que de llevar un partido por los cauces lógicos y normales que un choque de la tan cacareada mejor liga del mundo merece.

La jugada fue tal que así. Reyes ya tenía una amarilla y se disponía a sacar una falta. Muñiz Fernández pita y al momento señala a Reyes con la mano que no proceda a sacar. El problema es que en el momento que hace esa señal Reyes no está mirando al colegiado, sino que está colocando el balón. De este modo, el utrerano saca la falta, Muñiz le muestra la segunda amarilla por sacar sin su permiso y lío montado.

Vayamos al reglamento. En lo referente al uso del silbato, el reglamento especifica que la señal acústica prevalece siempre sobre la visual. O lo que es lo mismo, que Reyes no tiene por qué ver la señal visual y al haber escuchado el silbato del colegiado puede sacar la falta. Por si esto fuera poco, el silbato se puede usar de manera facultativa, por ejemplo en un saque de meta o en un córner o cuando el colegiado lo considere oportuno. ¿No es oportuno usar el silbato para avisar a un futbolista de que no debe sacar una falta cuando previamente se le ha indicado que sí? Pues Muñiz Fernández no lo creyó oportuno, aunque sí consideró necesario aplicar el reglamento sin concesiones, mostrar la segunda tarjeta amarilla a Reyes y dinamitar el partido.

No fue la única, ya que el 1-0 del Espanyol llega en un penalti más que dudoso y el empate del Sevilla en otra pena máxima que no se hubiera pitado nunca de no haberse señalado la anterior.

A sus 42 años, el hijo de José María Muñiz Farpón, asistente de confianza de Díaz Vega, lleva desde el año 2000 arbitrando en Primera División y desde 2006 con la vitola de árbitro internacional. Pertenece al trío de colegiados más veteranos de la categoría, por lo que el consuelo que les queda a los sevillistas, tanto jugadores como aficionados, es que no le deben quedar muchos partidos que pitarles a los de Nervión con su estilo tan peculiar y tan cercano a la animadversión al Sevilla.

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