Open de España de Golf

Campillo y Bourdy se salvan del caos

  • Los españoles Álvaro Quirós, campeón en 2010, y Miguel Ángel Jiménez se marchan del torneo con 76 y 80 golpes

Cuando hacer pares es considerado como un alivio los torneos de golf se escoran como el Titanic, como ocurre cada año en el Open USA y como está sucediendo en el Open español, en Sevilla, aunque siempre hay héroes en medio del naufragio: el francés Gregory Bourdy, el líder, y el español Jorge Campillo, segundo empatado. El Real Club sevillano es un campo difícil y de rough alto y espeso, pero con viento, lluvia, greens rápidos y banderas complicadas el golf se transforma en ejercicio de fortaleza humana y escasez de birdies.

Bourdy, de 30 años y sediento de triunfos (no gana desde 2009) se ha agarrado al campo como un caracol y lidera el torneo con 5 abajo, tras presentar hoy, en la segunda jornada, la mejor tarjeta de la semana (66 golpes). A un sólo golpe de Bourdy figura Campillo. "Soy muy paciente", proclamaba este joven extremeño de 25 años tras su vuelta al par (72 golpes). El mejor español en el Centenario del Open iguala con los ingleses Dyson y Rock y el italiano de 19 años Matteo Manassero. La tarjeta hoy de Bourdy, aunque húmeda por los chaparrones intensos y aislados, no fue papel mojado. Sus 8 birdies por dos bogeys fueron una excepción en toda regla: solo 18 hombres caminan bajo el par, el corte se fue hasta +4 y los resultados bajo par se cuentan con diez dedos.

Igual que en el estreno, Rafael Cabrera-Bello y Pablo Larrazábal, ambos con uno abajo, acompañan a Campillo como únicos españoles que ganan al campo tras 36 hoyos.  La barrida en Sevilla fue monumental: el primer líder, el estadounidense Shaun Micheel, se atragantó con 77 golpes; Alvaro Quirós, campeón en 2010, se marcha para Cádiz con una última ronda de 76, y Miguel Angel Jiménez fue zarandeado con 80 golpes, su segunda peor tarjeta del año por detrás de sus 81 de la última ronda del Masters de Augusta.

El panorama es dantesco. Ya advertía José Mari Olazábal, diseñador de este recorrido, que no se acordaba que había fabricado un campo tan difícil nada más llegar al Real Club. La memoria humana tiene, a Dios gracias, estas cosas porque el tormento es extremo. El vasco y capitán europeo de la Ryder Cup, avisó y acertadamente. El, al menos, tiró de oficio por sus miles de horas de golf contra el viento y salvó el corte al firmar el par (72 golpes), un resultado incluso hoy bendecido por quien en el siglo XVII inventara este deporte.

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