Un viaje al fútbol de antaño (II/II)

Al César lo que es de Messi

  • La temporada que siguió al primer Mundial de Brasil y Pelé (Suecia 1958) se incorporaron al fútbol español 65 extranjeros

La selección española que eliminó a Polonia y siguió adelante en la primera Eurocopa, de la que se retiraría para no jugar ante la URSS.

La selección española que eliminó a Polonia y siguió adelante en la primera Eurocopa, de la que se retiraría para no jugar ante la URSS. / D.S.

Las porterías esa temporada estaban guarnecidas por porteros de leyenda: Ramallets, en el Barcelona; Carmelo Cedrún, en el Athletic de Bilbao, el padre de Andoni, con el que nace la leyenda del Buitre con los dos goles que le marcó en el estadio Carranza; Ignacio Eizaguirre, en el Osasuna, ya en el crepúsculo de su carrera, después de su paso por el Valencia, donde encajó un gol de Gaínza que aparece en la novela de Manuel Vicent Tranvía a la Malvarrosa; Araquistain, en la Real Sociedad; Madinabeytia, en el Atlético de Madrid; Pesudo, en el Valencia; o Cardoso, en el Sevilla, que sufrió un ataque de nervios al encajar el segundo gol en el derbi contra el Betis y fue sustituido por Guerrica. Cardoso vivió el ascenso del Jaén a Primera y formó parte del Zaragoza de los Cinco Magníficos.

Había porteros menos mediáticos, pero tal vez más literarios. Como Carlos Gomes, el portugués del Sporting de Lisboa que esa temporada fichó por el Granada. Fue uno de los 65 extranjeros que se incorporaron a la Liga. Llegó a escribir su autobiografía, O jogo da vida. Cuando le pidió a su presidente portugués una mejora del contrato, éste le respondió: "¿Para qué necesitas tú más dinero? ¿para gastártelo en putas y automóviles?". "No hay dinero, pues no hay portero", le respondió el guardameta, que fichó por el Granada y al retirarse, de vuelta en su país, regentó una gasolinera, una lechería y una tienda de fotografía.

Padrón, el portero del Celta, encajó nueve goles en San Mamés. Conocido como el Tigre Padrón, cuando abandonó el fútbol se dedicó al cine, como Elías Querejeta. Llegó a hacer un documental sobre la historia del Celta. Cuando estaba en activo, siempre llevaba una cámara que le trajo de Alemania un amigo capitán de barco. Igual la cámara del Tigre Padrón registró una de las historias más conmovedoras de aquella temporada que recuerda al relato de García Márquez El rastro de tu sangre en la nieve. En la ficha técnica del Celta 3- Granada 0, disputado en Balaídos el 14 de diciembre de 1958, además de las alineaciones, árbitro y goleadores, se daba cuenta de que los jugadores locales lucían brazalete negro por un accidente aéreo ocurrido diez días antes en el que habían fallecido el marqués de Leix y Ramiro Paredes, antiguo jugador del equipo vigués. El 4 de diciembre de 1958, efectivamente, un cuatrimotor salió del aeropuerto de Peinador, pero nunca llegó a Barajas. A 40 kilómetros de Madrid, la avioneta se estrelló contra una ladera del pico Pasabán, la rodilla de una figura montañosa conocida como La Mujer Muerta. En el avión viajaba el marqués de Leix, José Ramón Pardo y Castro, al que acompañaba la marquesa, María Isabel Cerqueira. En el pasaje iban el ex alcalde de Sanjenjo, el ex futbolista del Celta Ramiro Paredes Pareditas y dos niñas, las hermanas Josefa, diez años, y Esther Castillo Gesteira, de nueve, hijas de una familia de gallegos emigrantes que las esperaban en Madrid. Los restos del aparato no fueron encontrados hasta dos días después. Las tormentas de nieve dificultaron la búsqueda.

Las tareas se centraron en las inmediaciones de El Valle de los Caídos, faraónico mausoleo recién finalizado que inauguraría Franco el primer día de abril de 1959, el último mes de aquel campeonato. La alarma la dio Luciano Otero, un pastor de la sierra de Guadarrama, que encontró convertido en estatua de hielo el cadáver de Maribel Sastre, azafata de 18 años, una de las 21 víctimas mortales del siniestro. También le llamó la atención al pastor ver la cantidad de langostinos que sobresalían en la nieve, cargamento que alguno de los pasajeros llevaría para algún convite navideño. Por los brazaletes negros de los futbolistas del Celta apareció la pista del accidente aéreo. Lo noveló un periodista holandés, Edwin Winkels, cuando un día paseando por el cementerio barcelonés de Montjuic encontró sobre una tumba la estatua fúnebre de una joven con uniforme de azafata. La tituló El último vuelo.

Hace 61 años estaban en Primera División los mismos equipos andaluces que ahora. El Betis recuperaba la categoría quince años después, tras una larga travesía por el desierto de la Tercera, y en la jornada tercera era líder por su pleno de victorias, incluido el 2-4 en Nervión. El triunfo del Sevilla en Balaídos lo libró del peaje de la promoción en la despedida de Juan Arza. El Granada rozó el cielo jugando por única vez en su historia una final de Copa, que perdió frente al Barcelona de Helenio Herrera, y también se acercó peligrosamente al abismo disputando una semana después la promoción contra el Sabadell, al que derrotó en buena lid. El húngaro Kocsis fue el máximo goleador de la Copa, en la que le marcó seis goles al Betis en el doble enfrentamiento.

Si la élite del fútbol español dio cuenta del olfato goleador de los húngaros, los paraguayos y los italianos, la Segunda era un laboratorio del fútbol del futuro. En esa categoría jugaban los tres protagonistas del gol más épico junto al de Iniesta de la historia del fútbol español. El triunfo en la Eurocopa de 1964 ante la Unión Soviética reverdecía los laureles apagados desde la plata de Amberes de los Juegos de 1920 o el gol de Zarra a Inglaterra en el Mundial de Brasil de 1950.

Marcelino, autor del gol a Yashin, a sus 18 años de edad, jugaba en el Ferrol; Chus Pereda, veinte años, autor del primer gol a los rusos, que le dio el pase de gol al delantero gallego, estaba en el Valladolid, estación intermedia entre sus escalas antes en el Madrid y después en el Sevilla y el Barcelona. Y Amancio, al que un montaje chapucero del No-Do le atribuyó erróneamente el pase del gol, debutaba con 18 años en el Deportivo de la Coruña. Los tres equipos andaluces que ahora están en Segunda (Cádiz, Málaga y Almería) lo estaban entonces, reforzados en el segundo grupo de la categoría por Jaén, Córdoba y San Fernando.

En el grupo primero subió el Valladolid. El catedrático Enrique Valdivieso, nacido en la ciudad de Delibes, era socio de ese equipo, tenía 15 años y conserva los cromos del único club que juega en el campo que lleva el nombre de un poeta, José Zorrilla. En el segundo, el Elche, con una delantera donde había una pareja que podían ser perfectamente padre e hijo. Cardona, 20 años, que fue máximo goleador de la categoría, fue el primer hondureño que llegó al fútbol español y una década después participó con su selección frente a la de El Salvador en lo que Kapucinski llamó la guerra del fútbol. A su lado, con sus Galias particulares, un César imperial.

César Rodríguez Álvarez (1920-1995), leonés, además de conseguir los primeros goles en Primera del Granada y la Cultural Leonesa, jugó 13 temporadas en el Barcelona, integrante de la delantera que cantó Serrat, "Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón", y durante más de medio siglo, hasta que Messi la pulverizó, fue el máximo goleador de la historia del club azulgrana. Colgó las botas en el Elche a punto de cumplir los 40 y fue jugador-entrenador. El Elche subió a Primera en Tenerife. Con el recuerdo de Francisco Rico, defensa de 25 años que en un entrenamiento con el portero Navarro tuvo un encontronazo que le costó la vida. El 1 de febrero de 1959 en todos los campos de Segunda se guardó un minuto de silencio. Su último partido lo disputó en el campo del Badajoz, donde destacaba un joven centrocampista, Adelardo, que hoy sigue siendo el futbolista que más veces ha defendido la camiseta del Atlético de Madrid.

César no fue el único que estaba de vuelta en Segunda después de triunfar en Primera. Al Condal, filial oficioso del Barcelona, llegó en su recta final Gustavo Biosca, valladar de la defensa azulgrana, el primer futbolista que apareció en la prensa del corazón por su romance con Lola Flores. Un hermano de Rifé jugaba también en el Condal (después lo hizo el propio Rifé, el complemento de Gallego-Eladio); un hermano de Paco Gento jugó en el Plus Ultra, que eliminó en la Copa al Coruña de Amancio y Veloso; Manolín Bueno aparecía como goleador del Cádiz, que dejó para ir al Madrid, donde fue suplente de Gento pero ganó el doble de Copas de Europa que toda la quinta del Buitre juntos. El portero del Real Unión de Irún era Juan Emery, hijo de Juan Emery, que en el mismo equipo encajó el primer gol de la historia de la Liga, padre de Unai Emery, que llevó al Sevilla desde el banquillo a tres triunfos continentales.

En esa letra pequeña de las crónicas de Segunda aparecen en Almendralejo dos productos de la cantera del Betis cedidos al Extremadura, Juanín, que después sería el autor del primer gol del Córdoba en Primera, y Rafael Juliá, que más tarde jugó en el Betis y se cortó la coleta balompédica para llevar las riendas del Puesto de los Monos, donde la que mandaba de verdad era su madre, doña Pilar García. Esa temporada debutan el mismo día en el Málaga Américo, uno de sus porteros más longevos, y Abdallah Ben Barek (no confundir con el del Atlético de Madrid), una perla marroquí que era hijo de un chófer de Mohamed VI y jugaba al fútbol de niño con Hassan II.

En 1959, con Fidel en La Habana y Juan XXIII en Roma, Bahamontes ganó el Tour de Francia y Severo Ochoa el Nobel de Medicina. Nadie se acuerda de los políticos de entonces, pocos de los escritores, algunos de los directores de cine; todos, los que los vieron, los que oyeron hablar de ellos, saben quiénes eran Puskas y Kubala, Arza y Del Sol, Mauri y Maguregui, Vavá y Gaínza. El fútbol era el bálsamo en tiempos de penuria. Cinco años después, del equipo que ganó la Eurocopa, salvo Luis Suárez, hijo de la República, y Marcelino, Fusté e Iríbar, niños de la posguerra, los siete restantes nacieron en los años de la Guerra Civil: Rivilla, Olivella, Calleja, Zoco, Amancio, Pereda y Lapetra.

Jumanji o Regreso al Futuro. Un viaje a la nostalgia de un fútbol con público y sin mascarillas. Con algunos futbolistas que terminaban en el equipo de mi pueblo, el Calvo Sotelo de Puertollano: Yosu, Juanín, Antoniet o Portilla, efímero suplente de Gaínza en el Athletic.

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