Atlético de Madrid - Sevilla · La Crónica

Emery cambia de traje a tiempo (1-1)

  • El Sevilla sale con un punto del avispero del Calderón gracias a que jugó más ofensivo tras el intermedio. El Atlético olisqueaba el liderato y apretaba, pero los sevillistas tiraron de hombría en la segunda parte.

Punto de prestigio para el Sevilla en el Vicente Calderón. El equipo nervionense supo adaptarse a las circunstancias después de que su entrenador, Unai Emery, decidiera en el intermedio que era mejor morir con valentía que caer como un cobarde y su tropa supo responderle a ese mensaje con hombría. Los blanquirrojos dieron un paso adelante y tuvieron la suerte de que Juanfran cometiera la estupidez de agarrar por la camiseta a Bacca en la dirección en la que estaba situado el árbitro. Sí, fue algo casi milagroso, Hernández Hernández había decretado un penalti contra el Atlético más de 60 partidos de Liga después del último y eso, sólo eso, le bastó al Sevilla para salir con una parte del botín de un avispero que ya hacía cuentas con los puntos que le llevaban al Barcelona en el liderato. 

Porque las circunstancias no fueron las mejores para el Sevilla. Estaban los dos equipos realizando el calentamiento previo al encuentro cuando el videomarcador ofrecía datos sobre el inesperado empate del Barcelona en su visita al Levante. Menudo favor le había hecho Caparrós a los suyos, pensaban los sevillistas mientras Cerezo, el presidente del Atlético, ya hacía sus cálculos en los micrófonos de Canal+ sobre el liderato de su equipo. Menuda presión se le añadía a un equipo que ya está muy acostumbrado a desempeñarse con el pie metido hasta el fondo en el pedal del acelerador. Si a eso se le suma que Unai Emery iba a optar por colocarse el traje de equipo menor, el arranque no pudo ser peor para todos los que sienten la fe futbolística radicada en el muy sevillano barrio de Nervión. 

Y, claro, el comienzo no pudo ser más desesperanzador para el Sevilla. No se trata de las piezas elegidas, pues más o menos las mismas partieron en Cornellà el día del inicio de la remontada y el resultado fue un 1-3 para los hombres de Emery, era cuestión de conceptos futbolísticos. Porque si tu delantero centro, en este caso Bacca, sale del vestuario con la obsesión de detener a Gabi en la creación atlética mal se empieza la construcción del edificio. Pero no sólo fue el colombiano en sus tres primeras acciones, Alberto Moreno se olvidaba de que era interior o extremo y se pegaba a Fernando Navarro como si fueran dos laterales y se marcaran uno a otro; Iborra y Carriço jamás daban un paso adelante para la salida, con la consiguiente franja de más de una decena de metros sin pieza que ocupara ese espacio; a Vitolo parecía importarle un pimiento que le quitaran el balón porque sólo pensaba en volver hacia atrás con celeridad; Rakitic corría por allí como pollo sin cabeza, aunque fue con la testa precisamente como más veces tocó el balón, lo que no es una buena señal... 

El resultado fue un asedio desde el minuto uno por parte del cuadro de Simeone. Cierto que el Atlético lo hace con todos los rivales que tiene enfrente y eso debe indicar también algún mérito por su parte, pero el Sevilla parecía dispuesto a concederle ese privilegio. O al menos eso era lo que transmitían los hombres de Emery, incapaces de ejecutar la segunda parte del plan, que era no retener el balón ni un segundo para evitar la llegada local a la presión y salir con mucha rapidez a la contra. 

La sucesión de saques de esquina y de faltas laterales fue continua por parte del Atlético, que se beneficiaba para ello de absurdas pérdidas por parte de un Sevilla cada vez más encogido. El más claro llegaría en la acción previa al uno a cero, cuando Diego Costa le robó un balón a Carriço por detrás que el portugués tenía perfectamente controlado y en disposición de jugarlo. Pero se durmió. Es verdad que después del error previo llegarían otros fallos, pero el germen fue ese saque de esquina que después era colgado en el segundo palo antes de ser devuelto al área pequeña para que Beto saliera horrible de puños, dejara la pelota muerta cerca del punto de penalti y allí Villa aprovechara la laxitud de todos los sevillistas que estaban metidos en su propia área pequeña. 

Es evidente que el mensaje de Emery no había calado en los suyos. El Sevilla se comportaba como un equipo menor, muy lejos de la imagen que viene dando desde noviembre con la excepción del día de la eliminación copera ante el Racing. El Atlético tampoco tendría ocasiones muy claras para hacer el segundo, entre otras cosas porque ya también renunciaba al balón e invitaba a los visitantes a que fueran ellos quienes salieran y se desprotegieran, pero sí transmitían una sensación de dominio de la situación abrumadora. 

Llegaba el tiempo de intermedio y los nervionenses sí debían darle las gracias al ser supremo que cada uno estimara conveniente por no llegar a él liquidados del todo. Ése fue el momento elegido por Emery para buscar el traje más adecuado en su vestidor. Gameiro por Pareja, un delantero por un central y la primera recomposición de las piezas. Aunque no se sienta a disgusto así, el Atlético sí acusó esa primera variación de las piezas sevillistas y más lo haría cuando Marko Marin ingresaba en el campo por Vitolo y Emery ordenaba una defensa de cinco, o de tres porque Coke y Alberto se alineaban con el centro del campo en ataque. 

Venía avisando el Sevilla de sus opciones cuando llegó el inocente penalti de Juanfran a Bacca. Estirón de la camiseta en la dirección en la que estaba ubicado Hernández Hernández, empate de Rakitic entre las continuas protestas del Atlético y del Calderón. Después volvería el asedio, otra vez el Sevilla menor, agazapado, incapaz de salir para al menos asustar en alguna contra. Fue con muchos hombres metidos en el área, es verdad, y eso es antiestético, pero la meta de Beto no sufrió más allá de los continuos balones bombeados por el aspirante a líder. Emery había acertado con el cambio de traje y el Sevilla se convertía en el típico aguador de la fiesta para lograr un empate de mucho prestigio en semejante avispero.

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