Así como en el mundo del toro se ha institucionalizado la especie de que el rey es Gallito, en el planeta del fútbol no está claro quién fue el mejor. Como son disciplinas tan distintas como que no es igual una actividad individual que otra grupal, en ésta resulta complicado dar con la tecla de qué futbolista fue el mejor de la historia. Para unos será Fulano y para otros Mengano y lo cierto es que ambas partes llevarán razón, o gran parte de ella.

Servidor de Dios y de usted, que empezó a ver fútbol cuando Eduardo Dato era un cómodo bulevar y a Heliópolis se iba en tranvía tuvo en su primer ideario la figura de Alfredo di Stéfano como una especie de piedra filosofal futbolística que convertía en oro cuanto tocaba. Él construyó el gran RealMadrid, el futbolista total que era excelente en cada rincón del campo, pero tiene en su debe no haber participado jamás en un Mundial y eso pesa a la hora del juicio definitivo.

El Mundial es la prueba del nueve para todo el que se precie. Si Pelé le dio nombre al de Suecia 58 y Cruyff sobresalió por encima de todos en el de Alemania 74, la figura de Maradona llegó al cielo en el de 1986 en México. Di Stéfano y Cruyff aglutinaban todo un equipo que giraba sin salir de su órbita, Pelé y Maradona fueron concertinos con rutilante luz propia. De todos ellos, sólo Pelé queda vivo, pero la duda de quién ha sido el rey del fútbol no creo que se despeje nunca.

Y es que cada época tiene sus características y en ésta estamos cuando la pregunta de barra de bar más corriente es la de si Fulano habría sido tan bueno en tiempos de Mengano y viceversa. Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona son indiscutibles, pero ninguno por encima del otro. Cada uno en su tiempo y Dios en el de todos hasta que salió Messi, al que sólo le falta el Mundial que le ponga la guinda a la ristra de logros conseguidos. Y aun así, nunca será indiscutible rey alguno.