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Si atrás se baja el ritmo...

  • El Cajasol pierde ante un rival que se aprovechó de la falta de una marcha más en la defensa de los sevillanos. El acierto local desde el perímetro machacó por momentos a los hispalenses

El Cajasol se había acostumbrado a ganar y por eso la derrota pesó mucho en un equipo peleón al que no le gusta perder. Pero menos aún cuando el conjunto hispalense en poco se pareció al de siempre. A ése que no deja respirar a sus adversarios, el que no deja pensar al rival asfixiándolo con su defensa y el que, últimamente, estaba bastante acertado en la canasta rival. Por eso, la derrota, que siempre es amarga, dejó un mal regusto en el plantel, el cuerpo técnico y a la decena de valientes cajistas que animaban desde la grada.

No fue el que jugó en el Pisuerga el Caja habitual. Saltó frío, como si las cosas fuesen a llegar rodando, se estrelló contra una buena defensa local, y unos Van Lacke y Chase inspirados que guiaron a los suyos al triunfo. No había forma de pararlos por fuera y, encima, por dentro los interiores pucelanos se imponían sin dificultades a los sevillanos. De esa falta de intensidad, de la facilidad para hacerse con el sitio dentro se quejaba un Joan Plaza que no encontraba la fórmula para hacer que su Cajasol se reencontrase consigo mismo. Lo intentó con todo lo que tenía a su disposición, pero es que quizás es poco. Esta semana se ponía el técnico como límite para completar por fin su plantilla, ya fuese con Asselin o con algún otro que esté en el mercado. Urge.

Todo el mundo sabía que Valladolid no sería una plaza fácil para continuar con la racha victoriosa. No se equivocaron. Lo pasó mal el Cajasol en el Pisuerga sencillamente porque le costó encontrar su identidad, sus señas que lo han aupado hasta los puestos de play off y el baloncesto con el que se gusta. Le costó meter esa marcha más que imprime en defensa cual martillo pilón para los rivales, y, encima, le costaba encontrar el aro.

Así pudo el conjunto pucelano mandar en el marcador en el primer tiempo, y eso que de inicio los sevillanos disfrutaron de 10 puntos de ventaja (6-16). Ahí encalló la nave de Joan Plaza, que se encontró con un conjunto que usa contra ella sus mismas armas: agresividad atrás y velocidad en el ataque. Chase le dio a su equipo el ritmo que Calloway no hallaba para el suyo y un parcial de 18-4 los castellanos le dio la vuelta al marcador. El técnico cajista intentó cortar la sangría con Miso de escolta, con Rey... pero sólo los triples de Ellis mantenían vivos a los hispalenses.

Y es que por dentro lo pasó mal el Cajasol. Barnes y Battle -bien apoyados por Grunfeld- son dos pesos pesados en la pintura y una y otra vez se hacían con el espacio suficiente para mirar a canasta. Incluso en un par de ocasiones con lanzamientos inverosímiles sobre la bocina. Tocaba cruz siempre, tocaba, como siempre, ponerse el mono de faena porque el Cajasol no es equipo de resolver los partidos con antelación. No es su juego, pero tampoco encontraba la manera de frenar los ataques de los vallisoletanos, que se fueron a los vestuarios con un 67% de acierto desde la línea de los 6,25 metros y superando ampliamente al Caja en la faceta reboteadora, dos de las claves que sustentan la mejoría ofensiva sevillana.

Con nuevos bríos saltaron los de Plaza tras el descanso, con Calloway tomando el mando de las operaciones, no tanto en la dirección, sino en la cuestión anotadora. Sus puntos, sin embargo, no escondían los problemas cajistas en ataque (14 pérdidas) y la falta de concentración en momentos clave. Se veía que el equipo no carburaba porque en ataque nunca encontraba posiciones cómodas y arriesgaba demasiado, y en defensa le seguía faltando una marcha más. Con todo, nunca se despegaron los vallisoletanos, que se encomendaron a un renacido Van Lacke en el tercer cuarto para no perder el control del marcador. Con 56-49, al Cajasol volvió a la zona. Tras una pérdida de los suyos, Fisac pidió tiempo muerto tras el cual Van Lacke clavó un triple. Con esta constante, ora el suramericano, ora Chase o Diego García, era imposible remontar. Un robo de balón de Diego García, justo después de otro de Ellis cuando los sevillanos podían ponerse a cuatro a falta de más de un minuto, fue la sentencia.

No era el día del Cajasol, sin duda. Ahora el equipo debe reponerse y que este frenazo sólo sea un pinchazo pasajero. El domingo llega el Murcia y la sensación de nervios e impotencia que demostró el equipo debe desaparecer.

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