Betis Baloncesto

Los siete pecados capitales del Betis Baloncesto y una pregunta: ¿y ahora qué?

  • Tres descensos en siete temporadas, uno no llevado a efecto, una apuesta económica escueta y la mala gestión dejan el futuro del baloncesto sevillano en el aire

Los jugadores del Betis Baloncesto, en el parqué del Wizink Center tras consumarse el descenso.

Los jugadores del Betis Baloncesto, en el parqué del Wizink Center tras consumarse el descenso. / Daniel González (Efe)

¿Y ahora qué? Es la pregunta que se hace el seguidor de baloncesto después de que el Betis consumase un nuevo descenso de verdiblanco a la LEB Oro, tras ser incapaz de ganar a un Real Madrid al trantrán en la última a jornada (79-77) aun teniendo el partido en la mano.

Toca repetir la pregunta. ¿Y ahora qué? Imposible de saber, porque nadie da el paso adelante para asumir la culpa, responsabilidades ni dar las oportunas explicaciones sobre el presente y el futuro de un proyecto en el que todo está en el aire. Un tuit y a correr. La idea de vender a un fondo de versión hay que recalcularla ahora, porque evidentemente no vale lo mismo una plaza ACB que una de LEB Oro. Más allá del problema de perder la categoría, hay muchas cuestiones sin resolver y demasiadas dudas en el aire que nadie contesta. Unos no saben, otros no quieren hablar.

El Betis Baloncesto ha bajado, otra vez, por un cúmulo de malas decisiones, aderezadas con la necesaria cantidad de mala suerte en este caso en forma de lesiones y momentos puntuales en determinados partidos. Pero el análisis sería simplista si no se dice que el descenso es merecido. Ya el año pasado se logró una milagrosa salvación y está campaña casi se repite la película, pero Williams-Goss y dos minutos malos en ataque llevaron al Betis al infierno de la LEB Oro y a sus rectores al purgatorio a expiar sus pecados. Siete son los pecados capitales y casi se podría hacer un paralelismo con los males que han llevado a la sección bética a perder la categoría.

Lujuria deportiva

Hasta 22 jugadores han vestido esta temporada la camiseta del Betis por distintos motivos. Lesiones, venta de jugadores, cortes y fichajes en busca de la reacción. La cuestión es que no es un tema exclusivo de este curso, porque las malas decisiones han obligado cada año a reestructurar las plantillas multiplicando el gasto por no acertar en verano.

Los jugadores del Betis saludan a los aficionados béticos en el Wizink Center. Los jugadores del Betis saludan a los aficionados béticos en el Wizink Center.

Los jugadores del Betis saludan a los aficionados béticos en el Wizink Center. / V. Carretero (ACB Photo)

En muchos casos no se acertó con las decisiones a la hora de seleccionar al jugador, con lo que conllevó un gasto de tiempo y de dinero.

Soberbia sin afición

Lejos de llenar dos San Pablo como se dijo en 2016 cuando el Betis tomó el testigo y la historia del Baloncesto Sevilla, la sección no supo ganarse al aficionado. Se fueron los simpatizantes del Sevilla, siguieron los fatigas incansables del Caja y apenas se sumó nuevos seguidores, más allá de en algunos partidos puntuales.

Sin una masa social consolidada, tampoco el club ha dado pasos en estos siete años por ir haciendo afición y en esta campaña muchos socios se quejaron de una subida abusiva del precio del abono. Resultado, una entrada pobre de media, pocos socios y multitud de promociones tirando el precio de las entradas para crear un ambiente forzado.

Avaricia: presupuesto

El del Betis Baloncesto no era el presupuesto más bajo de la categoría. Varios conjuntos de la Liga Endesa están por debajo en esta clasificación, pero bien es cierto que tampoco era para tirar de cohetes. El Betis no ha entendido nunca que sólo con un poquito más podía tener un equipo que no arrastrara el escudo y diera más alegrías que penas. En vez de apostar de verdad por la sección, el club impuso una economía de supervivencia y eso en cuanto algo sale mal (lesiones, marcha de Evans y fichajes desacertados) supone la condena deportiva.

De otro lado está la venta de la plaza ACB. Hay, o había, negociaciones con un grupo inversor para vender algo que al Betis le costó 1 euro. La millonaria venta se queda ahora en el aire tras el descenso. La entidad heliopolitana, que tanto ha presumido, siendo verdad, de haber salvado el baloncesto en la ciudad tiene ahora el futuro en sus manos: ¿venderá para quitase el marrón de encima o apostará de una vez por un proyecto serio para regresar a la Liga Endesa?

La pereza del mensaje

Uno de los mantras repetidos por la propiedad es que estaba muy solo. Que ni la sociedad sevillana, las empresas ni la administración apoyaban el baloncesto. ¿Acaso alguien debe pagar el convite de otro? Las administraciones públicas no están para subvencionar un club profesional, por muchas promesas que hubieran hecho en el pasado. Y aun así esta campaña fue anunciado un acuerdo con el Ayuntamiento y la Junta puso también un dinero. El baloncesto en España es deficitario y si alguien se hace cargo de él no puede esperar, porque se haga en otros sitios, que otros paguen la fiesta.

Coosur dejó el patrocinio en el Betis y nadie fue capaz de encontrar un sustituto. Es difícil convencer a una empresa para que ponga dinero cuando su nombre va a ir en la camiseta de un equipo que pierde más que gana, tiene escasa visibilidad y no cuenta con una masa social sólida.

Envidia: el desinterés

La sección ha venido funcionando de forma independiente, pero al final ha de rendir cuentas a la entidad matriz. Demasiados reinos de taifas y poca comunicación para que las decisiones se tomen con mayor rapidez. Demasiados puestos y una estructura sobredimensionada para la realidad del equipo, que podría funcionar igualmente de otra manera todos a una y no de manera independiente para cumplir con el expediente.

Fischer, Maronka y Bertans observan desde el banquillo el encuentro. Fischer, Maronka y Bertans observan desde el banquillo el encuentro.

Fischer, Maronka y Bertans observan desde el banquillo el encuentro. / Daniel González (Efe)

Además desde años atrás se ha trabajado sin pensar en la cantera. Andan repartidos por España varios chavales a los que en esta temporada no se les ha echado cuenta ni seguido su progresión y a los escalafones inferiores vinieron técnicos de fuera de Sevilla en vez de apostar por profesionales válidos de la provincia y jugadores de aquí y no por asiáticos que pagan por su estancia en la ciudad.

Ira en la mala gestión

Tres descensos, uno no consumado, no son casualidad. Evidentemente algo ha fallado cuando han pasado por la entidad entrenadores de primer nivel, directores deportivos de larga trayectoria en la élite y jugadores incluso de renombre. Buenos jugadores que no acaban por funcionar aquí. Nunca funcionan aquí. Y los que funcionaron, incluso en LEB, no tuvieron el premio de la continuidad. Ahora Bropleh o Lluís Costa celebran con el Covirán Granada una más que merecida permanencia cuando el Betis consideró que no les valía para ACB. Incluso Ndoye, que ha acabado reforzando al conjunto nazarí, porque a Juanma Rodríguez se le olvidó ponerlo en el derecho a tanteo, aunque viendo el panorama no hundiera sido extraño que por dos euros el Betis hubiese dejado a un rival directo reforzarse con él.

Gula... de derrotas

Al fina el descenso ha llegado por un partido. El de Granada, el del Real Madrid... Pero sería simplista quedarse ahí. Después de 34 jornadas lograr sólo 10 victorias te condena. Un número parecido al de la temporada pasada o la anterior. Demasiados años y demasiados derrotas para un equipo que con el paso de los ejercicios se ha colgado el cartel de perdedor.

Y eso tiene su reflejo en otros aspectos como la dificultad para encontrar patrocinadores o para ganarse un respeto arbitral perdido por completo desde hace años. Pintarle al Betis es muy fácil y si bien ha sufrido verdaderos atropellos durante la temporada no hay que mirar ahí a la hora de justificar el descenso.

Demasiados errores, continuados, repetidos..., tropezando una y otra vez en las mismas piedras. Ahora sólo cabe esperar a que alguien se pronuncie sobre el futuro. ¿Pero quién? ¿Quién está al mando?Una pregunta que entronca con el ¿y ahora qué?

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