El 'efecto Merino' no se siente en China

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El conjunto verdiblanco se desinfla en San Sebastián, donde no gana desde 2003. Rubén Castro acabó por fin con su sequía goleadora, pero su tanto fue infructífero para el colectivo.

Pablo Salvago

31 de enero 2016 - 05:02

China, el gigante asiático, dormía cuando a las 22:05 arrancaba en Anoeta un partido, soporífero a la postre, entre la Real Sociedad y el Betis, dos conjuntos que, curiosamente, lucen en sus camisetas el patrocinio de empresas de ese país. Pero cuando el balón echó a rodar en Pekín, la capital, eran las cinco de la madrugada, así que pocos compatriotas vieron las siglas de su escritura en el pecho de jugadores de la que dicen es la mejor Liga del mundo.

Quien lo siga diciendo, sin duda no vio el encuentro de anoche. Quizá alguno de los más de 1.300 millones de chinos lo intentó, pero entre las horas y lo soporífero que era el duelo, falto de ritmo, intensidad ni emoción, seguro que se volvió a la cama sin sentir el efecto Merino. Sólo tres partidos después, el Betis volvió a ser el Betis. El que tira los partidos en la primera parte. El indolente, el de los jugadores que no corren, el de los futbolistas que se agachan para que remate de cabeza el rival o el que regala goles por errores de bulto en la marca. El Betis de Mel; el Betis de Merino; el Betis de Maciá... ¿qué más da? El Betis, al fin y al cabo, que lleva nueve partidos sin conocer la victoria en Liga y que reza para que los de atrás no sumen hoy de tres en tres.

Nueve encuentros ya, que se dice pronto. Desde la jornada 13, cuando un lejano ya (y más en fútbol) 27 de noviembre Rubén Castro marcó un solitario tanto que valía otro triunfo más a domicilio. Entonces se vencía fuera y se perdía en casa. Ahora, simplemente, no se gana. Ni siquiera valió de nada el tanto del delantero que, casualidad o no, no marcaba desde ese mismo día. La sequía del punta era la sequía del Betis, pero ayer el fin de una mala racha, la peor del futbolista canario que encadenaba ya 10 partidos sin celebrar un gol. En San Sebastián por fin lo hizo y se metió el balón debajo de la camiseta como haciendo una dedicatoria especial, pero ahí se quedó todo.

Porque ante el Villarreal y el Real Madrid al cuadro heliopolitano le valía con defenderse, con mostrar casta y carácter. Todo eran elogios, pero a la hora de la verdad, ante una pobre Real que casi daba la misma pena que su rival y a la que había que atacar, los defectos del antiguo Betis volvieron a relucir. Quizá no es un problema del nombre que aparezca en el acta en la casilla de entrenador, sino de mimbres, que de donde no hay es imposible sacar. Y aun así el conjunto sevillano está fuera del descenso. Alma gemela con el CB Sevilla.

Y es verdad aquello de que a perro flaco todo son pulgas, porque encima el colegiado Prieto Iglesias hurgó en la herida con una actuación cuanto menos casera. Es lo que tiene ser de Navarra, que Donostia está muy cerca y es demasiado bonita como para que algún aficionado local sienta que lo has perjudicado. Con todo, en los primeros 45 minutos no hay que mirar al árbitro. Y es que si de los 22 encuentros disputados en 14 empezó perdiendo el Betis será por algo, como también lo será el hecho de que Pezzella no conozca en Liga el triunfo como verdiblanco: cuatro empates y seis derrotas. La última en San Sebastián, donde el Betis no gana desde 6 de diciembre de 2003 (0-4). Más de 13 años. Desde entonces, tres victorias locales y cuatro empates. Ojalá el Betis tenga la oportunidad de celebrar un triunfo pronto en Anoeta. Pero en Primera División. Y a otras horas para que los chinos lo vean.

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