La generosidad de una ONG

Betis - Llagostera · el otro partido

El Betis regala el empate al Llagostera en un partido en el que se recordó a las víctimas del terremoto y en el que hasta el árbitro brindó con obsequios.

El equipo verdiblanco, durante el minuto de silencio que se guardó en los prolegómenos del encuentro.
El equipo verdiblanco, durante el minuto de silencio que se guardó en los prolegómenos del encuentro.
Miguel Lasida

03 de mayo 2015 - 05:02

El Betis se sentía ayer generoso y materializó con detalles su querencia a la simpatía. Enfrente, además, estaba un equipo catalán y no era tampoco menester el sulfurar a la grey de la octava provincia. Fueron, eso sí, regalitos sin gracia. Así se sentían los aficionados béticos al embocar los vomitorios del Benito Villamarín en la calurosa tarde que el mes de mayo brindó ayer a Sevilla. Mayo no marceó la tarde de ayer. Nada de eso. Ni siquiera se le ocurrió hacer de noviembre, por un bendito casual, y así rememorar aquel 0-2 que endosó el Betis en la primera vuelta a un Llagostera entonces casi desahuciado. Nada que ver. El espíritu bético no fue sino de un alto grado benéfico, nada que ver con aquel conjunto verdiblanco cuyas riendas eran atizadas entonces Juan Merino.

La cita ante el Llagostera llegaba durante un puente feriado en España e igual de festivos se presentaron los prolegómenos en Heliópolis. Había una efeméride que celebrar y varios eventos que homenajear, pese a las ausencias de los aficionados más tendentes a realizar la fotosíntesis sobre una toalla playera. Al margen de la conmemoración del 80º aniversario del título liguero de 1935, recordado por varias pancartas, el Benito Villamarín se pareció más que nunca a una ONG. En el inicio se guardó un minuto de silencio por la memoria de las víctimas por el terremoto en Nepal. Luego, tras el 1-1, Rubén Castro recuerda a un niño aficionado enfermo en un acto que sin duda honra al más díscolo de los futbolistas béticos. Tan dadivosos se sentía sobre el césped -sería por ese calor, sería por el contagio de un aliento Unicef-, que en el Betis hubo quien obsequió al contrario con detalles desprendidos poco permisibles. Casado, en el 0-1 del Llagostera, se dejó arrebatar un balón con el que Jordi había proclamado su compromiso con la amabilidad. La dupla zurda de la defensa bética fue ayer un soltero con(tra) Casado.

Cuando llega este tipo de días, nadie quiere quedarse rezagado. El ambiente de beneficencia era contagioso y hasta el colegiado, Víctor Areces Franco, promesa del arbitraje nacional, fue voluntarioso a la hora de mostrarse zalamero, aunque sus regalos fueron de éstos que sólo agradan a un miembro del matrimonio. En este caso fue el Llagostera, a quien le vino fenomenal no sólo que permitiera sin sanción un penalti de Alcalá en la primera mitad, sino que se abstuvo de sus funciones -no tocó el silbato- en el 0-1 que no debió subir al marcador por haberse rematado en orsay.

Puestos en el papel obsequioso, hasta a Pepe Mel le surgió su vena amable. Buena gente, el madrileño es como el común de generoso: da la hora cuando se la piden y que, llegado el momento, introduce en el campo a Vadillo, N'Diaye y Rennella. Los dos primeros, sobre todo ellos, entraron con el pie izquierdo y fueron incapaces de mejorar al equipo. Todo lo contrario. Claro que Mel venía de una semana ya festiva por sí misma. No sólo una ONG unió esta semana a los dos equipos de la ciudad, sino que hubo otro enlace en la ribera del río. Pero eso es historia de crónica rosa.

El joven Israel, destinatario del primer gol bético

El primero de los dos goles anotados por Rubén Castro tuvo su historia. Al celebrar el 1-1, el pichichi se dirigió al banquillo seguido de Jordi Figueras y ambos recogieron sendas camisetas con el número 24 a la espalda. La dedicatoria de los futbolistas béticos tenía un destinatario: Israel, un joven aficionado verdiblanco que mantiene su propia pelea con la leucemia, cuya foto estaba serigrafiada en la camisola prendida por el central zurdo. Son detalles que humanizan a estos astros del balón.

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