Después de seis derrotas consecutivas y una imagen que va deteriorándose jornada tras jornada, la afición está cada vez más cansada. Las críticas de la hinchada tienen ya nombres propios y desde la grada se solicita con cada vez más fuerza la destitución de Scott Roth y la dimisión de José Luis Galilea.

El director general no ve los partidos en el palco, la ubicación más lógica. Su lugar es en una silla, junto a sus hombres de confianza, situada detrás de una de las canastas. Allí debió sentirse acosado por los gritos de un reducido grupo de aficionados al final del encuentro y acabó llamando al jefe de seguridad, y éste a la Policía Nacional, para acabar con las críticas. No es que el Baloncesto Sevilla tenga un grupo de radicales peligrosos, por lo que resultó llamativo que a varios aficionados se los amenazase incluso con la retirada de sus abonos y expulsándolos de sus asientos. Como si el club se pudiera permitir el lujo de perder alguno, muchos de ellos, para colmo, con más de una decena de años de antigüedad.

Por suerte para el dirigente donostiarra, no volverá a pasar miedo en San Pablo en un tiempo porque el calendario le dará un respiro con dos partidos consecutivos jugando a domicilio en la Liga Endesa y otros dos en la Eurocup, competición en la que el equipo volverá a jugar en casa el 28 de enero ante el Lietuvos Rytas. En la ACB el próximo en visitar la capital andaluza será el Valencia Básket el 1 de febrero. Cuatro partido en los que habrá mucho en juego a nivel deportivo y en lo social para dar marcha atrás a este guiño de la ley mordaza.