El mal sino del redimido

Sevilla-getafe

El regreso de Maresca de su ostracismo coincide con la primera derrota del Sevilla desde su última cita, el derbi. Feo guiño hacia el italiano, ajeno a la culpa colectiva.

Foto: Antonio Pizarro
Foto: Antonio Pizarro
Eduardo Florido / Sevilla

13 de abril 2009 - 13:50

El destino tiene caminos inexcrutables, como los designios del Señor. Manolo Jiménez eligió el Domingo de Resurrección para redimir públicamente a Maresca, que fue castigado con un exilio interior, pese a los galones que lució en la primera fase de la temporada, después de su rajada criticando el juego del equipo tras la ya lejana derrota ante el Racing. El italiano sólo jugó desde entonces el último cuarto de hora del derbi y la afición lo castigó con una sonora pitada, pese a que su equipo ya perdía cuando salió al campo. Desde aquel día, 7 de febrero, no había perdido el Sevilla, que encontró su mejor modelo sin el salernitano en el campo. Ayer volvió a la titularidad y el Sevilla volvió a perder por ese error de Squillaci, cuando Maresca ya había sido sustituido. El héroe de Eindhoven sufrió en sus carnes un feo guiño del destino.

Feo e infortunado, porque además sucedió que el medio centro no tuvo culpa de la derrota. Es cierto que al Sevilla se le vio más ralentizado en la creación del juego que en las últimas citas, por la excesiva proliferación de medios en la medular, adonde caía Romaric desde la falsa posición de extremo izquierdo; ypor la táctica de esperar muy atrás del Getafe. Pero Maresca se ofreció e intentó soprender por el medio y no se le puede achacar que Luis Fabiano no cantara gol por milímetros en la jugada anulada por fuera de juego. Ni que el meta Stojkovic –debutante en la Liga– le hiciera la mejor parada de todo el partido precisamente a él, que buscó el desmarque y se acomodó perfectamente un gran pase de Adriano para realizar una precisa volea.

Tampoco fue culpable de que Luis Fabiano no estuviera acertado en los varios remates francos de cabeza que tuvo. Ni que cuando remató acertadamente con el pie tras el centro del recién ingresado Perotti, que acababa de salir por el italiano, el balón fuera al palo. Ni que Kanoute estuviera desconocido y tampoco tuviera fortuna en el único remate bueno que tuvo, que también se fue a la madera antes de que Luis Fabiano, inexplicablemente, sólo atinara a estrellar el balón en Stojkovic con todo a favor. Ni mucho menos fue culpable del único error en mucho tiempo que se le recuerda a Squillaci, que hasta la jugada clave de Gavilán estaba haciendo un encuentro perfecto, sacando la pelota jugada siempre, ante la presión del rival, hasta ese momento del 0-1.

Asimismo, tampoco se le puede achacar que Jesús Navas firmara el encuentro menos brillante de los últimos tiempos, que no encarara nunca, que eligiera siempre la peor opción entre centrar o avanzar. Ni que el palaciego fuera incapaz de sacarle la segunda tarjeta amarilla a su marcador, Rafa, un lateral a pierna cambiada.

El día parecía ideal para redimir definitivamente al italiano de su pecado verbal, de su exceso a la hora de analizar cómo estaba siendo el juego del Sevilla allá por el lejano y frío enero. Duscher causaba baja por la entrada de Ersen Martin en el Colombino, Jiménez parece no terminar de fiarse de Fazio, irregular en sus últimas citas, y la solución fue situar un mediocampo sin pivote defensivo. Pero el Sevilla, salvo honrosas excepciones como Adriano, se contagió de la voluptuosidad privameral de la hermosa Pascua Florida, con languidez. Y el redimido se quedó sin la definitiva sanción pública de su redención. Cosas del destino.

El italiano, recibido y despedido con aplausos

La última vez que Maresca pisó el césped del Ramón Sánchez-Pizjuán recibió una sonorísima pitada. Estaba muy reciente su crítica al juego del equipo y al entrenador y además iba perdiendo el Sevilla ante el Betis cuando saltó al campo. Pero ayer fue animado con cánticos al inicio del partido y fue aplaudido cuando fue sustituido, aún con 0-0 en el marcador.

La racha de 21 partidos encajando goles da fin

El Getafe cambió ayer una racha negativa en el Sánchez-Pizjuán. El equipo de Víctor Muñoz llevaba nada menos que 21 partidos encajando goles hasta ayer. La última vez que lo logró fue en San Mamés, en la jornada quinta (0-1). El cambio de dinámica coincidió con el debut del meta Stojkovic, sustituto invernal de Abbondanzieri.

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