El Fiscal

Una joya

  • La película sobre la Semana Santa de 1930 descubre a unos sevillanos no tan diferentes a los de hoy

El paso de misterio del Señor de la Sentencia en la mañana del Viernes Santo de 1930

El paso de misterio del Señor de la Sentencia en la mañana del Viernes Santo de 1930 / M. G. (Sevilla)

El mejor regalo de estos días con Dios pero sin pasos ha sido la película que nos permite ver y oír la Semana Santa de 1930. Una verdadera joya, una exquisitez, una oportunidad para conocer y comprobar muchas cosas que intuíamos y habíamos leído, pero nunca habíamos tenido la ocasión de contemplar. La Semana Santa era muy humilde y sencilla. Sí, también era muy pobre, por qué no decirlo. Las cofradías eran hijas de su tiempo, como siempre. La mayoría de los pasos de palio que se aprecian son con varales lisos. Los exornos flores son escasos cuando no inexistentes. Los nazarenos son pocos, vestidos a veces con más voluntad que prestancia. Los sevillanos, ay esos sevillanos que no sabían entonces los años todavía más duros que les quedaban por vivir, se arreglaban mucho en Semana Santa, cada cuál con lo que podía y probablemente con lo mejor que tenían en el armario.

La inmensa mayoría de los señores peinados con fijador o tocados con sombrero o gorrilla. La propia cámara de la Fox es una gran novedad que capta la atención de los presentes más que los propios pasos. Qué encanto tiene la salida de la cruz de guía de la Cena, detenida hasta que pasa el tranvía por Feria. Y esos rostros mirando al cámara... Una Semana Santa con vendedores ambulantes que se mueven entre el gentío de la Plaza de San Francisco cantando la mercancía: “¡Cerveza, gaseosa, bocadillos!”. Esos palcos con camareros vestidos de blanco, con el paño al hombro y la bandeja redonda. Una Semana Santa con escaso público femenino, con tíos que silban en medio de la bulla, con un verdadero tumulto delante del paso de la Virgen de la Esperanza, unas escenas que provocan alguna risa cómplice en el auditorio que esta semana ha tenido la oportunidad de ver la película.

El paso de palio de la Hermandad de la Cena El paso de palio de la Hermandad de la Cena

El paso de palio de la Hermandad de la Cena / M. G. (Sevilla)

No se pierdan la salida de San Esteban, con los costaleros literalmente empujando el paso de palio para que salga por la ojiva del templo. Se aprecia con nitidez cómo los hombres no se meten abajo hasta que el paso está completamente fuera. Y, por cierto, entran por la trasera, como debe ser. ¡Qué pobre toda la música! Se oyen en una ocasión las notas de Rocío. Poco más. Por supuesto, se aprecia la fuerza que tenían los escuadrones de caballería delante de las cruces de guía. Pero las bandas, en general, cuentan con muy pocos miembros. Nada que ver con la actualidad, cuando una sola formación musical se estira y ocupa el carril central de la Campana.

Se ven pasos. Se aprecia al rey Alfonso XIII llegar a los palcos, acomodarse en el asiento y recibir a Los Negritos. Se ve la publicidad de entonces: Joyería Reyes, Visite el Pabellón de Chile, Pescadería, Tabacos, Café... Se oyen murmullos, alguna bronca de alguien que no quiere que le empujen más... Pero, sobre todo, se ve a los sevillanos, tan distintos y tan parecidos a los de hoy. Podrá usted asombrarse de muchas actitudes hoy inconcebibles, como la atracción que generaba una cámara, pero también reconocerse en muchos comportamientos de hace más de 90 años. Quizás sea lo más interesante de la película, lo que convierte el trabajo en una joya.

La Macarena de regreso a San Gil La Macarena de regreso a San Gil

La Macarena de regreso a San Gil / M. G. (Sevilla)

No era ni mucho menos una Semana Santa de consumo. Las mujeres portan bengalas detrás del paso de la Virgen del Refugio en su regreso al arrabal de San Bernardo, la cofradía que más minutos centra la película. ¡Claro que hacían falta las bengalas en una ciudad sin apenas luz eléctrica! Quizás por eso no hay imágenes de la Madrugada, salvo las matinales de la Macarena de regreso a San Gil entre una impresionante muchedumbre.

La proyección de la película en el teatro de la Fundación Cajasol La proyección de la película en el teatro de la Fundación Cajasol

La proyección de la película en el teatro de la Fundación Cajasol / M. G. (Sevilla)

Hay señoras de mantilla en los palcos. Hasta una mantilla en la tarde del Viernes Santo que se ve por el Puente de Triana a la búsqueda del Cachorro, los mantos ya bordados de la Macarena y la Virgen del Patrocinio, los críos subidos en columnas y ventanas para ver las cofradías, el público en los veladores de los bares mientras pasan los cortejos, y hasta los escasos coches de la época pitando para abrirse camino entre los nazarenos de la Virgen de la Encarnación al paso por la Plaza Ponce de León, cuando no existía el paso del Cristo de la Sangre.

¡Preciosa la Trinidad por los palcos en Jueves Santo! El Sábado no existía, como tampoco las cofradías salían el Lunes. Todo, absolutamente todo, era más humilde y muchos menos sofisticado. La película es una joya.