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Rocío 2021
  • La incertidumbre sobre el regreso de la Blanca Paloma desespera a los dueños que tienen allí negocios

  • Se prevé que este fin de semana acuda un buen número de visitantes

Dos años sin la Virgen en la aldea: A la espera de otra primavera

Grupo de visitantes que acuden estos días al Rocío. Grupo de visitantes que acuden estos días al Rocío.

Grupo de visitantes que acuden estos días al Rocío. / Juan Carlos Muñoz

“Que la Virgen no esté nos da igual, hemos venido a tomarnos una cerveza”. La sincera respuesta la ofrece la integrante de un grupo de franceses al llegar al Rocío, la aldea que lleva casi dos años sin la Blanca Paloma. Los cinco galos (tres mujeres y dos hombres) lucen vestimentas más propias de un fin de semana en Ibiza que de un Pentecostés a pie de Doñaña. Sus pieles blanquecinas empiezan a tomar un preocupante tono rosado mientras contemplan la marisma. Hablan un español entendible. Han hecho una parada antes de dirigirse a la playa, como tantos otros turistas que este viernes deambulan por estos lares sin rumbo fijo. En un mayo sin romería. Y en un Rocío sin la Virgen que le da nombre.

Su presencia, al menos, alegra el espíritu de los dueños de los negocios, que han pasado una auténtica calamidad provocada por una doble circunstancia: la permanencia prolongada de la Virgen del Rocío en Almonte y la pandemia. Todo parece haberse conjurado contra ellos. Ana es la dueña de la tienda de complementos El Tamboril, que lleva 20 años abierta a escasos metros del santuario. Aprovecharon para hacer reformas en otoño de 2019 confiando en que la Virgen, como marca la tradición, regresara el mayo siguiente. Un año después, su familia no ha rentabilizado ni un euro de la fuerte inversión acometida. “Además del Covid y de la ausencia de la Virgen, han tenido muy abandonado El Rocío. Ha habido robos en muchas casas. Menos mal que desde el fin de semana pasado se está notando un poco más de ambiente”, refiere la dueña de la tienda.

Esta empresaria considera “esencial” que la Virgen vuelva “a su casa” para que todo “medio funcione”. En este tiempo ha tenido que prescindir de la mayor parte de su plantilla. En una romería llegaba a contratar a 30 personas. Ahora sólo hay cuatro empleados.

Un grupo de caballistas por las calles de la aldea. Un grupo de caballistas por las calles de la aldea.

Un grupo de caballistas por las calles de la aldea. / Juan Carlos Muñoz

Un relato similar que también se escucha en los bares de la zona, condicionados por los cierres perimetrales provinciales. Cuando por fin se derogaron, Almonte no pudo hacerlo, ya que la cuarta ola es la peor que está viviendo la localidad onubense, por lo que la reapertura no pudo llevarse a cabo hasta la semana pasada. Así lo recuerda Corina, trabajadora de del mesón Las Carretas, que vino a estas tierras, desde Rumanía, hace 17 años. “Hemos estado cerrados, pero los impuestos los han cobrado igual. Hasta la basura, sin que hubiera”, relata esta empleada de la hostelería marismeña, que acaba su charla con una sentencia:“Es fundamental que la Virgen regrese”.

Por las calles de la aldea se ven, de vez en cuando, grupo de caballistas y alguna que otra casa abierta. En Princesa Sofía hay un grupo de rocieros que vienen de Pilas. Toman un aperitivo en el porche, al resguardo de la sombra. Acaban de pasarle el cuchillo a una pata de jamón que se erige como principal manjar encima de la mesa. Son cuatro parejas que disfrutarán del fin de semana “en un grupo burbuja”. “No haremos fiestas ni iremos a otras casas”, asegura Rocío, quien se afana en estos momentos de calma en hacerse la pedicura. Se da bastante maña en esparcirse el esmalte rojo. “Si hubiera romería, no tendría tiempo de pintarse las uñas”, comenta Miguel Ángel, otro peregrino pileño.

Dos rocieros disfrutan del jamón y la cerveza en el porche de una casa en la aldea. Dos rocieros disfrutan del jamón y la cerveza en el porche de una casa en la aldea.

Dos rocieros disfrutan del jamón y la cerveza en el porche de una casa en la aldea. / Juan Carlos Muñoz

Llegaron la noche del jueves tras recorrer, a caballo, parte del camino. También lo hacen a esa hora, en la Raya, otro grupo de 12 personas que llegan de Tomares. Están divididos en dos charrés, “por aquello de mantener las distancias”. Salieron el jueves y han dormido en Villamanrique. “No digas nada malo de nosotros”, le espeta al cronista, al que invitan a un botellín mientras pasan con su tiro de mulas junto a Pozomáquina, el pinar en el que tendría que sestear Triana en esta jornada de camino.

Tiro de mulas por la Raya. Tiro de mulas por la Raya.

Tiro de mulas por la Raya. / Juan Carlos Muñoz

El cortafuego que llega a Palacio en nada se asemeja a esos viernes en los que parecía Manhattan a hora punta. Quietud plena, sólo interrumpida, cada cierto tiempo, por la presencia de algunos caballistas que no se resisten a pasar otro mayo sin recorrer las arenas. Frente a aquel alboroto y atasco continuo de charrés, carretas y vehículos de tracción animal de la más diversa índole, se instaura esta calma que invita a sentarse bajo la abundante sombra de los eucaliptos.

La sombra también es la que buscan Carmen y sus hijas, Ana y Silvia, tres vecinas de Aznalcázar que han acudido al vado del Quema. No tardan en percartarse de la basura que se acumula junto al monumento a la Virgen del Rocío. “No puede haber un Lipasam detrás de cada persona”, lamenta Silvia mientras observa cómo un caballo está a punto de desbocarse.

Abuela, hija y nieto a la orilla del Guadiamar, en el vado del Quema. Abuela, hija y nieto a la orilla del Guadiamar, en el vado del Quema.

Abuela, hija y nieto a la orilla del Guadiamar, en el vado del Quema. / Juan Carlos Muñoz

Algunos peregrinos, en charré y con medalla al cuello, se prestan a pasar por el Guadiamar, cuyo caudal es mínimo. El agua estancada se ha convertido en una charca verde con abundante presencia de moscas. Tambalean las neveras y las tortillas de patatas. Hay algún grito de miedo cuando el equino se niega a dar el salto al agua. Al final acaba atravesando el río, cuya corriente, huérfana de bautizos, cantes y oraciones, espera, como el olmo seco de Machado, el verdadero milagro de la primavera que lo saque de este viernes de quietud y silencio. El fluir de la vida.