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Karra Elejalde | Actor

"El ansia es un mal amigo de viaje"

Karra Elejalde. Karra Elejalde.

Karra Elejalde. / Lolo Vasco / Festival de Sevilla

Escrito por

· Juan de la Huerga

periodista

A las nueve de la mañana está fresco como una lechuga en la recepción del cuartel general del Festival de Cine de Sevilla, donde se ha estrenado la comedia Reyes contra Santa, donde hace de Melchor. Karra Elejalde (Vitoria, 1960) se llama Carlos y el apodo le viene de su madre, pescadera, que lo llamaba karramarro, cangrejo de mar, cuando un chavalín. Lo mismo hace de Unamuno que de Koldo en Ocho apellidos vascos. Un actor camaleónico.

–Creía que lo entrevistaba por una película, Vasil, y es por otra, Reyes contra Santa. Está que se sale.

–Se me están juntando no tanto los rodajes, pero sí las promociones.

–Pensaba que como buen vasco era del Olentzero.

–No, no, en mi casa éramos de los Reyes Magos.

–Y ahora que los Reyes sólo traen aparatejos a los niños, ¿con qué regalo de crío se volvió loco?

–Tengo el recuerdo de uno que no disfruté, un helicóptero de dos aspas, pero fui malo y mi madre no me lo dio. Cuando fui bueno, ella no sabía qué cojones había hecho con él.

–A cuenta de Vasil, le habrán contado mil veces aquel chiste de Eugenio: "Leí un anuncio en el periódico que ponía señora enseña el búlgaro. Fui y, ¡coño!, era un idioma".

–No, pero sí sé lo de "¡que te den por el bul!".

–¿Queda alguien en España que no haya visto Ocho apellidos vascos?

–Algún recién nacido. Me llama la atención que entiendan la idiosincrasia de nuestros tópicos en Latinoamérica, por ejemplo. Muchas veces niños sin saber que aita significa papá, me decían "aita, aita". Y yo: "Qué pasa, no tenéis padres, dejadme en paz". Muy poca gente no la ha visto o no ha oído hablar de ella.

–Hablando de su personaje en Ocho apellidos… Si Vitoria es el Sur y estamos en Sevilla, ¿ha venido a la Antártida o qué?

–He venido a Sudáfrica... Estoy encantado en cualquier sitio de España.

–Mi generación se identifica mucho más con el nini que interpretó en Airbag. ¡No quedan antihéroes como los de antes!

–En Airbag hicimos experimentos enormes, como que el público empatizara con el malo porque estos tres tíos pijos eran muy repelentes. Después sufrimos un cursillo acelerado de hacernos hombres y entonces sí empatizaron con nosotros. Me satisface que hay gente que cree que es mi mejor película. Y el argumento era mío.

100 metros, Los últimos de Filipinas, Mientras dure la guerra... ¿Cómo se encuentra en papeles dramáticos?

–El humor es más difícil de hacer que el drama. Pero hay que alternar. Por estrategia, por ser cuco, en economía dirían diversificar el riesgo. Me desenvuelvo bien en comedia, en una película histórica, pero no de galán porque no lo soy. Y porque unas te curan de otras, no lo digo como enfermedad: Unamuno te cura un poco de Koldo, y La vida padre de Unamuno, Vasil de La vida padre y Melchor (Reyes contra Santa) de Vasil. Esto es un recipiente que debe ser vaciado y llenado. Es importante olvidarse de una cosa para empezar la siguiente.

"De un modo subsidiario, nuestra profesión puede contribuir a aliviar los sinsabores de la vida de nuestros semejantes"

–Si le dicen al joven que curró de electricista que haría más de 80 películas...

–Aquel chaval que curraba de electricista por las tardes se iba a La Farándula, una asociación cultural, a hacer teatro. Hay mucha gente que ha querido ser actor y no ha podido por talento o falta de suerte. Yo no quería serlo y, en la mili, un amigo que veía que yo contaba los chistes muy bien me invitó a un grupo de teatro de Vitoria. Y yo: "Quita, quita". Fui a regañadientes y me gustó. Pero yo quería ser pintor, escultor, cualquier cosa antes que actor. Me sucedió, no deseé. Siempre digo que no hay nada peor que desear mucho para que no suceda. El ansia es un mal amigo de viaje para conseguir algo. Quizás he tenido la suerte de acabar siendo actor porque me llegó de un modo casual.

–Preguntas unamunianas. ¿Quién es Karra Elejalde? ¿Qué ha venido a hacer a este mundo?

–No sé si soy más o menos existencialista que Unamuno, pero grabo una cosa, Yo huevo, y plantea esas cosas: ¿quién soy?, ¿de dónde venimos?, ¿qué he venido a hacer? Si he venido a hacer algo, ¿por qué no me lo decís? Si lo hago mal, pese a ser atenuante no saber a qué he venido, ¿es punible? Entonces, vas a recepción y no hay nadie. Eso es lo que me desespera, ¿no? Por eso digo, chico, estamos todos, hasta Einstein, y nadie vuelve para decirnos "oye, que el camino es aquél".

–¿En Euskadi son más de creer en Dios o en el PNV, valga la redundancia?

–Euskadi es un poco parecido a Irlanda: muy católicos, muy comedores, muy bebedores… Nos parecemos mucho a esos cómics de Astérix donde se juntan y no comemos para vivir, vivimos para comer. El PNV es un partido vasco muy votado pero que también tiene muchas reminiscencias democristianas, católicas.

–Tiene usted pinta de cascarrabias, pero sólo es apariencia.

–Con la edad todos nos hacemos un poco cascarrabias. Pero lo de envejecer lo estoy llevando bien. A veces me pongo a gruñir un poquito. Pero la razón de ser de mi existencia es intentar llevarme bien con el mundo, sacar de lo malo un poco de humor y desde hace poco me he dado cuenta de que mi profesión en ocasiones endulza la vida de los demás. Una señora en Santillana del Mar me contó que se le había muerto el marido y ella estaba inconsolable, se quería morir, y sus hijos y sus nietos le decían que tenía que ver Ocho apellidos vascos. A ella casi le parecía un sacrilegio ver una comedia. "Yo le debo a usted la vida porque de repente me vi riéndome". De un modo subsidiario, nuestra profesión puede contribuir a aliviar los sinsabores de la vida de nuestros semejantes.

–¿No se muerde nunca la lengua?

–Últimamente me la muerdo más porque ahora hay que ir con mucho tiento, cualquier cosa que digas puede ser sacada de su contexto. Y la gente no tiene paciencia para leer todo lo que has dicho y para ver que eso que titulan no se ajusta con lo que dices. Pero no he sido nunca alguien que se haya mordido la lengua, vivimos en un Estado de derecho donde uno puede pensar y expresar cómo es, y no suelo tener excesivos reparos. Y reconozco que como creativo, cuando escribes hoy, guiones eres tú el que te autocensuras por miedo a que tu proyecto no se lleve a cabo por estar fuera de tono.

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