Oliva Soto | Torero

"Si abro la Puerta del Príncipe me daría igual morirme al día siguiente"

Oliva Soto apoyado en la reja de la plaza de toros de la Maestranza.

Oliva Soto apoyado en la reja de la plaza de toros de la Maestranza. / José Ángel García

Alfonso Oliva Soto (Camas, 1987) tomó la alternativa como matador de toros hace más de una década –en 2008– de la mano de Curro Díaz en la Maestranza tras una prometedora etapa como novillero. "Por la espada perdí dos o tres Puertas del Príncipe. Y como matador, en una corrida de Conde de la Maza, si meto la espada...". Una novillo de esa ganadería, curiosamente, se llevó la vida de su tío, el banderillero Ramón Soto Vargas, de una cornada en el corazón una tarde de septiembre de 1992.

-El 24 de abril vuelve usted a torear en la Maestranza, ¿cómo lo está viviendo?

-Será un día importante para Sevilla. Toreamos seis toreros sevillanos. Cada uno con sus alicientes y con sus méritos para volver a su tierra. En mi caso, es especial porque llevo siete años sin estar, con bastantes viajes a Perú. Gracias a Dios ha habido triunfos importantes fuera y todo eso me ha servido para seguir manteniendo ambiente aquí. La preparación y las corridas previas están siendo clave para que el día pueda ser el soñado. No ya solo por trofeos, sino porque la gente salga contenta y feliz de la plaza. Eso es lo que más me gustaría.

-Aunque será sólo un toro...

-Que no es poco. Ese toro es volver a la tierra. Una ilusión como la de un debutante. No sabemos cómo puede salir, pero sí quiero transmitir la alegría y las cosas bonitas que llevo por dentro. El público de Sevilla siempre me ha querido, me ha respetado y me ha esperado. Me llevan años preguntando cuando volvería.

-¿Qué va a ver el que vaya esa tarde a la plaza?

-No lo sé ni yo. Lo bonito es dejarlo en el misterio y en lo que Dios quiera dar. Esta Semana Santa salgo en tres cofradías -el Baratillo, los Gitanos y el Gran Poder de Camas- y rezaré por tener una tarde triunfal. En 10 o 15 minutos tienes que mostrar todas las ganas y, a la vez, toda la despaciosidad. Como dijo Curro Romero, es difícil comer despacito cuando se tiene hambre. El cuerpo va a exigir que apriete, pero como mejor se ve mi toreo es lento. Aunque delante de un toro a gusto no se está, como dijo Emilio Muñoz. Cómodo se está en el sofá. En el toreo lo que a mí más me llena es sentirte torero, que es lo más especial del mundo.

-¿Estos años sin pisar la Maestranza se le han hecho largos?

-Bastante. Cuando salen los carteles, a los que siempre respeto, y no ves tu nombre, pues da tristeza. Ahora, noto la confianza para estar acartelado. Siento que mi entorno está feliz. Todo esto no es sólo por mí, sino por los míos. Soy torero porque siento el respaldo del público.

-¿Qué espera del resto de la temporada?

-Dicen que unos se anuncian y otros las torean. Nunca se saben como van a ser. Este año no tenía pensado un número de festejos grande, pero ya llevo dos en este mes y, además, con triunfos, orejas y un indulto. Creo que he mostrado madurez y fondo. Me ha endurecido el torear fuera, en plazas sin médicos lejos de mi casa.

-Ha estado, sobre todo, en Perú, ¿qué ha significado?

-Gracias a Perú, a esas corridas 15 o 20 por año, estoy de nuevo aquí. Para la familia es difícil verme a tantos kilómetros y que pasen tantos meses sin verme. Allí se vive la tauromaquia como aquí se vivía antes. Joselito El Gallo o Juan Belmonte fueron y torearon mucho ante un ganado menos seleccionado. Tenían mucho mérito, porque la medicina no estaba avanzada y ocurrían desgracias por infecciones más que por las propias cornadas. El vivir allí me ha hecho darles más valor a esos toreros antiguos.

-Ha debido tener mucha fe en su toreo...

-Si no hubiera tenido fe... Primero en el que está arriba y luego en uno mismo. Si uno tiene fe, la cuadrilla se contagia. Da tranquilidad al entorno.

-¿Le faltó esa tranquilidad en sus inicios? Le llegó el éxito joven...

-Fue anunciarme en Sevilla y poder abrir la Puerta del Príncipe de novillero. Ese año corté tres orejas en dos tardes y, desde ahí, continué. Es cierto que me llegó joven, pero tampoco se sabe nunca que es mejor. A lo mejor hubiera matado bien aquella vez y me hubieran puesto en carteles importantes siendo inexperto. Pero es cierto que si abro la Puerta del Príncipe me daría igual morirme al día siguiente.

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