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"Me desperté y no tenía pared enfrente"

"Parecía un terremoto". El atentado con el que ETA celebró ayer de forma macabra sus 50 años de existencia, que cumplirá mañana, sorprendió mientras dormían a los vecinos de la casa cuartel de la Guardia Civil en Burgos. "Me desperté y no tenía pared enfrente", aseguraba en pijama y aún conmocionado un chico de 14 años.

Una furgoneta bomba con al menos 200 kilos de explosivo estalló junto al edificio, entre la calle Jerez y la avenida Cantabria. "Todos los cristales se vinieron encima", explicaba un vecino del cuartel, situado a la salida de la ciudad.

Las primeras luces del amanecer permitieron apreciar varias plantas del edificio convertidas en un esqueleto de hormigón lleno de escombros y cascotes. El destrozo fue grande. Las inmediaciones del cuartel se asemejaban a un campo después de la batalla, con trozos de vehículos y de ladrillos esparcidos por doquier.

"Fue horrible, como un infierno, el ruido me despertó, no sabíamos qué hacer, todo era un caos", relató una anciana que se encontraba en su domicilio en el momento de la deflagración.

Llantos de niños y de mayores, abrazos de vecinos, amigos y familiares... Ninguno se explicaba qué evitó que hubiera que lamentar muertos o heridos graves.

"ETA ha visitado Burgos con intención de matar, de hacer el mayor daño posible", señaló el jefe del Gobierno regional de Castilla y León, Juan Vicente Herrera.

En las conversaciones de muchos de los vecinos del inmueble y de otros cercanos se aludía reiteradamente a las vacaciones de verano. A finales de julio mucha gente se encuentra veraneando en las playas o visitando a la familia, lo que evitó que hubiese que lamentar más heridos.

En la casa cuartel de Burgos viven habitualmente 90 familias, de las que algo menos de la mitad, 43, se encontraban en el edificio cuando ETA hizo estallar la furgoneta-bomba.

"Pensé que era un trueno, me asomé a la ventana y todo eran sirenas, humo y gente corriendo, fue una situación horrible", destacó entre lágrimas Cristina, una joven residente en la zona.

Agentes de la policía enfundados en monos blancos se movían por el cráter que dejó la explosión y en sus inmediaciones, en busca de pruebas. Otros, acompañados por perros policía, patrullaban el entorno. Un equipo de bomberos retiraba partes de fachada y ventanales para evitar que cayesen a la calle. Y algunos vecinos se resignaban al decir que tardarán tiempo en poder regresar a su casa.

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