Historia

Ni gamberros ni forajidos

  • El 7 de junio de 1968 ETA inauguró su medio siglo de barbarie y terror con el asesinato del guardia civil José Antonio Pardines

  • Horas después murió el etarra que mató al agente

Ni gamberros ni forajidos

Ni gamberros ni forajidos

"Esto no coincide" fueron las últimas palabras del guardia civil José Antonio Pardines Arcay. Las pronunció hace 50 años, el 7 de junio de 1968, mientras comprobaba en cuclillas que la documentación que le había requerido al conductor del vehículo que había parado cerca de Villabona (Guipúzcoa) estuviera acorde con el número del bastidor. Pero no era así con el Seat 850 Cupé de color blanco que estaba inspeccionando. Y murió.

Pardines tenía 25 años cuando interceptó en un control de tráfico el coche de los terroristas

La edición del día siguiente, sábado 8, del Abc recogió la noticia en la página 81. Sus titulares eran: "Dos jóvenes automovilistas asesinan a tiros a un guardia civil de tráfico en Villabona. Huyeron de un camionero que les había detenido y en cuya presencia remataron al agente de la autoridad. Poco después, uno de los asesinos murió en Tolosa, en lucha con una pareja de la Benemérita que les había localizado". En la información no aparecen las siglas ETA. En una nota adjunta, a modo de opinión, el rotativo apelaba a la reflexión de la sociedad contra sucesos como el que narraba, consecuencia de "juguetes violentos, imágenes de violencia [que] han introducido en nuestro mundo habitual, como moneda corriente, un estilo feroz y terrible que desprecia la vida del prójimo y considera la existencia del hombre como un juego o una caprichosidad".

José Antonio Pardines Arcay José Antonio Pardines Arcay

José Antonio Pardines Arcay

Pero la muerte del joven agente, de 25 años, nacido en Malpica de Bergantiños (La Coruña), no corrió a cargo de "gamberros" ni de "forajidos", como los llamó el periódico. A Pardines lo mató ETA. Fue su primera víctima mortal. Su primer asesinato. Hasta entonces, la banda se había dedicado a amenazar, dar palizas y hacer pintadas, cuantas más mejor, hasta el punto de que en esa fase seminal en las ciudades y en los pueblos se decía que "esos de ETA son los que pintarrajean las paredes". Después llegaron los atracos, y sería precisamente en Villabona, el sitio en el que caería Pardines, donde el año anterior al atentado tendría lugar el primer golpe con éxito de la organización. Fue en el Banco Guipuzcoano, de cuyas cajas los ladrones arramplaron con 1.060.000 pesetas [147.000 euros].

Y de la misma forma que no eran forajidos al uso quienes dieron el palo en la entidad bancaria tampoco lo eran los inauguradores de esta vileza que a lo largo de medio siglo adquirirá una talla monstruosa. En el Seat 850 con matrícula de Zaragoza falsa viajaban aquel 7 de junio de 1968 Txabi Echebarrieta e Iñaki Sarasketa. Éste tenía sólo 19 años, y a pesar de su juventud pilotaba la organización en Guipúzcoa; Echebarrieta, al volante, sabía ya también lo que era el liderazgo porque había dirigido la V Asamblea; además, era economista y hacía sus pinitos con la poesía. No, no eran dos quinquis. Se trataba de dos activistas que se dirigían a Beasain a recoger un cargamento de explosivos.

En su ruta dieron con Pardines. O Pardines dio con ellos. El agente regulaba el tráfico junto a su compañero Félix de Diego Martínez. Lo hacían en puntos distantes y a veces se perdían de vista entre ellos. A Pardines no le debió oler bien algo en aquel vehículo. Subió a su motocicleta, lo siguió y ordenó al conductor que parara. Estaban frente a la yesería Izaguirre. El guardia civil requirió la documentación a Echebarrieta y fue a la parte de atrás. El etarra le dijo a su compañero: "Si lo descubre lo mato". Sarasketa era -según declaró tras ser detenido- partidario de desarmar a Pardines. Pero entonces éste lo vio claro y dijo: "Esto no coincide". Y firmó sin saberlo su ejecución. A sangre fría. Sin posibilidad de defenderse. La funda de su pistola se encontró abrochada. El cadáver seguía agarrando los documentos del vehículo.

Echebarrieta había aprovechado la posición en cuclillas del agente. Cuando cayó tras el primer disparo lo remató. El compañero de Pardines no se percató de lo que acababa de ocurrir. Sí lo hizo un camionero navarro, Fermín Garcés, que se encaró con los terroristas intentando detenerlos. Fue encañonado en la cabeza. "No me siento un héroe ni nada de eso, lo hice por humanidad", dijo ayer Garcés a Sagrario Ortega, de la agencia Efe.

Echebarrieta y Sarasketa huyeron en una fuga que no duró mucho. Fueron interceptados por otra pareja de la Guardia Civil en Venta Aundi, cerca de Tolosa. Agentes y terroristas se enfrentaron en un tiroteo en el que murió Echebarrieta. Y la épica de la barbarie creó el mito del héroe. Sobre Pardines cayó el manto del olvido y para su asesino -el primero en matar, el primero en morir- se levantó el túmulo al "valeroso" gudari que dio su vida por la patria vasca.

Otros terroristas -otros soldados vascos- asesinaron años más tarde, en 1979, al compañero de Pardines, Félix de Diego Martínez. Enfermo, estaba retirado del servicio activo. Jamás superó la muerte de su compañero. También murió como él, por la espalda. Tampoco eran gamberros ni forajidos.

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