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Feria de Abril

Fiestas muy primaverales

  • Con el mismo buen tiempo que en Semana Santa, la Feria repitió el rito iniciático del 'pescaíto'. La prueba del alumbrado llenó de abriles la Feria de Mayo. Es una superproducción, mezcla abigarrada de oficios.

LA contraportada tampoco está mal. Vuelve uno por Asunción y aparecen primero la torre del Oro y después la Giralda. La del Oro y la del Moro. Pero la gente no tiene prisa por disfrutar de tanta belleza arquitectónica. El sueño ahora es de lona y de albero. Materiales inicuos pero sublimes. Las glorias de mayo entre dos arcos: empieza el mes con el arco de la Portada y acaba con el de la Macarena. El tiempo se mueve a compás entre catedrales y casetas. La del Colegio de Arquitectos se llama así, A Compás.

Se iban de retirada los camareros de Ochoa, pulmón de la carrera oficial de la otra gran fiesta de la ciudad, porque el centro se despoblaba en plena diáspora. En las horas previas, la Feria era el plató de una superproducción. Un director anónimo, la propia ciudad deseosa de sacar el cuello de tantos estigmas y depresiones, llevaba la batuta de un coro abigarrado de oficios: vigilantes, camareros, músicos, barrenderos, policías. Y el edén de los cosarios y chamarileros, porque la Feria tiene signos atávicos de El nacimiento de una nación.

Esto es como las pirámides de Egipto. Unos mandaron hacerlas y otros las hicieron. Los que hacen la Feria por lo general no la disfrutan. Unos van vestidos de fiesta y otros de trabajo. Aunque en este país, en esta ciudad, el trabajo se ha convertido por su rareza en la fiesta por antonomasia. La Feria es un gigante de microeconomías. Un balón de oxígeno.

Los puentes de San Telmo y las Delicias son bellísimas pasarelas de gente que van al real. Hay que estar pendientes de los ciclistas. El carril-bici, coetáneo del rebujito, es hijo del mismo dios menor del mestizaje pequeñoburgués. El catedrático Paco Núñez Roldán camina por la calle Asunción y tiene muchísimas ganas de Feria, pero de la Feria del Libro, donde presentará su novela Jaque al peón. Camina de espaldas a la portada y viene de unas sesiones con el quiropráctico.

Incipiente botellona en el Edificio Presidente. Construcción de los tiempos de Borbolla en la Junta. Tiempo de Los del 84, una caseta de Juan Belmonte, adyacente a la de la Prensa, en la que conviven carteles de fiestas primaverales de Juan Valdés y Félix de Cárdenas. Un grupo de policías locales oye al mando junto a la portada. "No perdáis los nervios, y yo el primero", dice emulando la senda constitucional de Fernando VII.

La Feria es una Ronda de Circunvalación. Es lo que indica la señal de tráfico con una flecha que parece atravesarla como en la canción de Karina. A un lado, Triana, que tiene en Manuel Melado su juglar para julio; al otro el centro histórico. En la calle Costillares, la madre intenta que las niñas no se muevan para la foto. La abuela las jalea con sevillanas clásicas. Ella debió bailarlas en la Feria del Prado.

La caseta del Mercantil tiene tantos camareros como el Titanic. Pendientes del último detalle. Calles con nombre de toreros son un vaivén de afanes y paseíllos. El que lleva una bombona de butano; el que trae una caja de sardinitas -tiempo del pescaíto-, los que empujan una carretilla con un armario. Simulacro de mudanza con bibliografía de Valle-Inclán en Luces de bohemia: "Donde yo vivo, es un palacio".

Cada caseta va a su ritmo. Las particulares, las institucionales, las públicas. Algunos los han confundido con jugadores de baloncesto. Sergio es de Senegal y Lucky de Nigeria. Están en el primer turno de vigilantes de la caseta pública del distrito Bellavista-La Palmera, que parece el recorrido que hizo Felipe González desde su barrio natal al campo del Betis y al colegio Claret.

Miradas vírgenes, inocentes, como la primera vez, y visiones ya ungidas por la costumbre y el rito. Ambas se mezclan en el oficio de anfitrión, cicerones les llamó Alejandro Rojas-Marcos. Si de algo presumen los titulares o socios de casetas es de hacer de la Feria una escuela de amistad.

Roberto Carlos quería tener un millón de amigos y en la Feria podría encontrarlos. Sumaría a los socios de las casetas Los 12 Amigos, Los Amigos de Paco Tenot, Otto y Fritz con sus Amigos, Club Primitivo Amistad, Asociación Cultural Los Amigos, fundada en 1949. 65 años de amistad.

La caseta Los Náufragos parece homenajear al relato que consagró a Gabriel García Márquez. Naufragué y aquí quedé, acompaña la leyenda. En la caseta del Club de Tenis Betis, calle Pepe Luis Vázquez, frente a la Municipal, alguien coloca el jamón en la jamonera. Buena raqueta, Grand Slam de Cumbres Mayores.

Todos los caminos conducen al real: la Alameda, Amor de Dios, Sierpes, la Avenida. La Feria tiene un efecto llamada. En el bar La Norte, en el corazón de la Alameda, hacían noche del pescaíto; en La Bohemia, en Amor de Dios, colocaban una pañoleta; dos chicas lucían sendos trajes de gitana para promocionar los seguros de la compañía Hispano Norte.

El traje de fiesta se iba apoderando de la ciudad de los prodigios. El traje de trabajo se sumía en sus quehaceres para que siguiera funcionando. Duendes del estajanovismo, rigor manchesteriano para una fiesta del sur. Chabolismo de glamour, escoriales para el alto en el camino. Tierra prometida con catavinos y freidoras. En la caseta de la peña sevillista Puerta Carmona (decana de 1953) entra el cuerpo del Bolshoi. Algunos vigilantes se estrenan este año y van con el plano de la Feria, como los turistas.

Han vuelto a colocar un taller de reparación de costuras. Algún cartel de Se Vende en los pisos de Los Remedios. La avenida del cielo junto a la calle del Infierno, el paraíso de los niños del demonio. Todo apunta a que se va a mantener para mejor la bonanza meteorológica de la Semana Santa. Con termómetros rocieros y algunas sevillanas dedicadas a las nuevas tecnologías. El tránsito del me gustas mucho de Paloma San Basilio a los muchos me gusta de estos nuevos amigos que por cientos de miles acuden a la caseta de Steve Jobs.

La Feria tiene un puntito. En el panel a la entrada del real con el millar largo de casetas, vienen todas enumeradas por orden alfabético. La primera es ... Y Jarana, porque los puntos suspensivos, uno detrás de otro, anteceden a la primera letra. Primero fue el punto. El que lo coja. La última es la caseta Zyriab. Peluqueros de Señoras. En la calle Ignacio Sánchez Mejías.

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