Amores imperfectos de sangre azul
La infanta Elena y Jaime de Marichalar no ha sido la única pareja real en tomar esta decisión y, seguro, tampoco será la última.
Tras el cese "temporal" de la convivencia, y 14 años después de pasar por el altar en Sevilla, Elena de Borbón y Jaime de Marichalar anunciaban el miércoles, a través de sus abogados, su divorcio de mutuo acuerdo (y cuyos detalles permanecerán en secreto para proteger así a sus hijos). Una decisión que se veía venir desde hacía tiempo y que no ha impedido que la Infanta haya seguido haciendo su vida normal, pues ayer mismo comparecía durante la inauguración del Centro de Autonomía Personal para Mayores que tuvo lugar en Castilla La Mancha y que suponía su primera aparición tras la distribución de una noticia que, al ser la primera de estas características, daba un duro golpe a la Familia Real. Por esa misma razón parece ser que la reina Sofía se encuentra muy afectada y que, sobre todo, quiere evitar la petición de nulidad a la que, desde algún sector, también se habría apuntado.
Toda una novedad ésta para los españoles a la que, sin embargo, los ciudadanos de países como Gran Bretaña están bastante acostumbrados pues, durante una época al menos, los británicos han desayunado día tras día con los avatares sentimentales que le han ido sucediendo a los descendientes de Isabel II. Así, los primeros en destapar allí la caja de Pandora fueron los príncipes de Gales, Carlos y Diana, que, a pesar de sus dos hijos en común, decidieron cada uno realizar su propia vida, pues, por un lado, él no había dejado nunca de pensar en la que, tras la muerte de Lady Di, sería su segunda esposa -Camila Parker-, y ella había iniciado un largo camino de diversos romances culminados con el de Dodi Al Fayed (junto a quien halló la muerte en París el 31 de agosto de 1997). Antes, tras la ruptura definitiva en marzo de 1994, Diana había aceptado ya, el 29 de febrero de 1996, un desenlace marital legal que, por otro lado, la convertiría en una mujer libre para volver a casarse con la persona que hubiera elegido.
De igual forma, su cuñada, la polémica Sarah Ferguson, se dio cuenta de que el príncipe Andrés de Inglaterra no era el hombre junto al que quería envejecer. Por esa razón, en enero de 1996, los duques de York -uno de los títulos que recibieron-, resolvieron una unión salpicada de escándalos como el que protagonizó Fergie -apodo de Sarah-, al ser cazada in fraganti mientras un administrador financiero americano, John Bryan, le lamía los pies en el transcurso de unas vacaciones. Otro disgusto más para una estricta monarquía, la inglesa, que ya tuvo que soportar cómo su propia hermana, Margarita, apostaba en el amor por un fotógrafo, Tony Amstrong-Jones (con el que, frente a la oposición de los suyos, dio el "sí, quiero" en 1959) y que, más atrás aún, tenía el antecedente de Eduardo VIII, el cual abdicó en 1936 para pasar el resto de sus días al lado de Wallis Simpson, americana con dos ex maridos que robó por completo el corazón del noble.
Otros de sangre azul acostumbrados a los escándalos rosas son los Grimaldi que, en general, llevan a sus espaldas un largo historial donde figuran fracasos como el de Carolina de Mónaco con el playboy Philippe Junot (aventura que sólo duró de 1978 a 1980) o las crisis de ésta y Ernesto de Hannover, amén de las andanzas de la benjamina, Estefanía. Ésta ha cometido locuras de pasión que le han hecho firmar efímeros documentos como el que, entre 1995 y 1996 le ató a Daniel Ducruet (con un turbulento final) y el que, entre 2003 y 2004, le llevó al lado del acróbata portugués -diez años menor-, Adans López. Quien, por ahora, parece resistirse a seguir los pasos de sus hermanas es Alberto, muy en sintonía con la nadadora sudafricana Charlene Wittstock pero reticente a la hora de formalizar su noviazgo.
Son los anteriores posiblemete los casos más significativos aunque no podemos dejar atrás en esta enumeración a Joaquín de Dinamarca, retoño menor de la reina Margarita, y su mujer, Alexandra Manley o Irene de Holanda y Carlos Hugo Borbón de Parma que también dieron que hablar con su mutua decisión de darse otra oportunidad en la complicada madeja de los sentimientos. Al fin y al cabo, nobles o no, todos debemos tener el mismo derecho.
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