El hombre que atropelló y mató a una bebé en Castilblanco, a la familia de Manuela: "Siento condenaros de por vida"
Homicidio imprudente
José María V.V., el Vara, se defiende en el juicio asegurando que se despistó porque se le cayó un mechero, que no iba drogado y que no paró para auxiliar a las víctimas porque vio "mucha gente chillando", aunque los testigos rebaten esa versión
La Fiscalía pide nueve años de cárcel para el acusado, la familia de la víctima reclama un total de doce y la defensa acaba dejando su petición en tres años y medio
La Fiscalía de Sevilla pide nueve años de cárcel para el Varita por el atropello mortal de una bebé en Castilblanco
“Siento condenaros de por vida, como lo estoy yo. No hay día que no piense en Manuela”. Con estas palabras de José María V.V., que el 23 de noviembre de 2020 atropelló y mató a una bebé de diez meses en un paso de peatones de Castilblanco de los Arroyos, quedó visto para sentencia el duro juicio celebrado este miércoles en la Audiencia de Sevilla. Duro sobre todo para la familia de la pequeña, que se portó con una entereza y una educación admirables. El nutrido grupo que vino desde el pueblo al Palacio de Justicia no dedicó ni una voz ni una palabra al homicida durante el interminable cuarto de hora que estuvo plantado en la puerta de la sala esperando para entrar, de espaldas a todos ellos. Y cuando algunos de ellos entraron en la sala, ni murmullos ni quejas ni interferencias se oyeron desde los bancos que ocuparon, a pesar de lo traumático de la experiencia.
La única certeza que dejó el juicio es que encausado fue el autor del atropello. Así lo ha venido admitiendo desde el mismo día del hecho. Ante el tribunal, a modo de excusa o explicación, se escudó en que aquel día mientras conducía en la entrada a Castilblanco se le cayó un mechero, se agachó y, cuando se levantó, ya no pudo evitar el choque con el carrito donde iba Manuela. También admitió que no se paró, aunque sí frenó, porque vio a “muchas personas chillando”. “Me asusté mucho. Si le hubiera pasado a mi hija, no sé qué habría hecho”, dijo. Los testigos directos del suceso, sin embargo, coincidieron en que no frenó y en que allí no había casi nadie, más allá de un vecino que auxilió a las víctimas, el conductor de la máquina retroexcavadora a la que el acusado adelantó temerariamente (iba a 59 kilómetros por hora en un tramo limitado a 50) y una amiga de la madre de la pequeña.
El Vara también se defendió diciendo que no iba drogado. El día antes sí tomó “un par de micras” de cocaína y heroína y se fumó un porro antes de dormir, pero en el momento de los hechos no sufría “ningún efecto”, aunque el análisis toxicológico al que fue sometido tras su detección halló rastro de varias sustancias estupefacientes. A pesar de esa línea argumental, su defensa quiere que se le aplique la atenuante de drogadicción.
La tragedia sucedió cuando el Vara regresaba a casa de sus padres a primera hora de la tarde para irse a Cantillana. Por la mañana ya había estado junto a su padre, herrador de caballos, en un club hípico de Alcalá del Río, y después almorzó con la familia. Y allí volvía cuando en la avenida Antonio Machado, unos metros después de una rotonda, se topó con Manuela y su madre.
“Se me cayó un mechero que llevaba en la pierna. Vi que adelante iban un Mercedes y una retroexcavadora y creía que estaban circulando. Me agaché y al levantarme vi que iba a chocar. Por instinto me desvié, invadí el carril contrario, vi a la madre con la hija e intenté esquivarlas, pero trágicamente no pude, estaba del todo encima”, relató. Su versión es que iba a 50 kilómetros por hora y que no vio el paso de cebra.
Tras matar a Manuela (falleció poco después en el hospital Virgen del Rocío) y dejar malherida a su madre, el conductor prosiguió su camino hasta la casa de sus padres. “Casi paré el vehículo, pero vi a mucha gente chillando y me asusté mucho. Pensé que podían hacerme daño porque había hecho algo malo”, contó. “En ningún momento quise quitarme de en medio. Nada más llegar a casa se lo conté a mi padre y le dije que llamase al 112 y a la Guardia Civil”, añadió.
Preguntado por su abogado (el único al que contestó además del fiscal), el Vara también recordó que ya estando en la comisaría tuvo que ir al médico: “Me encontraba muy mal por lo sucedido, con ansiedad”. Y desde que entró en prisión está en tratamiento psicológico: “No asimilo esto”, confesó.
Eso sí, para oírle algo sobre Manuela o sus padres hubo que esperar al final de la vista, al trámite del ejercicio de la última palabra. El acusado sacó entonces un papel, pidió a los policías que le quitasen las esposas y se dirigió a los familiares de la bebé: “Lo siento mucho, sé que mi disculpa no devuelve nada pero necesito decirlo. Soy padre y sé lo que es un hijo, siento condenaros de por vida, igual que lo estoy yo. No hay día que no me acuerde de Manuela, no quiero imaginar la situación por la que estáis pasando, espero que Dios os esté ayudando”, recitó.
El testimonio de los padres de Manuela
Durante el juicio también han comparecido como testigos los padres de Manuela. El acusado, que llevaba una braga para el frío, se ha tapado media cara cuando entró el padre y ha actuado igual cuando ha sido el turno de la madre, que pese a todo le ha dirigido una elocuente mirada cuando ha subido al estrado. "Esto es como volverse loco, esto no lo aguanta nadie", ha lamentado la progenitora, lógica y visiblemente emocionada aunque no ha perdido la compostura en ningún momento. "Yo iba cruzando y escuché un ruido muy fuerte de un coche a bastantes revoluciones. Iba demasiado ligero. Cuando me levanté, ella ya estaba bastante lejos", ha narrado también. A ese trance le siguió otro: decirle a su otra hija, Julia, lo que había pasado: "Cómo le cuentas a una niña de cinco años que su hermana no va a volver... Quién me prepara a mí para eso. Ella llora todos los días", ha murmurado.
José Carlos, el padre, también ha estado muy entero cuando ha declarado con el homicida de su hija a un par de metros de distancia. "Para mí todos los días son tristes y muy duros. Se me ha ido un trocito y esa pena la voy a llevar hasta que me muera", ha dicho. Aquel 23 de noviembre, él iba camino de Sevilla con su otra hija para una revisión médica, pero al llegar a Guillena lo llamaron para darle la pésima noticia. "Esto lo tendré de por vida, nadie quiere que le pase lo que me ha pasado a mí", ha lamentado también.
La pareja ha coincidido en otra denuncia: la ausencia de una disculpa por parte del autor de la muerte de su hija. "Personalmente no nos ha pedido perdón, nada, ni a mí ni a mi esposa", ha referido el padre. "Por ningún medio, ni por carta ni cara a cara. No ha pedido perdón", ha ratificado la madre.
Los testigos directos del atropello
En el juicio, que se ha prolongado durante unas cuatro horas y ha finalizado pasadas las tres de la tarde, han participado una decena de testigos y peritos. Los primeros han sido los que vieron el atropello en directo, empezando por el vecino que iba conduciendo de frente al acusado. Él fue el primero en auxiliar a las víctimas. "Vi a Carolina con intención de cruzar, levanté el pie para ir frenando y vi un coche de frente que se la llevó. Venía rápido y lo arrolló", ha rememorado este testigo, que identificó al Vara como el conductor del vehículo homicida y se mostró "casi seguro" de que circulaba a más de 60 kilómetros por hora. "A la velocidad que venía podía haberla visto, pero era tarde. Si hubiera ido como tenía que ir, le habría dado tiempo de frenar", ha considerado.
Más o menos lo mismo opinó el siguiente compareciente, el conductor de la retroexcavadora a la que José María V.V. rebasó antes de atropellar a Manuela. "Cuando me adelantó, el paso de cebra estaba a 20 o 25 metros. Había distancia para ver el carrito, pero iba a una velocidad excesiva y no hubo frenada", ha explicado este segundo testigo. En cuanto a esa alegación de que se formó un revuelo, este interviniente lo ha negado y ha dicho que nadie más se paró al margen de él y del vecino que recogió a las víctimas.
Las peticiones de condena
El desarrollo del juicio ha hecho que todas las partes hayan modificado sus conclusiones en mayor o menor medida. La Fiscalía ha mantenido su petición de nueve años de cárcel por homicidio imprudente, lesiones (por el atropello de la madre), abandono del lugar del accidente y un delito contra la seguridad vial, pero ha renunciado a reclamar una indemnización después de que la supuesta aseguradora del vehículo (la compañía niega su responsabilidad y espera que la sentencia imponga el pago al Consorcio de Seguros) haya abonado ya algo más de 100.000 euros a la familia.
Los padres de Manuela, por su parte, han reducido bastante sus exigencias iniciales y han terminado pidiendo doce años de prisión. En cuanto a la responsabilidad civil, ha solicitado 46.074,43 euros para la madre, 23.037 euros para el padre y 7.828 euros para la hermana.
La última en exponer sus conclusiones ha sido la defensa. Además de oponerse a esas pretensiones económicas, el letrado del Vara ha pedido que a su cliente se le impongan las penas mínimas por los cuatro delitos, lo que da un total de tres años y medio de cárcel. Hay que tener en cuenta que el acusado ya estuvo en prisión provisional casi dos años y que ese tiempo habrá de restársele a la condena que se le imponga.
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