La estética del Centro histórico

Horrores del Arenal

  • El Arenal se parece cada vez más a la Alfalfa pero con plaza de toros, varias de sus principales calles acogen negocios de rótulos estridentes

Negocios de rótulos estridentes en la calle Antonia Díaz

Negocios de rótulos estridentes en la calle Antonia Díaz / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

SANTA CRUZ tiene la fama porque es un barrio turístico de temporada. Santa Cruz tiene turistas todo el año. Por eso nos preocupa su estética, cada día más horripilante. La calle Mateos Gago, con derecho perpetuo a la Giralda, apesta a fritanga en las horas punta, pero el alminar todo lo salva. La Catedral todo lo aguanta. Los bares impostados todo lo engañan. Y los turistas, nuestros señores, todo lo soportan. Nos preocupan los horrores de Santa Cruz, con sus calles con continuas bullas de mochilas, calcetines exhibidos y combinaciones de atuendos a lo marido de la Merkel. Está por investigar por qué el turista tipo siempre parece (el tipo) a medio vestir, como si se hubiera quedado a la mitad. Santa Cruz se lleva la fama, los desvelos y las denuncias románticas cuando el Arenal, tan cerquita, tiene ya una galería de los horrores con estilo propio.

El verde botella, el azul eléctrico y el rosa fucsia han llegado al barrio taurino. Ynadie ha dicho nada. Ni pío. Ningún inspector de Urbanismo se ha dado un garbeo por la calle Adriano para comprobar lo que el historiador Joaquín Egea lleva años denunciando sobre la ciudad en general y que recordó en este periódico el pasado domingo: “Cada vez es más triste pasear por Sevilla; estamos librando la última batalla”. Como un Romero Murube del siglo XXI, Egea llora en sus paseos como lloramos al ver los horrores cromáticos de la calle Adriano, que al menos conserva un frondoso arbolado bajo el que da gusto llegar a la Plaza de Toros, el monumento de titularidad privada mejor cuidado de toda la ciudad, dicho sea con permiso del Cabildo Catedral.

Los adoquines de Gracia Fernández Palacios y el coso del Baratillo son parte de la reserva de la impronta original de un barrio que ha evolucionado a milla de oro del gin tonic, nido de apartamentos turísticos sin licencia y negocios estridentes que evocan la imagen de un permanente tenderete de suburbio de playa.

La calle Adriano La calle Adriano

La calle Adriano / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

A la galería de los horrores de este Arenal degradado no le falta el perejil de la Torre de la Plata cercada cada día por los coches. Se supone que es un Bien de Interés Cultural, por lo que hasta sus alrededores deberían ser mimados por las autoridades patrimoniales, pero las catalogaciones son papel mojado en demasiadas ocasiones. Quién cuida el sello del barrio del Arenal, quién protege al barrio de la invasión de reclamos turísticos, quién velará para que no se pierda el último ultramarinos, quién se preocupa de tomar medidas para que no se muera el comercio local que todavía sobrevive y que aporta esa singularidad que hace una ciudad distinta de otra. Al mismo Arco del Postigo le han dado una de cal, con la apertura de una discreta joyería junto a la capillita de la Pura y Limpia, y una de arena, con la bofetada estética del negocio de los autobuses turísticos donde antes estaba la popular calentería.

Este Arenal, donde estaba el Baratillo citado por Cervantes, aparece cada día más afeado, como lo aparece el resto del centro histórico de una ciudad a la que la explosión del turismo le ha sorprendido como un tsunami. La ciudad está desbordada por el turismo. La ciudad de las personas que soñó Monteseirín es la ciudad de los turistas. El Ayuntamiento no da abasto al retirar los rótulos de la Avenida para proteger (ay, qué risa) la estética de la Catedral. Los arquitectos recrean una ciudad minimalista y de colores oscuros en la ciudad de la luz, mientras los comerciantes apuestan por el modelo de Benidorm. El centro es de los turistas los fines de semana, es todo menos esa urbe habitable que nos vendieron no hace mucho.

La Torre de la Plata La Torre de la Plata

La Torre de la Plata / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Hay una ciudad de lunes a jueves, como hay otra de viernes a domingo. Se reían del alcalde socialista que mandó a la playa a los sevillanos a partir del viernes de Feria. Ahora todo el que puede evita el centro los fines de semana. Sevilla se queda en los barrios, donde hay sitio en los bares y plazas, donde se puede hacer esa vida tranquila que se requiere tras la semana laboral. El centro es para los turistas más que nunca, como ocurre en muchas ciudades de España. Siga llorando el historiador Egea en sus paseos por la ciudad, por un centro que un día nos prometieron peatonal y al que cada vez cuesta más trabajo llegar y más aún moverse.

El Arenal se parece cada vez más a la Alfalfa pero con plaza de toros. El centro de Sevilla es cada vez más la Antilla pero sin playa. De la amarilla calamocha del Postigo a los tonos rosas, verdes y azules de Adriano. Del adoquín al asfalto. Del negocio local a la franquicia. Ya no se ven cigarreras por la calle San Fernando ni sevillanos por el centro los fines de semana. El sueño de la economía genera monstruos. La estética es cosa de fascistas, que rima con turistas.

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