La caja negra

Volver a ser lo que fuimos

  • La reconstrucción consiste en recuperar los turistas y los bares cuanto antes, no nos engañemos. El cambio de modelo productivo se lo encomendamos mejor a futuras generaciones.

La reconstrucción de parte del tejado del convento Madre de Dios

La reconstrucción de parte del tejado del convento Madre de Dios / M. G. (Sevilla)

La reconstrucción consiste en intentar volver a ser lo que fuimos antes del 13 de marzo. Y lograr el objetivo cuanto antes. Nadie interpreta la crisis como una oportunidad, como una coyuntura de la que sacar provecho, como la ocasión para remover las fichas de dominó y empezar una nueva partida, como el momento idóneo para pulsar la tecla del f5 y comenzar una nueva etapa ya refrescados. La percepción del éxito consiste, no nos engañemos, en recuperar el statu quo, que no tiene nada que ver con el status quo, como dice algún político que de vez en cuando se confunde con la banda musical que cantaba aquello tan célebre de In the army now.

Aquí el debate gira en torno a cuánto duran los puntales de los ERTEs sujetando el frágil andamio de la paz social, cuántos se benefician y durante cuánto tiempo del ingreso mínimo vital, clave en un Estado de Derecho que presume de su carácter social, pero que no puede consistir en una medida estructural; en cuántas aceras y jardines se arreglan con el Plan Aire, y en qué requisitos hay que cumplir para acceder a la renta mínima autonómica. El baile de planes, cifras y plazos es mareante. Se confunden las medidas (que siempre se envuelven en “paquetes”) y las administraciones en una borrachera colectiva de la que el Estado no está preparado para la gran resaca que viene.

Muchos tratamientos paliativos, muchos torniquetes para impedir la hemorragia en las cifras del paro, muchas declaraciones bienintencionadas, mucha mascarilla de oxígeno al decrépito enfermo del turismo para que mantenga la vida artificial al menos hasta septiembre, mucho apoyo a los bares y mucha campaña para meternos las ganas de viajar a partir del 21 de junio. Pero todos sabemos que nuestro modelo productivo no cambiará. Somos una ciudad decadente en una región tradicionalmente lastrada en la que los cuarenta años de autonomía no han servido para rescatarnos de los últimos puestos de algunas clasificaciones.

Del alcalde de Valladolid

Hasta el arzobispo lo ha confesado: “Necesitamos a los turistas”. Sí, monseñor tiene razón. Los necesitamos para seguir respirando, pero en realidad necesitaríamos un turismo mejor y una expansión hacia otras formas de producción. Claro que nos urge recibir visitantes. Los necesitan desde la Catedral a las tabernas, pasando por las tiendas de recuerdos, las cafeterías franquiciadas y los paelladores de las siete de la tarde. El alcalde de Valladolid, el mostrenco Oscar Puente, nos ha metido el dedo en el ojo desde Castilla y León. “Andalucía no tiene una triste fábrica”. Puyazo mal colocado, alcalde. Algo de verdad hay en ese declaración. Pero ocurre que no hay peor mentira que una media verdad. Y quizás ha ido a pronunciarla el menos indicado. Es verdad que necesitamos más chimeneas, que decía un veterano periodista cada vez que un político se presentaba a la Alcaldía de Sevilla. Mucho turismo, mucho Fitur, mucho sello de calidad de las playas, mucho destino seguro… ¿Pero usted va a promover más chimeneas? ¡Las fábricas, oiga, las fábricas! El día que quebró Abengoa fue nuestra particular esquela, como cuando se fue la Casa de la Contratación definitivamente. Cada cual vive de lo que puede.

Fábricas tenemos. Y no tristes precisamente. Es cierto que deberíamos tener muchas más para los recursos y la población con los que cuenta Andalucía, para las ayudas europeas que ha recibido durante tantos años, para la historia que nos alumbra. Pero es cuando menos poco elegante mentir de esa forma. Como cuando se meten con la educación de nuestros niños. Otra media verdad, no se olvide, que por serlo se convierte en una gran mentira. El alcalde de Valladolid es un mediocre que llama la atención ya con demasiada frecuencia por sus andanadas. Y no se olvide que es el portavoz de la ejecutiva federal del PSOE. En Sevilla vuelven los veladores, las obras se reanudan, la Plaza del Salvador es el perfecto vertedero de los trabajos que se efectúan en la calle Cuna y el alcalde presenta sus planes para no permitir el hundimiento del turismo. Por cierto, ¿cuántas veces ha anunciado ya el gobierno local el plan de inversiones para reparar el Paseo de Juan Carlos I y que deje de tener el pavimento propio de una ciudad bombardeada?.

El establecimiento La Flor de Toranzo, Casa Trifón, reabrirá el día 1 de septiembre. Como Becerrita. No habrá montaditos de leche condensada con anchoas hasta entonces. Sí habrá cornetería de las Lágrimas de San Pedro en la festividad del apóstol desde el campanario de la Giralda.

El Ateneo ya ha preguntado qué hacer con la Cabalgata de 2021. El Ayuntamiento ha aconsejado a la docta casa que tire hacia adelante. Los reyes magos tienen que venir como sea. Ya buscará la fórmula el teniente Cabrera y su equipo. ¿Y la Semana Santa? Si hay rebrote, malo. Si no hay vacuna o antiviral, peor. La visita de los Reyes de España a las Tres Mil Viviendas será breve y con pocos testigos. Los soberanos no quieren generar ninguna bulla ni aglomeración a pocos días del levantamiento del estado de alarma. Se trata de un testimonio, de dar un aldabonazo y de prestar un apoyo institucional de máximo nivel a la zona más degradada de España. Muchas empresas pueden por fin comprometerse con algunas de la causas abiertas en esta zona a raíz de la visita de la más alta magistratura del Estado. Las autoridades y los periodistas serán los justos y precisos. Ni banderitas, ni vítores. Y no ha dejado de ser curioso que ha sido anunciarse la visita real a las Tres Mil y despertarse las voces del odio de siempre. Hay gente que no es que tenga cristales en la barriga, es que tienen la Fábrica de Vidrio de la Trinidad enterita en las entrañas. En eso no hemos cambiado ni cambiaremos. Producimos cristales a diario.