La caja negra

Las torrijas de Juan Marín

  • España en días de pandemia, el número de muertos sube, el presidente de la Junta nos advierte que lo peor está por llegar, pero tenemos un vicepresidente que nos enseña en chándal a hacer repostería de cuaresma

Juan Marín, en la cocina de su casa

Juan Marín, en la cocina de su casa

Los políticos tienen que presentar una declaración de ingresos y otra de bienes cuando acceden a un cargo público. Pero por ahora no están obligados a firmar una declaración jurada en la que se comprometan a no hacer el indio y a no ser motivo de bochorno. Muchos políticos de hoy padecen los efectos de una combinación terrible, cuando se juntan las ganas de vanidad con el hambre de notoriedad. Sienten la necesidad de generar titulares cada día, de producir contenidos para el campo minado de las redes sociales.

Ayer España se levantó con una nueva hornada de muertos, de caídos por la acción del coronavirus. Pero recibimos el bálsamo reconfortante de que nuestro vicepresidente de la Junta de Andalucía nos animara la jornada haciendo torrijas y también, por cierto, propaganda descarada de una marca de manzanilla, escrita sea en minúscula, no en mayúsculas como hizo el número dos de la Administración autonómica.

Juan Marín apareció además en chándal. Aló Marín. La polémica se encendió pronto. Este Juan había metido la pata en el momento más inoportuno. Perdió un magnífico domingo para quedarse sencillamente quieto. No nos interesa ver a los políticos en actitud de trabajar, ni en mesas suntuosas presidiendo reuniones. Mucho menos haciendo torrijas cuando los servicios sanitarios andaluces se preparan para los peores días de la epidemia, cuando nos aproximamos a los cinco mil contagiados y hemos superado los doscientos muertos en el Sur de España. Es una frivolidad.

Marín hace torrijas y sonríe en chándal de guardacoches del Charco de la Pava cuando hay tanatorios colapsados y el mundo se pone la mascarilla para evitar contagios. ¡Eso un actitud positiva ante la vida! Sí, señor. Los andaluces volveremos a ser lo que fuimos gracias a Marín, ese hombre. Yo estoy esperando la receta de los pestiños al estilo Marín. Porque hay andaluces que son más de pestiño que de torrijas, ¿verdad? Como los hay que son más de ropa de casa que de chándal bolivariano. A ver si el señor vicepresidente se anima y sigue con el recetario. Queremos más. Juan debe convertir lo suyo en una serie completa: “Recetas para un confinamiento, por Juan Marín”. Y que le pongan de fondo aquella canción del “siempre que llegas a casa me pillas en la cocina con las manos en la masa”.

Señores políticos, métanse en el bolsillo del chándal la vanidad de baja estofa que les pierde. Trabajen, no traten de ser superhombres de diseño. La visión más humana que demanda la política actual no consiste en enseñarnos a hacer torrijas ni yoga, no se trata de que parezcan padres ejemplares y nos vendan su intimidad, como la igualdad no se logra al usar el todos y todas como bobos… y bobas. Déjense de gestos innecesarios y gratuitos al escaparate, que aquí no hay más escaparate que la revista de Mario Niebla del Toro. En el futuro museo de la pandemia tenemos una prenda nueva. Al chaleco del doctor Simón hay que sumar el chándal de Marín, hallazgo del segundo domingo de confinamiento.

Hay supermercados que abrieron mientras los templos siguieron cerrados. Sin colas, con escaso público, como le gusta a la ministra Montero que esté la calle a partir de hoy. Todo el mundo en su casa. La portavoz andaluza compareció tras el consejo de ministros extraordinario. Doña María Jesús, prudente ella, se hartó de decir “parece” antes de cada aseveración sobre la mejoría de los datos. Parece que nos aproximamos al pico, parece que la curva se aplana, parece que vamos a mejor… El verbo parecer es un gran burladero tras el que evitar una voltereta, que luego la cosa empeora y te sacan el vídeo de turno afirmando que ya estábamos fuera de peligro.

En la televisión difunden testimonios de sanitarios literalmente al borde de un ataque de nervios. Al menos por ahora no se producen en España asaltos a los supermercados, como ha sucedido en Italia. Los que abrieron ayer en Sevilla no tenían ni la habitual cola de espera para que el público no se aglomere. No hizo falta 

De varias casas sale el eco de pregones pasados. Se oyen algunos pestiños, no todo van a ser las torrijas de Juan, el sanluqueño. Hay un tío que toca la trompeta en una azotea de la calle Perla. Suena “Virgen de las Aguas”. O algo parecido… Fue un suplicio sólo compensado por disfrutar de la luz y el aire de la mañana. La televisión ofrece imágenes de Semanas Santas de años anteriores. Algunos prefieren seguir viviendo del recuerdo. Esperar al año próximo. Sobrellevar el vacío sin trampantojos. Vivir la cuaresma en cuarentena y sin azúcares añadidos.

Los mayores recordarán aquellos días en que sólo teníamos los discos del Soria 9, el libro del padre Federico Gutiérrez y los coleccionables de la prensa diaria. ¿Acaso no eran días felices? No había internet ni los políticos nos enseñaban a hacer torrijas. Por cierto, en aquellos años la manzanilla La Guita traía, como su nombre indica, una cuerdecita pegada a la etiqueta. Al final de la Feria nos hacíamos una pulsera juntando guitas. Quien se la hacía el primer día era señal de que había pillado una gran torrija…