Accademia del Piacere | Crítica

Un crossover dudosamente amplificado

Un momento del concierto

Un momento del concierto / M. G.

Este programa ya se presentó en la Bienal de Flamenco de 2018 con los mismos mimbres (salvo la ausencia de Carmen Linares y la sustitución de Mariví Blasco por Quiteria Muñoz). Obviamente en este tiempo ha evolucionado, pero la idea era, y sigue siendo, presentar romances castellanos salidos de los cancioneros españoles del Renacimiento para contrastarlos con música de tradición árabe con alguna pincelada flamenca. La fusión funciona en el plano de la tímbrica, pues todos los intérpretes tocan las piezas de uno y otro lado de la imaginaria frontera entre Oriente y Occidente, y por momentos los ritmos parecen fraguar, encuentran una continuidad entre distintas tradiciones (Dani de Morón y Fahmi Alqhai habían planteado ya muchas veces esta mezcla entre jácara y bulería, por ejemplo), como salidos de la misma fuente madre.

El nivel musical es sencillamente espectacular. Ghalia Benali es un auténtico volcán, una fuerza desatada de la naturaleza, con una musicalidad natural y un swing deslumbrantes, y Quiteria Muñoz mostró una flexibilidad extraordinaria, un gusto exquisito y apreciable personalidad ornamental. Los instrumentistas son todos de primerísimo nivel. Pero algo no terminó de funcionar. El espectáculo se amplificó, y la amplificación provocó la desnaturalización de los timbres de los instrumentos y el ocultamiento de algunos (el órgano prácticamente no se escuchó, hubo problemas con la guitarra, sobre todo al principio, y con el setar y a menudo las violas bajas crearon una especie de soplido de fondo que lo cubría todo), la distorsión del espacio sonoro (los instrumentos no se escuchaban en el lugar en el que estaban siutuados sobre la escena) y el aplanamiento de las dinámicas (todo sonó entre el forte y lo atronador). Los ritmos pudieron sentirse, algunas melodías nos hicieron vibrar, pero el matiz no apareció prácticamente nunca (algún pasaje solista, y por el manejo del tempo) y la distinción entre las partes, la individualidad de los timbres resultó muy problemática; fue como si todo hubiera sido pasado por la batidora de los sonidos: las voces estaban ahí, pero llegaban de manera informe, sin definición ni detalle.

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