Adiós a Pancho Bautista, hombre de cine andaluz
No anda sobrada la pequeña historia del cine andaluz de tipos como Pancho Bautista (Benacazón, 1945), crítico en las páginas del diario Pueblo, guionista (La espuela y María, la santa, ambas dirigidas por Roberto Fandiño) y productor pionero desde su empresa Galgo Films, hombre de cine en toda su redondez profesional y picaresca, buscador de minas de oro imposibles empeñado en triunfar sin salir de su tierra, fallecido el pasado viernes 21 de junio a la temprana edad de 68 años.
Fundamentalmente conocido por Se acabó el petróleo (1980), su gran hit comercial y título hoy de culto (friki) de nuestra por entonces inexistente industria del cine regional, un filme que congregó a humoristas históricos del orbe local como Pepe da Rosa, Paco Gandía, Josele o Charo Reina, al tesón y la mano de Bautista le debemos también esa pequeña joya del cine español de la Transición que es Manuela (1975), de Gonzalo García-Pelayo, una excelente película de debut basada en la novela homónima de Manuel Halcón que, más allá del arrinconamiento regionalista a la que ha sido tradicionalmente sometida por los grandes historiadores y estudiosos de nuestro cine patrio, ofrece, con una producción ciertamente ambiciosa (ahí estaban Fernando Rey y Charo López al frente del elenco), algunos de los destellos e ideas cinematográficas más brillantes del cine de una época que anunciaba cambios, aperturas, temas y progresos que luego no lo fueron tanto, mucho antes de la definitiva institucionalización política y cultural del andalucismo.
De Bautista, que fue consecuentemente homenajeado por los críticos andaluces asociados de Asecan en 2012 y al que vimos asomarse con su cámara de fotos (¡analógica!) en las conferencias en torno al cine de García Pelayo que se celebraron durante el pasado SEFF, se recordará sobre todo su buen ojo para explotar el filón de la andaluzada humorística en clave de producto rentable. Al rebufo de Se acabó el petróleo llegaron, con las mismas caras familiares y un mismo aire desenfadado y folclórico-festivo, Los alegres bribones (1982) o Un parado en movimiento (1985), ficciones de temporada, buena taquilla y a otra cosa compaginadas con trabajos más personales como el documental La saga de los Vázquez (1982), donde pudo plasmar su pasión por el mundo de los toros.
Dedicado a otros asuntos menos noticiables en las últimas décadas, Bautista reapareció como productor con Amar y morir en Sevilla(Don Juan Tenorio) (2001) y como director del documental Quiero ser artista, dedicado a Antoñita Colomé, otra de nuestras pequeñas heroínas locales con hueco en los grandes manuales.
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