Àlex Rigola se despide del Lliure con una familia de "tigres agazapados"
El Central acoge hasta mañana 'Gata sobre tejado de zinc caliente', adaptación del clásico de Tennessee Williams que es su último montaje para el teatro barcelonés
Àlex Rigola (Barcelona, 1969) ha dirigido durante ocho años el Teatre Lliure, un proyecto cómplice (él lo califica como "compañerismo orgánico") del Teatro Central, sobre cuyas tablas ha mostrado la mayor parte de su trabajo. Su arriesgada andadura se ha saldado con ambiciosas apuestas aclamadas por la crítica, como 2666, Ricardo III o Julio César, y hoy es uno de los autores más demandados internacionalmente, así como el director de la sección teatral de la Biennale di Venezia.
En la versión escénica que Rigola ha preparado de Gata sobre tejado de zinc caliente los seis protagonistas parecen "tigres agazapados" momentos antes de dar el salto. Expresar esa violencia contenida, soterrada, exige un trabajo "agotador" para los seis intérpretes de esta adapación del clásico de Tennessee Williams que hoy llega al Central precedida de un rotundo éxito en las carteleras de Barcelona y Madrid, donde ha coincidido con la versión escénica de Un tranvía llamado deseo que, dirigida por Mario Gas, confirma la vigencia de Williams para ahondar en el mal por antonomasia de nuestros días: la incomunicación.
A diferencia de la mítica versión cinematográfica en la que Richard Brooks dirigió a Liz Taylor y Paul Newman, aquí el retrato de la pareja en descomposición lleva los rostros de Chantal Aimée (Maggie) y Joan Carreras (Brick) y se sitúa en el seno de una familia realmente infeliz. "El icono Liz Taylor crea una perspectiva irreal del texto porque ella es sólo una de las protagonistas. Es muy importante el personaje del padre (que interpreta Andreu Benito) y una gran escena de la obra es su diálogo con Brick".
A lo largo de una hora y media sin interrupción, Rigola sume a sus seis actores -completan el reparto Muntsa Alcañiz (madre), Ester Cort (Mae) y Santi Ricart (Gooper)- en una instalación que sugiere un campo de algodón y donde el piano de Raffel Plana ofrece un contrapunto musical al tenso y asfixiante ambiente. "El texto de Tennessee Williams exige muy buenos actores. Éste es un trabajo intimista. Hemos querido que los intérpretes no tuvieran las edades originales de los protagonistas. Son mayores, llevan más años juntos y por eso lo que ocurre tiene más porquería acumulada. Saben los puntos flacos exactos del otro y cómo hacerle daño", explica Rigola.
El director catalán disecciona la convivencia de una pareja que se descompone y muestra sin rodeos cómo se utiliza cualquier fórmula para llamar la atención del otro. "Quienes hayan pasado por una ruptura, por esos momentos que algunas parejas cierran enseguida mientras otras necesitan años para hacerlo, reconocerán el hastiado clima moral" que se representará sobre las tablas del Central hoy y mañana (21:00), con todas las entradas agotadas.
Aunque la homosexualidad de Brick es un tema secundario -"Tennessee Williams pensaba que sólo había que insinuarlo", apuntó Rigola-, el director cree que no es un asunto socialmente superado y, como el protagonista masculino es un exjugador de fútbol americano, aprovechó para plantear por qué ningún jugador de la liga española de fútbol se ha declarado homosexual. ¿Tienen un genoma distinto al resto de la sociedad?". A lo que respondió concluyendo que "hay alguien que sigue escondiéndose".
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