"No sería capaz de vivir sin subirme a un escenario"
Alicia Camiña Ginés | Saxofonista
Concluido su primer año de máster en Berklee (Boston), una de las universidades de música más importantes del mundo, Alicia Camiña Ginés (Sevilla, 1997) prepara en casa su primer disco
Su historia comienza como la de millones de niños de todo el mundo, acercándose a un conservatorio por deseo de sus padres, pero ha llegado a un punto que sólo alcanzan los elegidos, los estudios de posgrado en uno de los centros musicales más importantes del mundo, la Universidad musical de Berklee en Boston, Estados Unidos. “Al principio era como un juego. Nadie esperaba que yo fuera a llegar tan lejos con la música. Pero cada vez me gustaba más, hasta que ingresé en el Superior de Sevilla, cuando ya sabía que me quería dedicar a esto”. A sus 22 años, Alicia Camiña Ginés mira al pasado con agradecimiento y al futuro con ambición.
–¿Por qué el saxofón?
–Mi madre quería el violín. A la hora de elegir plaza, se acabaron pronto las de instrumentos más populares. Entonces algo dentro de mí me dijo que tenía que coger el saxofón. Y hasta ahora.
–¿Cuándo decidió que iba a dedicar su vida a la música?
–En Grado Medio me centré ya en la música totalmente. Y en el Superior maduré musicalmente y como persona. Fue ahí donde empecé a saber quién soy cómo músico y a dónde quiero llegar.
–Muchos jóvenes se quejan de lo difícil que resulta compaginar los estudios musicales con los generales. ¿Cómo fue en su caso?
–Siempre he hecho muchas cosas. Llevaba el instituto, el conservatorio, hacía esgrima, italiano e inglés. Luego hice el Bachillerato Musical en el San Isidoro, lo que me permitía quitarme algunas asignaturas. Y el Superior lo compaginé con estudios de traducción de francés e italiano. Es complicado, porque estudiar música requiere cinco o series horas diarias como mínimo, pero si te organizas se puede llevar.
–¿Qué tipo de música es Alicia Camiña?
–Algo que me caracteriza es la fuerza. Cuando un artista sube al escenario tiene que transmitir seguridad. Luego puede estar más o menos nervioso, pero hay que transmitir seguridad y fuerza. Y eso es lo que intento.
–El saxo es un instrumento estilísticamente muy versátil, ¿qué estilo prefiere?
–He estudiado clásico desde pequeña. Conozco todo el repertorio de saxofón clásico, que es bastante amplio, pero es muy desconocido todavía. Hago sobre todo música clásica, aunque me gusta mucho el jazz, y también hago jazz. Creo que soy versátil y puedo trabajar en cualquier estilo.
–¿Y la música contemporánea de vanguardia?
–En los últimos años del Superior enfoqué mi carrera hacia esta vertiente. Y por ejemplo, he dado clases con todos los miembros del cuarteto Sigma Project y he trabajado con muchos compositores, de los que he podido tanto tocar como analizar su música. Me interesa muchísimo. Es una música que no todo el mundo entiende, pero tiene una enorme riqueza, y hemos de intentar que el público acabe llegando a ella, porque es el futuro.
–¿Y cómo fue emprender esta experiencia americana?
–Casi todos mis compañeros del Superior acababan haciendo másters por Europa. Yo pensaba en Berklee, pero era un sueño, económicamente imposible, salvo que me becaran. Y me decidí a enfocar todos mis esfuerzos a los EEUU. Presenté solicitud en tres sitios: Michigan, Iowa y Boston (Berklee). Me escogieron en los tres, pero Berklee era mi preferida, porque tiene la tradición de escuela potente de donde han salido muchos músicos importantes. Tuve la suerte de que me dieran una de las becas más altas de los últimos años.
–¿Notó muchos cambios?
–El cambio es muy fuerte. Mayor del que yo pensaba. La música funciona de otra manera allí. Nosotros somos más cuadriculados. Ellos dan más libertad para la creatividad, te dejan más hacer a tu manera. Eso trae muchas cosas positivas, porque surgen muchos emprendedores y de ahí salen muchos proyectos.
–¿En qué momento de carrera se encuentra?
–Tratando de crear mi marca, ahora que Berklee me ha dado visibilidad. Tenía bastantes conciertos para 2020 que se han cancelado por la pandemia. También tengo la idea de trabajar con productores para conocer otros espacios de la música por los que me interesa moverme.
–¿Dónde le cogió la pandemia?
–Estaba en Boston. Pero tenía un concierto en Sevilla. Hasta el último momento estuve dudando si coger el avión, y cuando llegué a Madrid, en el mismo avión, nos dijeron que se habían cerrado las fronteras con EEUU.
–¿Cómo ha vivido los meses de confinamiento?
–Realmente bien. Por un lado, recuperé tiempo con mi familia. Por el otro, me gusta componer, soy muy creativa, y lo he aprovechado para preparar un disco. En este mundo no puedes pararte.
–¿Un disco con música propia?
–Sí, son composiciones mías y obras actuales, de compositores con los que he trabajado y que me gustaría dejar grabadas, algunas de músicos americanos que son desconocidos por aquí pero creo que muy importantes.
–Mirando a diez años vista, ¿dónde se ve?
–De momento me queda el segundo año de máster y un año de trabajo que te garantizan después allí y que lógicamente aprovecharé. Luego haré posiblemente un doctorado en América. Me encanta vivir en España. Pero si quiero llegar a algo en la música tengo que empezar trabajando en Estados Unidos, porque te abre muchas más posibilidades.
–¿Algún sueño musical?
–Me gustaría no ser una saxofonista más, sino aportar algo nuevo al mundo del saxofón y a la música. De hecho por eso me fui a América y para eso trabajo. De alguna manera quiero entrar en la historia del saxofón. Me gusta muchísimo componer. Y me gustaría compaginar la creación con la interpretación. No sería capaz de vivir sin subirme a un escenario. Me encanta esa sensación de conectar con el público.
–¿Nunca tuvo miedo escénico?
–No, nunca. Un poco de nervios siempre es bueno tener antes de salir, porque te da esa energía que necesitas para actuar. Pero hay que evitar como sea el miedo a subirte a la escena. Yo no lo he experimentado, pero conozco casos de gente muy brillante que han tenido que pasar por psicólogos para recomponer su mente y poder afrontarlo. Todo el mundo puede tener un mal día. Hay veces que las cosas no te salen bien. Incluso alguna vez te has tenido que parar en medio de una obra, porque te quedas sin aire o cualquier otra cosa. Eso puede pasar. Y hay dos maneras de afrontar el problema: te bajas del escenario y te hundes o aprendes de esa experiencia y sales reforzado de ella. Yo nunca he tenido el concierto perfecto, siempre hay algo que piensas que pudiste hacer mejor. Pero de los fallos tienes que aprender, no dejar que te hundan.
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