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MARTA POLICINSKA & CUARTETO ALMACLARA | CRÍTICA

Idilio y pasión a dos voces

Policinska y el Cuarteto Almaclara.

Policinska y el Cuarteto Almaclara. / Ignacio Díaz Pérez

Nacidos con una diferencia de tiempo de tres años, en los momentos más felices de su matrimonio, estas dos obras maestras nacidas de las manos de Clara y Robert Schumann destilan por igual pasión y ternura, idilio y lucha por sacar adelante un amor y una entrega contra todos los obstáculos que la vida les puso. Son obras torrenciales en los que es fácil dejarse llevar por el rapto emotivo y perder el sentido de la unidad y de la forma. Ése es su principal reto a la hora de interpretarlo, implicarse en su océano de sentimientos y, a la vez, distanciarse lo justo para cerrar una interpretación bien delineada.

Las intérpretes tuvieron en contra para todo esto la acústica extremadamente seca de la sala, con la pérdida de brillo y de intensidad que esto supone. Ello quedó en evidencia en toda la primera parte del Allegro moderato del trío de Clara, en el que a la línea de fraseo del violín le costaba levantar el vuelo en esa intensa y agónica frase en Sol menor. Ya con la emergencia del segundo tema, más sosegado, el clima sonoro global mejoró y se produjo un empaste notable basado en el equilibrio en los ataques y en la articulación, estupenda esta última en el Scherzo. En el maravilloso tercer tiempo quizá sobraban los portamentos del violonchelo.

Ya con el quinteto al completo y con la solidez de la viola de Aglaya González como fiel de la balanza tímbrica, sólo faltó una mayor implicación expresiva de Policinska, impecable en lo técnico, lo que nos es poco en esta obra.

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