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Cultura

Artesanía y militancia

  • La autora gaditana Ana Rossetti se acerca por igual al público infantil y adulto reescribiendo los mitos que se nos han legado en su nuevo libro, que ve la luz en el sello Ediciones en Huida.

Cuentos apropiados (para el público en general). Ana Rossetti. Ediciones en Huida, Sevilla, 2014. 12 euros. 299 páginas.

Este libro es una sinestesia. Las imágenes de este libro se escuchan, y su prosa sabia y delicada se nos aparece por arte de magia y por arte -también- del oficio de quien maneja las palabras como le da la gana, porque las ha usado todas, y porque se las conoce, y porque sabe dónde respiran y por dónde flaquean, y entonces, por eso, las hila y las deja fluir con naturalidad hermosa. Cuentos apropiados (para el público en general), de Ana Rossetti, publicado por la sevillana Ediciones en Huida, se oye y se huele y se paladea y se lee, sobre todo: se disfruta leyendo este libro, entonces, que comparte tono con las cuentos contados de generación en generación. Leemos al inicio del primero de los relatos, Cindy, la que vive en la colina, cómo "era delicioso, en las tardes de lluvia, amontonar cojines sobre la alfombra y contarse historias de fantasmas mientras parpadeaban las llamas y hervía el agua para el té". Ocurre a la protagonista, cuyo dibujo y circunstancias guardan relación con el personaje de Cenicienta, pero a la que Rossetti distancia y redefine para su historia.

Porque la apropiación del título alude a una intención doble: una más evidente, la de acercarse por igual al público infantil y adulto -y lo consigue, tierna y crítica a la vez, en la senda de esos libros de siempre que, no importa la edad, zarandean-, y otra implícita, reescribiendo los mitos que se nos han legado. Tal y como indica Rossetti en el epílogo -Apropiación debida, lo titula de forma elocuente-, "todo texto se construye como un mosaico de citaciones, todo texto es absorción y transformación de otro texto". La cita pertenece a Julia Kristeva y Rossetti plantea con ella esta escritura suya, la de Cuentos apropiados (para el público en general), que bebe en las fuentes del tiempo; la de historias sin autor en sus compases primeros que gozan -con los años y la transmisión- de diferentes versiones, ya con apellido, y que parecen desembocar en esta actualización de Los Temas de Siempre, que la escritura de Rossetti convierte en Los Temas de Ahora.

La técnica de escritura de Rossetti se aleja del mosaico, lo confiesa ella misma, para desembocar en un gesto de la artesanía: la almazuela. Se trata de "la pieza de tela hecha de retazos de otras", define la autora, "pero que parece el diminutivo familiar y afectuoso de un vislumbre del alma". Y esas claves, la artesanía, la composición de composiciones, el diminutivo, lo familiar y afectuoso o el alma, marcan el decir de estos cuentos. El primero de ellos, Cindy, la que vive en la colina, dialoga con la versión de Cenicienta de los hermanos Grimm, que Rossetti confiesa preferir frente a la de Perrault, y a la que sitúa en la libertad de los años sesenta. Se busca princesa actualiza el relato de Andersen sobre alteza y leguminosas, y se trata quizá de la versión más ajena al original, incluyendo la divertidísima -y cruel- escena en la que satiriza el mundo de las tertulias artísticas, además de la cabrona reflexión sobre la escritura que late en todo el relato.

El pez Nicolás rescata una leyenda rastreada tras la lectura del Quijote y serviría, quizás, para guiar a aquellos interesados en las aguas de la nueva masculinidad; y La princesa encantadora, que cierra el volumen, conecta con la propia infancia de Rossetti, impresionada desde entonces con el cuento polaco La princesa que no se quería casar, una reflexión sutil sobre el derecho a la imaginación. Ahí escribe Rossetti: "las hadas, los duendes, los gnomos, las ondinas... nos parecen seres caprichosos, traviesos e indisciplinados; lo que pasa es que los juzgamos con nuestras normas". Los prejuicios, fuera.

Cuentos apropiados (para el público en general) funciona, a la vez, igual que un manifiesto, desde la creencia de que el cuento debe más enseñar que entretener. Los protagonistas de estos cuatro textos se rebelan al esquema marcado por los años y abandonan el camino que nuestra memoria se sabe: las princesas ni se inmutan ante los guisantes, las carrozas se transforman en motocicletas y la fortaleza la exhiben las mujeres. No obedecen al estereotipo del Típico Hombre De Los Típicos Cuentos De Hadas los que aparecen en ninguno de ellos, débiles y faltos de decisión, como el escritor, o sensibles como el príncipe de Cindy o el pez Nicolás. Si el lector o la lectora los considera apropiados para los más pequeños, estas historias en las que lo que sucede sucede mucho después de perder el zapato, y porque Cenicienta quiere, servirán para refrescar el imaginario de los cuentos que habitualmente se transmiten. Y si quien se acerca al libro lo hace ya con unos años, aunque con el deseo de mirar otros años atrás, comprobará con alegría que se guardan otras historias en las historias que nos suenan. Decidan lo que decidan, estos Cuentos apropiados (para el público en general) ofrecen lecturas diversas, todas jugosas, desembocando todas en la escritura como artesanía y militancia.

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