ROSS CÁMARA | CRÍTICA

El arrebato romántico hecho sonidos

El espléndido sexteto de cuerdas de la Sinfónica.

El espléndido sexteto de cuerdas de la Sinfónica. / Federico Mantecón

Como cierre a una gran semana de conciertos en Sevilla, tras los de la ROSS, el Cuarteto Cosmos y Tiento Nuovo con Steven Isserlis, un sexteto de cuerdas integrados por músicos de la Sinfónica ofreció un bellísimo programa integrado por dos composiciones de enorme carga de intensidad emocional.

Desde los primeros compases del primero de los sextetos de Brahms se pudo apreciar el sensacional trabajo que el grupo había realizado en cuestiones de unificación de sonido, de articulación y fraseo. El equilibrio de timbres y la diafanidad del sonido global, con todas las voces claramente identificables, sirvieron de sustento a una versión llena de intensidad de afectos, siguiendo los vaivenes casi orgásmicos de un discurso que va alternando los diversos clímax sin perder la unidad en los pasajes de transición. A destacar la belleza del sonido de la viola de Tosco en la enunciación del segundo tema, mientras que se pudo exigir una mayor profundidad y redondez en el sonido del chelo de Carmel en un momento similar. Tosco protagonizó de nuevo con intensidad y belleza tímbrica la primera aparición del tema base del Andante ma moderato, con una estructura de passacaglia sobre un ostinato agónico muy bien acentuado con intensidad en los ataques por todo el grupo, especialmente por los violonchelos. Saltarín pero siempre bajo control el tercer tiempo, con aceleraciones al unísono muy bien definidas, culminando con un Rondó de sonido denso y claro a la vez, en el que destacó el brillo del violín de Farré. Vibrante coda resolutoria.

Con su perfil bifronte a la vez italiano y ruso, Souvenir de Florencia volvió a permitir que disfrutásemos del arranque apasionado de Farré en su papel concertante, arropada por la densidad textural perfectamente resuelta por todos los intérpretes, que firmaron un crescendo final espectacular por su intensidad. La combinación del diálogo entre Farré y Talbot, arropadas por los pizziccati de los demás músicos hizo del Adagio cantabile e con moto un momento de especial belleza. Lástima que cuando chelo y violín invierten sus papeles en la reexposición Talbot no consiguiera un sonido tan redondo y afinado. En el Allegretto moderato pudimos deleitarnos con la precisión y unanimidad de los rebotes de arcos de los seis solistas, que nos lanzaron al Allegro con brio e vivace final, desde los sonidos rústicos iniciales, a una maravillosa fuga a seis voces magistralmente conducida a la vez que regulada con inflexiones dinámicas de un profundo sentido emotivo.

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