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Cristian de Moret | Crítica

Desde que existe la electricidad

Cristian de Moret en una imagen promocional.

Cristian de Moret en una imagen promocional.

El flamenco eléctrico existe desde que existe la electricidad. En 1928 Vicente Escudero bailó al son de dos dinamos eléctricas en la sala Pleyel de París, un número que siguió interpretando toda su vida. El flamenco dialogó y dialoga con el resto de lenguajes musicales, artísicos y conceptuales con los que convive. Eso tuvo su edad dorada en los felices años 20 y en los 30, aunténtica edad de plata de lo jondo. Pero se interrumpió, como tantas cosas, el 18 de julio de 1936. Cristian de Moret, multiinstrumentista, cantaor, compositor, talento en estado puro, es el último síntoma de normalización de lo jondo. El flamenco no nació en la caverna ni estuvo mucho tiempo en ella. Pero todavía hay pequeños dictadores con bigote que prentenden seguir parcelando el ancho océano de la música. En el concierto conviven el rock, el jazz, la electrónica, la cumbia ... y el flamenco, que se agazapa en cada rincón para saltar como un fogonozo en una letra, una melodía, un ritmo. De Moret pone su voz flamenquísima en cada una de las piezas, por alejadas que parezcan, en su origen, de lo jondo. Cada una es una descarga energética incluyendo una vibrante soleá por blues con los teclados como único acompañamiento. Cada uno de los jóvenes intérpretes que hay en la escena es un maestro de la variación melódica. Es lógico, por tanto, que la cosa termine con un hito del jondo eléctrico como es La leyenda del tiempo de Lorca-Camarón al que Moret sometió a un arreglo tan brillante como personal. Un virtuoso vocal e instrumental, aplicando conceptos del toque jondo a lo eléctrico.

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