Crítica de Música

Cupidos y desdenes

La música vocal y profana española del XVII sigue la línea evolutiva común al ámbito europeo, de la polifonía de principios de siglo a la pieza para voz solista. Son los tonos, que han perdurado recogidos en cancioneros o formando parte de obras teatrales, músicas que cantan básicamente al amor y sus desvaríos.

Felizmente se trata de un repertorio que, aun con algunos ángulos oscuros, puede considerarse recuperado merced a la tarea de musicólogos e intérpretes, que le han prestado notable atención en las últimas décadas.

Para Mariví Blasco y Juan Carlos Rivera se trata de un terreno familiar. Los cupidos, donjuanes y amantes despechados de estas canciones han salido ya tantas veces de los labios de la soprano valenciana que sus placeres, cuitas y quebrantos parecen ya hasta propios, tan natural, radiante y sin mácula resulta su emisión, tan franca y directa la expresión de los afectos. Se recreó especialmente en los más dolientes y tiernos: Esperar, sentir, morir o Ay amor de Hidalgo, Ojos, pues me desdeñáis de Marín sonaron con una mezcla ideal de sencillez y vehemencia. Los más frívolos y desenfadados volaron con ingrávida audacia hasta la atrevida chacona de cierre. En solitario, Rivera combinó el delicado contrapunto de Guerau con la chispa de unas jácaras de Santa Cruz.

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