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Arte

Giorgio Morandi, el arte que permanece

  • La Fundación Mapfre dedica al gran artista italiano 'Resonancia infinita', una exposición que podrá visitarse en Madrid hasta el próximo 9 de enero

'Naturaleza muerta' (1941).

'Naturaleza muerta' (1941). / D. S.

Acercarse a los movimientos artísticos y a los artistas del último tercio de siglo XIX y de la primera mitad del XX en Europa implica tratar el resquebrajamiento del esquema visual heredado desde el Renacimiento y la articulación de nuevos lenguajes. Esta transformación profunda llegó con el desarrollo y progreso de la sociedad moderna, caracterizada por el auge de la sociedad de clases, la consolidación del poder de la burguesía y el protagonismo de la ciudad como centro de producción, como lugar de encuentros e intercambios. Fue el espacio en el que acontecieron las grandes exposiciones, donde se albergaron los talleres de creación y por el que circularon los flujos de artistas.

La concepción del arte también cambió radicalmente, comenzó a dejarse de lado la contemplación y empezó a fraguarse un arte comprometido con su tiempo, capaz de registrar los cambios que acontecían. Sin embargo, hubo un artista que pese a haber estado en contacto en sus primeros años de producción con los nuevos lenguajes artísticos, en un punto de inflexión de su biografía decidió replegarse sobre sí mismo y desarrollar el resto de su carrera al margen de todas estas cuestiones, creando un modo propio de concebir la pintura.

Giorgio Morandi (Bolonia, 1890-1964), al que la Fundación Mapfre de Madrid dedica la exposición Giorgio Morandi. Resonancia infinita, permaneció desde 1920 recluido en su casa-taller de la Vía Fondazza, en su ciudad natal. Pese a que en un principio se adentra en círculos futuristas, llegando a participar en alguna exposición junto a Umberto Boccioni y Carlo Carrà, y a haber coqueteado con la pintura metafísica, se aísla para desarrollar un lenguaje artístico centrado en una reiterada misma manera de hacer y en la obstinada representación de un número limitado de temas y motivos –naturaleza muerta y paisaje– con los que erige un universo particular, de tiempo suspendido, de silencio.

'Patio de la Via Fondazza' (1954). 'Patio de la Via Fondazza' (1954).

'Patio de la Via Fondazza' (1954). / D. S.

La exposición, comisariada por Daniela Ferrari y Beatrice Avanzi, se puede visitar hasta el 9 de enero y establece un recorrido a través de siete ámbitos en los que se ha dividido su producción: Los inicios, Encantamientos metafísicos, Paisajes de duración infinita, El perfume negado, El timbre autónomo del grabado, Los colores del blanco y Diálogos silenciosos. Morandi, que muy pronto conoció el trabajo de Cezánne, nunca abandonó su influencia y esto traspasa cada una de las piezas. Se traduce en cómo concebía la pintura: eludió la perspectiva y las disonancias cromáticas a favor de una gran depuración de la gradación tonal, de la presencia de la materia pictórica y la pincelada, dando así una importancia fundamental a la geometría interna del objeto y a lo esencial de su naturaleza.

El paisaje es uno de los géneros recurrentes en su producción y especialmente interesantes son los que se sitúan en el ámbito Paisajes de duración infinita, ya que encontramos presentes algunas de las premisas de su pintura: el uso de los matices de la luz y el color para acentuar los valores volumétricos. Así, vemos recogidas las vistas desde su habitación en Patio de la Via Fondazza (1954) y en el que divide el óleo en dos partes: una corresponde a un muro con el que se topaba el artista al abrir su ventana, y la otra pertenece a un juego de volúmenes que dan forma a las casas, irrumpidos por la representación de la vegetación. 

'Flores' (1952). 'Flores' (1952).

'Flores' (1952). / D. S.

El ámbito de El perfume negado está dedicado al que sería su otro gran tema: la representación de jarrones con flores. Encontramos aquí simples fondos blanquecinos, grisáceos, aparentemente neutros, iluminados por la presencia de unas delicadas flores. Composiciones sin visos de narración pero con categórica presencia de los objetos, que nos revelan la que sería la manera de trabajar del artista hasta el final de sus días. Un tratamiento que también llevaba a cabo en la construcción de sus famosas naturalezas muertas y que las encontramos repartidas en tres de las salas de exposición: Los colores del blanco, Diálogos silenciosos y El timbre autónomo del grabado, en el que se valió de la técnica del aguafuerte, para darle forma a los objetos y jugar con la luz. Fue su gran tema. Una obsesión por representar diferentes objetos en un mismo espacio: jarrones, vasos, botellas..., buscando siempre el equilibrio perfecto entre los elementos. Nada está situado al azar, todo está pensado y construido, todo conduce al encuentro con la pintura a través de un meditado proceso. 

En la muestra también se han incluido otras piezas de artistas contemporáneos: Alfredo Alcaín, Tacita Dean y Gerardo Rueda, entre otros, y a ello se refiere el subtítulo de la exposición, Resonancia infinita, a la influencia que la producción de Morandi ha tenido en posteriores generaciones de artistas. Ésta es, a la postre, la parte menos atractiva de la propuesta ya que no es la mejor selección de obras y en ocasiones llega a romper la magia que tiene el encuentro de las obras del pintor italiano en un mismo espacio.

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