Globo Ensemble | Crítica

Joven polifonía de vientos

El Globo Ensemble en la Sala Manuel García

El Globo Ensemble en la Sala Manuel García / Guillermo Mendo

Heredero de los conjuntos de Harmoniemusik del Clasicismo, el quinteto de viento es formación que gozó de notable prestigio en el siglo XX (su edad dorada), aunque recientemente su presencia parece haberse reducido tanto en los estudios de los compositores y las discográficas como en las salas de concierto. Algunos quintetos estables de notable fama hace medio siglo han ido desapareciendo de la circulación y me cuesta trabajo recordar el nombre de alguno hoy en España. Bien está por ello que estas cinco jóvenes que coincidieron en la Escuela Superior Reina Sofía decidieran hace ya ocho años crear este conjunto de nombre tan shakespeariano.

Sus prestaciones en el ciclo Alternativas de Cámara que el Maestranza ofrece en colaboración con Juventudes Musicales fueron muy destacables. Se mostraron como cinco sólidas instrumentistas que han sabido encontrar la forma de respirar (y soplar) juntas para crear un sonido bien empastado y equilibrado, capaz de una amplia paleta de colores. En programa, cuatro obras unidas por un hilo narrativo acaso sutil en torno a la idea de lo sagrado (la plegaria del torero en Turina, el contraste entre sacro y profano en Tomasi, el coral que usa Nielsen para el último movimiento de su Quinteto), pero que se reforzaba por el sentido básicamente clásico de las cuatro piezas, dos originales para la formación y dos arreglos.

Mozart es siempre Mozart, incluso en obras de circunstancias como las que escribió para el reloj del conde Joseph Deym von Stržitež. La obra se presentó en arreglo de un gran oboísta (Hansjörg Schellenberger) y sirvió al grupo para ajustarse y calentar. La variedad de colores emergió en las Danzas profanas y sacras de Tomasi, un neoclásico marsellés, que bebe de toda la tradición francesa. También hay algo de francés en La oración del torero que Turina escribió originalmente para el cuarteto de laúdes Aguilar y luego arregló para cuerdas. Este arreglo para quinteto (cuya autoría desconozco) presentaba notables dificultades ya desde el arranque, que exige al grupo articular un pasaje disminuido en piano, lo que se cumplió de forma razonablemente satisfactoria, ya que un punto de oscuridad, provocada por cierto velamiento de las líneas, no le vino expresivamente mal a la pieza.

El centro del programa era en cualquier caso el Quinteto de Carl Nielsen, una de las obras más conocidas del repertorio para la formación, que el Globo resolvió con una interpretación de una gran claridad y precisión, lo cual se notó especialmente en los múltiples cambios texturales, que exigen adecuar las dinámicas de cada instrumento constantemente, un aspecto resuelto sin aparente dificultad y acaso con exceso de pulcritud, ya que la música de Nielsen admite un sonido un poco más grueso y contrastado: sus rugosidades son un atractivo añadido que se pasó por alto. En cualquier modo, un momento especialmente destacado estuvo en el arranque (Praeludium) del tercer movimiento, con un cambio significativo de color (corno inglés en lugar del oboe) y un cierto sentido de gravedad, bien enfatizado, que contrasta con el resto de la obra, básicamente un divertimento pensado para el goce de los instrumentistas. Los cinco son retados de forma individual y en agrupaciones cambiantes a lo largo de los aproximadamente 25 minutos de duración del quinteto, lo que alcanza su máxima expresión en las once variaciones del final, concluidas con un unísono afirmativo que en los vientos del Globo Ensemble sonó con especial dulzura.

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