Intimidad y distancia

Crítica '10.000 Km'

M. J. Lombardo

21 de mayo 2014 - 05:00

10.000 Km. Drama, España, 2014, 98 min. Dirección y guión: Carlos Marques-Marcet. Intérpretes: Natalia Mena, David Verdaguer.

Por una vez el Festival de Cine Español de Málaga premiaba a una película con un cierto aliento estilístico y unos modos, digamos, poco habituales o transitados por estos lares. El primer largo de Carlos Marques-Marcet se adentra con solidez en el viejo asunto de la relación y la crisis de pareja con el rigor conceptual y de puesta en escena como principales argumentos para su dialéctica, una dialéctica que es primero de cuerpos y espacios, materializada en un largo plano secuencia de arranque en el que nuestros dos únicos protagonistas, una pareja de treintañeros más o menos reconocibles, hacen el amor, se preparan el desayuno y hablan sobre el acontecimiento que será crucial en el desarrollo de la película, la partida de ella a Los Ángeles, Estados Unidos, para pasar luego a un ejercicio de virtualidad del plano-contraplano marcado por el montaje, la distancia y por las texturas de los dispositivos digitales (videochats, fotografías, e-mails, mensajes de texto) que permiten la comunicación entre ellos, en el constante flujo de ida y vuelta entre una pareja, en los cortes que materializan esa degradación, ese distanciamiento inevitable, que acaba por disolver el vínculo primordial antes del vacío.

Más generacional que sociológica, la película convence por momentos en su lograda intensidad naturalista, en el cumplimiento riguroso de sus propias restricciones formales, en el trabajo, mucho mejor el de ella (Natalia Mena) que el de él (David Verdaguer), para mantener un tono creíble que hace que sus personajes resulten cercanos en sus respectivas derivas sentimentales y personales.

Más problemáticas resultan ya ciertas decisiones de guión, que no pueden evitar ciertos clichés pequeñoburgueses, algún que otro arrebato furioso a lo Pialat no demasiado bien resuelto y esa sensación de que, a pesar de tratar asuntos reconocibles y dolorosos de una manera más o menos honesta, la película se deja arrastrar un poco por los modos y gestos de cierta estética indie que tal vez no aguante tan bien el paso de los años. Será cuestión de volver a verla cuando Skype y las becas al extranjero nos parezcan ya algo del pasado o propio de la ciencia-ficción.

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