Mi hermano Ali | Estreno exclusivo
Un hogar gracias al cine
Arte
En 1959, un jovencito que había decidido consagrarse al arte aunque sus estudios iniciales de Derecho y Música no apuntaban ese camino inauguraba su primera exposición individual en la Sala de Información y Turismo de Sevilla, la ciudad en la que había nacido un cuarto de siglo antes. Aquel muchacho venía de una estancia en París, emocionado con las exposiciones, las películas y los libros a los que había tenido acceso allí, y creía albergar algunas certezas –"estaba más seguro de mis opiniones estéticas que ahora", reconocía hace unos años sobre ese tiempo–, pero pese al entusiasmo y la confianza no podía presentir que arrancaba una de las carreras más incontestables del arte español, una trayectoria afortunada y longeva –pese a las crisis y a las inseguridades– con la que conquistaría el Premio Velázquez o el reconocimiento de ser Hijo Predilecto de Andalucía. Porque han pasado más de seis décadas desde aquel estreno, y Luis Gordillo sigue aquí, en activo y en pleno dominio de sus facultades: este miércoles se inaugura en el Museo de la Universidad de Navarra (MUN), en Pamplona, Memorándum, una gran retrospectiva que hace hincapié en "el Luis Gordillo del siglo XXI", en las últimas propuestas de un autor que nunca ha querido acomodarse y siempre se ha reinventado. La retroalimentación entre la fotografía y la pintura que se da en su obra es uno de los hilos en los que indaga la muestra.
"Resulta sorprendente que, en un mundo que ha cambiado tantísimo, una persona haya podido estar siempre en primera línea como ha estado él", asegura Sema D’Acosta, comisario de Memorándum. "Él ya era una referencia a finales de los 60 y principios de los 70, y hoy se mantiene en activo, y más activo que nunca", dice el especialista, que cree que si Gordillo ha perdurado en la escena artística es porque nunca sucumbió a las modas ni quiso perpetuar una fórmula. Piezas como Autobiografía Gordilliensis, uno de sus últimos trabajos, una poderosa composición en la que el sevillano dispone fotografías de sí mismo y alterna con otras imágenes imprevisibles, revelan la mirada "desprejuiciada, fresca" que posee "un tipo de 86 años, con una trayectoria reconocida, y que no tiene necesidad de meterse en estos fregados. Él huye del lugar común, del cliché, y va en otra dirección. Ni la gente joven es así. A él lo que le interesa ahora es que su obra vibre, que tenga palpitación, que esté viva, más que clasificarla o adscribirla a algún género".
Mientras las dos antológicas que se le han dedicado recientemente –Confesión general, que se programó en el CAAC y en el Centro José Guerrero y el Palacio de Carlos V de Granada, y Fotoalimentación, que se vio en el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA) y el Centro del Carmen de Valencia– exploraban más el pasado del creador y apenas recogían piezas de este siglo, Memorándum se centra en las "combustiones, exploraciones y derivas" actuales y presenta "entre un 50% y un 70% de fondos inéditos". D’Acosta ha descartado un recorrido "cronológico" y define la muestra como "dialéctica": analiza "los principios que sustentan la obra", los temas y procedimientos recurrentes, como las CabezasCabezas o los desarrollos horizontales, la fecunda contaminación que ha supuesto la fotografía en su universo.
El extenso catálogo de Memorándum confirma que Gordillo no se ha bloqueado con la pandemia, como sí le ha sucedido a tantos otros creadores. "La crisis global del coronavirus no ha cambiado mucho sus hábitos", se lee en la hoja de sala de la muestra. Cada mañana, en su casa de las afueras de Madrid, el artista "observa los lienzos, papeles varios sobre las paredes o series en tanteo; escucha su pálpito, ausculta su respiración. Después del almuerzo, retoma la tarea, pero ya menos horas y algo cansado. En las últimas décadas, se concentra pocas veces en una única obra a la vez, opta mejor por tener siempre varias líneas abiertas, distintas opciones en cocción. (...) De alguna manera, actúa como si fuese alguien que cuida un huerto y va atendiendo sus plantas una a una. Riega en un sitio, arranca malezas o desbroza en otro, abona por aquí o poda e injerta por allá. Cuando la pieza ha madurado lo suficiente y considera que ha alcanzado su punto óptimo, recoge frutos".
"Yo soy muy trabajador y muy obseso. No sé qué hacer si no pinto, no tengo habilidad para sorprenderme con otras cosas", parece disculparse Gordillo, al otro lado del teléfono, por la proeza de no haber perdido la concentración en un periodo tan perturbador y extraño como éste. "Es que yo tengo que pintar por narices, si no me aburro mucho", añade. En estos meses pudo cerrar Paolo Uccello Four, uno de los cuadros de gran tamaño que lleva a Pamplona y una obra "en la que llevaba trabajando mucho tiempo", comenta D’Acosta, pero también dio forma a la citada Autobiografía Gordilliensis, uno de los "murales de detritus iconográficos" junto a Huevos de dinosaurio, propuestas que pueden entenderse como la culminación de ese coleccionista de fotografías que intervenía sobre ellas en sus pinturas o buscaba nuevas vías para expresarse gracias a la técnica. "Luis", explica D’Acosta, "se cansa cada vez más con los cuadros, que requieren mucha lucha, y ha encontrado en estas derivas de la imagen un estadio intermedio, un nuevo modo de crear. Esos murales son como esos corchos que ponemos todos en nuestro cuarto con recortes de prensa, carteles, fotos, etc... para guardar memoria de aquello que nos llama la atención por algo o que tiene un valor sentimental, pero con carácter pictórico. Se trata de algo vivo que tiene una relación directa con el autor. En Autobiografía..., por ejemplo, aparecen un autorretrato de Rembrandt que a Luis le gusta mucho, o el cuadro de Inocencio X de Velázquez de un periódico de hace unos años".
La apuesta por estas piezas u otras como Naufragio, "un ejemplo perfecto de desarrollo horizontal en fotografía", el interés en otros procesos y experimentaciones no significa que haya mermado la pasión con la que Gordillo aún contempla la pintura. "Yo me siento pintor", reivindica. "Ese contacto casi carnal, a través de algo que es líquido como la pintura, me sigue emocionando. Hay algo corporal, instintivo, en el tacto del pincel sobre el lienzo, a lo que yo no quiero renunciar, aunque ahora haya un desarrollo de las artes visuales y la pintura esté, como se dice finamente, denostada".
D’Acosta, comisario también de Tríplex, la muestra en la que conviven en Sevilla Luis Gordillo, Miki Leal y Rubén Guerrero, y de una exposición de Bleda y Rosa en el DA2 de Salamanca, quiere ver un matiz de ironía en el título, tan aparentemente solemne, de Memorándum y defiende que el humor ha "salvado" a Gordillo de su pesimismo. Algo que suscribe el propio autor: "Sí, en el fondo yo soy un tipo depre, con mucho psicoanálisis, pero no sé si por burlarme de mí mismo, por respirar fuera de este yo mío tan pesado, me sale este otro carácter irónico. Es algo que brota de manera espontánea, en mi obra pero también en el trato con los demás, en mi vida", confiesa el veterano, que efectivamente concede "mucha importancia a los títulos, no me parece que una obra esté terminada hasta que no sé cómo se llama, eso completa el resultado. Memorándum suena como si hubiésemos ido al notario a levantar acta del trabajo realizado".
La pandemia impedirá que Gordillo asista a la inauguración de Pamplona y tampoco le ha permitido visitar Tríplex en Sevilla. "Bueno, a las personas con bastante edad no nos recomiendan movernos con esta enfermedad por ahí, y a mí me da miedo, la verdad", aclara, antes de añadir que la colaboración con Rubén Guerrero y Miki Leal fue "muy bonita. Le diré una cosa: yo tengo trato con creadores más jóvenes porque se me agarran", bromea, "pero a mí me gusta porque los jóvenes traen ideas nuevas, hacen cosas distintas", afirma. Y, aunque los números pretendan desmentirlo, Gordillo nunca dejó de ser aquel muchacho audaz de hace seis décadas. "No se ha conformado nunca y ha buscado nuevos retos en cada etapa, sin mirar atrás ni caer en la complacencia", argumenta D’Acosta, para quien el creador "ha ido por delante siempre, abriendo camino". El Museo Universidad de Navarra enseña, desde este miércoles y hasta el 12 de septiembre, las últimas sendas en las que se ha adentrado el Premio Velázquez.
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