Cultura

El Alcázar analiza los vínculos entre arte y vida en la obra de Luis Gordillo

  • Una exposición recoge una de las series más célebres del sevillano, las 'Cabezas' que ha pintado desde los 60 hasta la actualidad y en las que se aprecia su constante evolución

La serie de las Cabezas, uno de los motivos a los que ha vuelto una y otra vez Luis Gordillo, refleja la constante renovación de un autor que siempre se ha negado a acomodarse y que ha seguido mostrándose permeable a nuevos estímulos e influencias. En los rostros que pinta el creador sevillano desde los años 60 se advierten no sólo los distintos estilos que, partiendo del informalismo y el pop-art, ha recorrido el creador, sino también el interrogatorio honesto y descarnado que éste se ha planteado en su obra. Cabezas, una muestra que abrió sus puertas ayer en el Salón del Apeadero del Real Alcázar y está promovida por la Obra Social La Caixa y la Fundación Cajasol, celebra una de las trayectorias más libres y personales del arte español de las últimas décadas a través de uno de los apartados más significativos de su producción. El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, el director territorial de La Caixa en Andalucía Occidental, Rafael Herrador, y el director de Acción Social y Emprendimiento de la Fundación Cajasol, Luis Miguel Pons, acompañaron a Luis Gordillo en la inauguración de la cita.

Diez años después de la exposición que le dedicó la Casa de la Provincia, Pregordillo goes to Paris, y que repasaba los inicios del pintor, la ciudad natal de Gordillo vuelve a reconocer a uno de sus hijos más ilustres con esta propuesta cuya orientación sugirió el hermano del artista, José Manuel Rodríguez Gordillo, comisario de Cabezas junto a Luis F. Martínez Montiel. "José Manuel tuvo la idea y a mí me pareció estupenda", señaló ayer el premio Velázquez, que indicó orgulloso que entre los fondos reunidos en el Alcázar destaca "la primera obra del pop-art que se hizo en España, antes que Eduardo Arroyo y el Equipo Crónica". En las Cabezas, analiza el pintor, volcó su "obsesión por la psicología, el desarrollo de mi persona, el conocimiento de los problemas y las soluciones".

Porque la obra de Gordillo posee fuertes vínculos con su vida, "está muy relacionada con su autobiografía", argumenta Martínez Montiel. Cuando el pintor descompone las figuras o secciona los rostros, que se muestran abiertos e incompletos al espectador, su artífice está trasladando a su trabajo una inquietud íntima: tal vez esté hablando de un hombre que se siente incompleto, vacío. "Luis inició esta serie cuando empezó con el psicoanálisis", cuenta el comisario sobre unas pinturas "en las que, por ejemplo, aparece una cabeza que está hecha por delante pero no por detrás, como si él estuviera hueco, por terminar". Pero Gordillo no quiere dejarse arrastrar por la tragedia. Su característico cromatismo y su expresividad así lo atestiguan, pero las sonrisas que asoman por los rostros buscan también relajar la tensión, "como si Gordillo quisiera acabar así con el temor a lo que se está pintando".

El psicoanálisis reafirmará al joven artista, que hasta entonces ha sobrellevado su vocación asaltado por las dudas y las inseguridades. Se ha armado de valor para decidir su propio destino, pero no obstante se siente a veces paralizado por el miedo. "No es Gordillo", apunta Martínez Montiel en el catálogo de la exposición, "un artista con una temprana vocación pictórica: incluso antes de dedicarse a la pintura se planteó hacerlo a la música y reforzar sus estudios de piano que desde muy joven le habían potenciado en el entorno familiar. Sin embargo, en lo que no tuvo ninguna duda -observa el especialista- fue en dejar a un lado sus recién terminados estudios de Derecho, para buscar caminos más acordes con sus sentimientos personales". Martínez Montiel considera, "vista ahora", esa decisión como "un acto de gran coraje, pues pocos en su lugar habrían abandonado una vida fácil de ubicar en su entorno personal para luchar por un ideal utópico: vivir de la pintura".

La formación recibida de Santiago del Campo, primero, o de Miguel Pérez Aguilera, ya en una Escuela de Bellas Artes que acabará abandonando; el viaje a París donde se deslumbra por Jean Fautrier, Tàpies o Jean Dubuffet y un desplazamiento posterior a Londres donde queda cautivado por Bacon, así como una exposición en la Sala de Información y Turismo que supone una oportunidad para desafiar las convenciones del momento, pero también para "hacer frente" a sus "dudas como artista", conforman el historial previo a las sesiones de psicoanálisis, que le proporcionan "una dedicación continua y constante a la pintura" y "un sentido más claro de profesionalización". Y Gordillo, que ya en el verano de 1963 elabora las primeras grandes Cabezas, refuerza "su deseo de no dejarse influenciar por nadie y de seguir su más profunda voz". Para Martínez Montiel, Gordillo estará atento a las transformaciones que se producen en la sociedad y en el arte, y eso enriquecerá su discurso. "Algo en su carácter y en su culta y refinada preparación artística le hace ir más allá, salir del camino ya conocido para perderse por nuevas sendas que le podrán llevar a nuevas fronteras hasta ese momento no conocidas. Esa capacidad para explorar la tendrá Gordillo como una de sus más potentes constantes", valora el comisario de la muestra junto con el hermano del artista.

Entre los dibujos y pinturas, se puede ver en el Alcázar Gran cabeza, un "icono del pop español" que reúne "todas las características principales del momento artístico por el que Gordillo transitaba. Esos rostros abiertos, sin terminar, que se embellecen hasta el punto del cartel, que se nos muestran seductores y que incorporan toda la potencia e intensidad de una pintura rica, vibrante, casi cinematográfica, son difíciles de rechazar, y, por consiguiente, a poco que se miren acaban abduciendo al espectador".

Las Cabezas que se suceden en la muestra, un recorrido que termina con una creación irónicamente titulada ¿Es esto el futuro? y fechada este año, demuestran la inagotable transfiguración que experimenta el imaginario de Gordillo a lo largo de más de medio siglo. Quizás esa capacidad para reinventarse sea la razón por la que el pintor sevillano ha mantenido la admiración de críticos y compañeros durante todo este tiempo, hasta el punto de que, resalta Martínez Montiel, "la pintura actual de Gordillo es uno de los modelos recurrentes en los más jóvenes artistas y una aportación única dentro del mundo de la creación".

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