Maestro Sabato
Entre las reediciones de la obra del escritor argentino destaca una antología preparada por él mismo en la que reunió algunos de los pasajes más significativos de sus ensayos y novelas.
Lo mejor de Ernesto Sabato. Selección y prólogo del autor. Seix Barral. Barcelona, 2011. 334 páginas. 18 euros.
Casi llegó a centenario, pero la muerte se adelantó por apenas un par de meses. De este modo, las celebraciones previstas para su cumpleaños se reconvirtieron en honras fúnebres, ciertamente esperadas, por razones obvias, pero nadie dirá que inmerecidas. Con sólo tres novelas, el argentino es sin duda uno de los grandes narradores hispanoamericanos del siglo XX, aunque cultivó además el ensayismo y ejerció de intelectual en la mejor tradición de los autores comprometidos con los debates políticos y morales de su tiempo. Puede que esta última faceta ya no esté de moda, en parte por los abusos demagógicos de muchos figurones que han confundido el compromiso con la autopromoción incesante, pero también es cierto que no andamos sobrados de escritores de prestigio que ofrezcan su contribución a las causas nobles pensando en lo que pueden aportar, no en lo que recibirán a cambio.
Las novelas y buena parte de los ensayos de Sabato no han dejado de estar presentes en las librerías españolas, pero esta antología, preparada por el autor y publicada por Seix Barral en 1989, no había vuelto a ser reeditada. Invitado por Gimferrer a recoger en un volumen "lo mejor" de su obra, Sabato accedió a seleccionar algunos de los pasajes que mejor podían reflejar su mundo, una elección complicada pero reveladora. Es sabido que el autor publicó nuevos libros después de esa fecha, títulos tan importantes como sus memorias, Antes del fin (1998), o la suerte de testamento espiritual que es La resistencia (2000), pero los editores no han querido ampliar, para no desnaturalizarla, la edición sancionada por Sabato.
De esta manera, el libro reúne fragmentos de sus tres grandes novelas: El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974), a los que se suman otros de dos de sus ensayos -El escritor y sus fantasmas (1963) y Apologías y rechazos (1979)- y una brevísima evocación de Borges, enviada para el homenaje póstumo que le tributó la Bibliothèque National de París. Tal era el sumario de la primera edición, al que ahora se ha añadido, en apéndice, el impresionante prólogo que escribió para el volumen Nunca más, donde se recogieron las investigaciones de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) durante la dictadura. El llamado Informe Sabato fue entregado, en septiembre de 1984, por el propio escritor al presidente Alfonsín, para testimoniar los crímenes cometidos por las Juntas Militares que ocuparon el poder en la Argentina entre 1976 y 1983. No es por desgracia un texto literario, pero leerlo -nunca mejor dicho- merece la pena.
"Los seres humanos -afirma Sabato, en la entrevista que se reproduce a modo de presentación de los fragmentos de El túnel- no pueden representar nunca las angustias metafísicas al estado de ideas puras, sino que lo hacen encarnándolas, oscureciéndolas con sus sentimientos y pasiones". Con estas palabras nos da una de las claves de su narrativa, que se nutre del pensamiento existencialista pero no cae en el peligro de construir -merced a esa encarnadura- artefactos carentes de vida. Es la misma razón por la que un género de novela tan marcadamente experimental como la practicada en Abaddón no ha acabado en el desván de las curiosidades de época. La literatura de Sabato, tal vez debido a su formación científica, se caracteriza por una profunda veta reflexiva, pero al mismo tiempo reivindica la dimensión mítica y se proclama -como queda claro en El escritor y sus fantasmas- directa heredera de la tradición de los románticos, "que veían en el arte la suprema síntesis del espíritu". Junto a unas muestras de este libro fundamental, el volumen incluye una estimulante prosa sobre El desconocido De Vinci y una emocionada semblanza de Pedro Henríquez Ureña.
Mención aparte merece la problemática relación de Sabato con Borges. "Cuando todavía yo era un muchacho, versos suyos me ayudaron a descubrir melancólicas bellezas de Buenos Aires: en viejas calles de barrio, en rejas y aljibes de antiguos patios, hasta en la modesta magia que la luz rojiza del crepúsculo convoca en charcos de agua", escribe en el citado envío para el homenaje parisino. "Más tarde, ásperamente la política nos alejó". Lo cierto es que estas palabras ya figuraban, con alguna variación, en el prólogo a Tango, discusión y clave (1963), que Sabato dedicó al autor de El Aleph. Lo cuenta Orlando Barone, en el libro donde recogió (Diálogos de Borges y Sabato, 1976) la serie de conversaciones -correctas pero frías, con momentos de tensión- entre ambos, que tuvieron lugar un año antes. También cuenta que se vieron por última vez poco después, en el entierro de la madre de Borges. No congeniaron nunca, esa es la verdad, por el "rencor político" -como decía la primera versión del texto- o por lo que fuera. A los admiradores de ambos, en fin, la distancia o desencuentro puede producirles cierta incomodidad, pero no hay por qué elegir entre dos maestros.
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