ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA | CRÍTICA

Cuando el teatro se desborda

Sergey Malov

Sergey Malov / Julia Wesely

Buscad y encontraréis. Lo dice el evangelio ( Mat 7, 7-11) y las mismas palabras puso Johann Sebastian Bach al frente del canon a 2 de La ofrenda musical. Buscar, indagar, ir más allá de lo visible o de lo escrito, encontrar nuevos sentidos a los sonidos. Quizá sea ésta la motivación de Sergey Malov a la hora de enfrentarse a una obra tan universalmente trillada como Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi en el concierto de anoche y que hoy vuelve a interpretarse dentro de la temporada de abono de la Orquesta Barroca de Sevilla.

Buscar sí que ha buscado, desde luego, el violinista y violonchelista da spalla ruso, porque sus versiones de los cuatro conciertos se parecen poco a cuanto conocemos. Otra cosa es que haya encontrado algo realmente interesante y significativo más allá de lo puramente novedoso.

Con un sonido pobre, chillón y metálico, de afinación indefinida, Malov pareció buscar más la espectacularidad y el efectismo que unas versiones homogéneas y con coherencia interna. En La primavera y El verano parecía ir por libre en materia de agógica, acelerando y retardando a placer y sometiendo a la OBS a un duro esfuerzo de seguimiento que no siempre consiguió, como en un desconcertado arranque del Largo del primer concierto. Con quizá demasiadas libertades en las cadencias de enlace entre movimientos, el sonido global mejoró en la segunda parte, con un Invierno muy teatral y lleno de colores y unos interesantes pizzicati alla Bartók en El otoño.

Con el violonchelo da spalla el sonido no mejoraba, aunque el fraseo en el concierto de Vivaldi fue muy cuidado.

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