Cultura

Murió pero firme fue

  • Con Menese se va otro de los mitos de la segunda edad de oro del flamenco, un artista que se rebeló contra las dictaduras de todo tipo

CON el fallecimiento de José Menese (1942-2016) el firmamento flamenco pierde otra estrella condenándonos cada vez más a una oscuridad sin remisión de nuestro arte jondo. Con Menese se nos va otro de los referentes de lo que suele llamarse la segunda edad de oro del cante, esa que abarca desde finales de los cincuenta del pasado siglo y que alarga sus lazos hasta estas primeras décadas del XXI. Con su pérdida, La Puebla de Cazalla pierde también a su cantaor más singular y comprometido, y cuya unión artística con el también morisco Francisco Moreno Galván constituyó una dualidad creadora y reivindicativa como jamás se había dado en el mundo flamenco. Con su pérdida, perdemos también un pilar de los programas flamencos de Cajasol, y los que estamos comprometidos con los Jueves Flamencos perdemos a una figura fundamental de su programación, que él ha prestigiado con memorables actuaciones, pues seguramente -y que se nos perdone la posible vanidad- ha sido eéste el programa donde más a gusto se haya encontrado después de que desapareciera la mayoría de los festivales de verano de la amplia geografía andaluza, siempre con honrosísimas excepciones como la Reunión de La Puebla, Mairena, Utrera...

En este momento de dolor y desolación se me viene a la memoria una actuación genial de hace una veintena de años en el programa Conocer el Flamenco que se desarrollaba por peñas y centros culturales andaluces. Tras un recital en un pueblo de la Sierra Norte, que se prolongó con las charlas hasta bien entrada la noche, José decidió quedarse a dormir porque al día siguiente, domingo, debía cantar a mediodía en Montellano, en el colegio de la SAFA. La peña del lugar y nosotros lo esperamos preocupados pero él llegó a su hora y cantó, siempre con la guitarra de su compadre Antonio Carrión. Cantó como jamás lo habíamos escuchado; cantó soleá, tangos, marianas... Y cantó por seguiriyas. ¿Cantó? Aquello no era cantar, aquello era rompernos el alma con el dolor sanguino del grito. No sé cómo cantarían aquellos cantaores cuyos oyentes se rajaban la camisa pero José fue más lejos: nos rompió el alma. Todos de pie, todos rompiéndose las manos a fuerza de aplaudir y los brazos de abrazarse… Llevaba apenas media hora de recital, pero ya no hacía falta más cante. ¿Qué se podía cantar después de aquello?

Los recuerdos se nos agolpan cuando intentamos recordar momentos estelares de Menese, como aquellos recitales en la vieja Sala Villasís o las actuaciones en la Joaquín Turina, la última de las cuales, coincidente con su penúltima gran crisis vital, tuvo lugar el jueves 4 de octubre de 2012, cuando la Fundación Cajasol le rindió un homenaje por sus 50 años con el cante.

Sí, Menese se ha ido y con él se apaga definitivamente la vela que un día encendiera Francisco y que él se encargaría de divulgar a través de su realidad cantaora, ortodoxa y pura, pero comprometida con la reivindicación permanente de la dignidad y la libertad de nuestro pueblo, que sufría secularmente la opresión de los señoritos y los poderes fácticos de cada época. Como dijo Antonio Burgos en su artículo Menese, la dignidad del cante antes y después de la democracia, el cantaor unió "la pureza del cante y la rebelión del arte flamenco contra la dictadura". O tal vez, contra las dictaduras de todo tipo.

Sí, Menese se ha ido al más allá pero, como cantaba en sus tangos, mientras vivió se mantuvo firme hasta la muerte: "…murió pero firme fue". Los que aquí quedamos tenemos que asirnos a la esperanza que él mantenía en sus marianas porque "el mañana llegará, que donde hubo candela rescoldito queda". Con esa esperanza quedamos; Maestro, descansa…

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