Niño de Pura | Crítica

Una despedida

Niño de Pura, en el escenario del Teatro Cajasol.

Niño de Pura, en el escenario del Teatro Cajasol. / Remedios Malvárez/Fundación Cajasol

El Niño de Pura no ha cambiado su manera de tocar, ni por el paso de los años (todo cambia en este mundo, al fin y al cabo) ni tampoco por la influencia de la enfermedad, el Parkinson, que, según ha confesado, motiva esta gira de despedida de los públicos de España, y que le llevará, después de su paso por Córdoba y Sevilla, a Huelva y Barcelona. Siempre fue un guitarrista feroz, muy físico. Y lo sigue siendo. Su música es la del frenesí, la de la velocidad. Esa que caracterizó a la guitarra de los 90 y que todavía hoy sigue siendo, en buena medida, dominante. En este recital escanció una docena de sus vertiginosas falsetas personales a ritmo de tarantas, farruca, fandangos y alegrías. El Niño de Pura es un tocaor muy físico, un virtuoso de la técnica y el ritmo. Lo que más me gusta de este guitarrista son los temas cantables que articulan sus composiciones, entre las intrincadas falsetas y los arreglos. Luego vienen los picados de vértigo, las escalas a toda velocidad. En algunos pasajes el acompañamiento se acercó al pop, como por ejemplo en el arreglo de percusión de la farruca. Luego salió Arcángel para cantar unas deliciosas malagueñas de la Trini y cantiñas. José Joaquín bailó la caña con la capa y el sombrero inspirado por Antonio Ruiz Soler. Y Pura de Pura cantó por alegrías y en la fiesta en la que concluyó la cita, donde bailó "una sobrinilla que tengo", según señaló el protagonista de la noche. Es decir, todo quedó en familia. Porque El Churumbaque es parte de la familia desde hace años. El cordobés cantó la farruca y también por alegrías y fandangos. Y el resto del grupo, incluido su yerno David Galloso al bajo, con el que lleva lustros trabajando, como digo. Un recital muy emotivo con el que el Niño de Pura se despidió  del público sevillano. Niño de Pura se despide después de una larga carrera como docente y solista, además de acompañar magistralmente al cante y al baile, como demostró en este recital. Se va después de seis discos como solista e innumerables como acompañante, incluyendo uno de los últimos que registró el maestro Juan Valderrama, Nueva savia (1987). Siempre es una mala noticia que un artista se tenga que despedir por motivos de salud. Más si se trata de un intérprete que ha registrado su particular manera de entender el toque jondo en los libros de historia de este arte. No obstante, se va en plenitud de forma, cuando todavía la enfermedad no ha mermado sus facultades. Niño de Pura seguirá componiendo y ejerciendo su magisterio a las nuevas generaciones de tocaores.

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