ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA | CRÍTICA

Clasicismo, Equipo B

Bojan Cicik al frente de la Orquesta Barroca de Sevilla.

Bojan Cicik al frente de la Orquesta Barroca de Sevilla. / Luis Ollero

Entre función y función de la ópera Achille in Sciro que está interpretando en el Teatro Real de Madrid, la Orquesta Barroca de Sevilla ha sacado tiempo para preparar y presentar en su ciudad un nuevo concierto de su temporada. Quizá por la disponibilidad para la ópera de un orgánico bien nutrido, este concierto ofreció un inusualmente bien nutrido conjunto de intérpretes, ideal para abordar este repertorio clasicista que tan bien se le da a la OBS. Ello quedó de manifiesto en la bien conocida sinfonía La casa del diablo de Boccherini, que desde los primeros acordes del Andante sostenuto nos permitió gozar de ese sonido carnoso, denso y de tonalidades tornasoladas que la OBS atesora. Cicik imprimió una articulación cortante, en enérgico staccato y con contrastes dinámicos acusados, para desde ahí lanzar a la orquesta en el Allegro assai hacia un fraseo ágil y preciso, flexible y lleno de espectacular energía, como la que se derrochó a raudales en el Allegro assai con moto final, con oleadas de intensidad variable perfectamente reguladas. Entre medio, un Andantino con moto en el que Cicik supo marcar precisamente esa indicación de "con movimiento" con claridad e incisividad en la acentuación.

Cicik quiso presentarse ante el público de la OBS también como solista de violín. Pero si intachable había sido su labor como director y concertino, olvidable sería poco para definir su interpretación del insulso concierto nº 15 de Giovanni Giornovich, una de esas obras sin interés alguno que uno no se explica el interés por su recuperación, interpretación y hasta grabación. Acorde con la escasa calidad de la obra, Cicik dio una soberbia lección de sonido enclenque, asténico, chirriante, gatuno y desafinado hasta decir basta.

La sinfonía El maniático de Gaetano Brunetti es una vieja conocida de la OBS, que la tiene incluso grabada desde hace unos años. Obra de tono ligero y perfiles más bien satíricos que hace que el violonchelo obligado esté todo el tiempo tocando un trino sin continuidad. Aquí se pudieron degustar las sonoridades cálidas y bien empastadas de las maderas en el Quintetto, así como los delicados cambios de colores de las cuerdas alternando pasajes con y sin sordinas. De mayor enjundia fue la sinfonía de Ignace Joseph Pleyel, digno alumno de Haydn con buenas dotes para la composición. Cicik y la OBS demostraron que se puede desarrollar una línea cantabile sin por ello forzar el legato, mediante arcos cortos y poca presión en los ataques. Y de nuevo ese brillo y ese empaste rico en colores de la OBS en un Menuetto de tempo bien remachado por el director y en un Finale ágil y dinámico.

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