Un cuento y ritmos neoclásicos

Orquesta Bética de Cámara | Crítica

Kiko Veneno y la Orquesta Bética de Cámara en el Espacio Turina.
Kiko Veneno y la Orquesta Bética de Cámara en el Espacio Turina. / P.J.V.

La ficha

ORQUESTA BÉTICA DE CÁMARA

*** Solista: Kiko Veneno, narrador. Orquesta Bética de Cámara. Director: Michael Thomas.

Programa: ‘Los chicos de Elisabeth’

Igor Stravinski (1882-1971)

Dumbarton Oaks [1938]

Aaron Copland (1900-1990)

Appalachian Spring [1944]

Serguéi Prokófiev (1891-1953)

Pedro y el lobo [1936]

Lugar: Espacio Turina. Fecha: Viernes 17 de febrero. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Convirtiendo a la Bética en una orquesta casi de solistas, Michael Thomas ha logrado que sus miembros trabajen mucho más en el pulido del sonido personal hasta conseguir una marca de conjunto que gravita en la transparencia, la claridad, el equilibrio y la desnudez.

Por supuesto que hay repertorios especialmente afines a este tipo de sonido, y uno de ellos es el del neoclasicismo, al que la Bética rindió honores con este programa de tres notables obras escritas en apenas ocho años, los que fueron de 1936 a 1944.

La limpieza del fraseo, el preciso equilibrio y la incisividad de los ataques marcaron el estupendo arranque de Dumbarton Oaks, una pieza de Stravinski que mira al barroco, con sus resonancias a concerto grosso. El movimiento intermedio resulta especialmente interesante por sus extravagancias rítmicas: Thomas destacó su gracia melódica y la variedad del color, pero las aristas quedaron algo romas, acaso buscando el contraste con el vivísimo y radiante final.

Los ritmos y las síncopas stravinskianos se acentúan en Appalachian spring, el ballet de Aaron Copland que la Bética tocó con una cuerda de apreciable tersura y una acentuación algo más pálida que en la obra de Stravinski, aunque el letargo desapareció cuando el clarinete afrontó las notas iniciales del famoso himno shaker que inmediatamente la orquesta varía con profusión.

Un ilustre de la música sevillana, Kiko Veneno, hizo de narrador en Pedro y el lobo, el célebre cuento que se apoya en la ingeniosa partitura de Prokófiev y su ritmo esencial de marcha. No habría estado mal amplificar la voz de Veneno, que además no articula como podría hacerlo un locutor o un actor profesional, lo que dificultó la comprensión de algunos pasajes. Los solistas de la Bética aprovecharon mientras tanto para mostrar estupendas maneras individuales.

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