Orquesta Bética de Cámara | Crítica

Un estreno diferido de Font de Anta

El violinista madrileño Alejandro Bustamante ha estrenado el Concierto de Font de Anta.

El violinista madrileño Alejandro Bustamante ha estrenado el Concierto de Font de Anta. / D. S.

José Font de Anta dejó inacabado a mediados de los años 1930 un Concierto para violín en re mayor, del que ha quedado la parte del violín con un acompañamiento pianístico. Michael Thomas, aparte de director, soberbio violinista, lo ha orquestado para presentarlo junto a la Bética como gran estreno mundial en esta última cita de la temporada del conjunto.

Se trata en realidad de un único movimiento, un amplísimo Allegro de concierto (roza la media hora de duración), un tanto prolijo y repetitivo, no especialmente atractivo desde el punto de vista melódico, pero de sólida construcción y unas armonías que lo emparentan más con el mundo neoclásico que con el nacionalista, aunque por supuesto no faltan ritmos, intervalos ni motivos de obvia conexión con el folclore andaluz, lo que termina por justificar su título. Font de Anta fue un violinista excepcional, de fama mundial, y eso se aprecia sin duda en una obra que explota al límite las posibilidades del instrumento, resultando muy exigente para el solista, que tras una introducción orquestal tiene un larguísimo y tremendo pasaje en el registro agudo casi sin un compás de respiro. Alejandro Bustamante, que en esa primera sección pasó algún apuro, fue creciendo con la obra, aportó un bellísimo timbre en los registros más graves y tocó la cadencia con absoluta brillantez y sensibilidad. Eficaz, a la par que densa, la orquestación de Thomas, que empuja continuamente al solista. Gran éxito de público.

En el resto del programa, la Bética se mostró en espléndida forma, con sonido relajado y claro, buen equilibrio general y estupendos solistas en todas las secciones. Los 27 miembros con los que se presentó el conjunto desafían las posibilidades acústicas del recinto y ello se notó en algunos pasajes especialmente densos o de dinámicas más fuertes, con desequilibrios, casi siempre provocados por una percusión difícil de controlar más (por ejemplo, en la Danza de la molinera de Falla). Los pasajes más delicados y velados quedaron en cambio muy bien resueltos, así la asordinada Danza de la seducción o la lenta Danza ritual de Turina; también su Generalife, de atmósferas impresionistas. Delicada orquestación de Guinovart de la Córdoba de Albéniz, a la que acaso faltó un punto más de flexibilidad en el fraseo. Más allá de esos pequeños desajustes apuntados, la impetuosa energía con que Thomas afrontó la Suite nº1 de El sombrero de tres picos de Falla hizo que no decayera en ningún momento la tensión de la obra.

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