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Orquesta de Cámara de Bormujos | Crítica

Original debut en el Turina

La Orquesta de Cámara de Bormujos en el Espacio Turina

La Orquesta de Cámara de Bormujos en el Espacio Turina / P.J.V.

Tiene a gala Alberto Álvarez-Calero que sus programas con la Orquesta de Cámara de Bormujos buscan siempre música poco frecuentada, a veces por completo inédita, y volvió a cumplir, en este caso con la sinfonía de Vanhal y el concierto de Kozeluch, dos compositores checos que trabajaron en Viena y hoy muy lejos del conocimiento del melómano medio.

Con Branislav Sisel, violinista de la ROSS, ejerciendo de concertino y en formación de cuerda 4/4/3/2/1 más los dos oboes y las dos trompas requeridas, el conjunto debutó en el Espacio Turina con estupendas maneras, por el empaste y el equilibrio sonoro logrados en la mayor parte de la velada, más allá de alguna entrada a destiempo o de alguna trompa desajustada, incidentes menores en unas interpretaciones bien articuladas, sin vibrato estructural, con apreciables contrastes dinámicos: el dramatismo Sturm del movimiento final de Vanhal fue un buen ejemplo o el ágil minueto de Haydn tanto como su estupendo final en un Presto llevado a un tempo límite sin el menor problema en la ejecución (la sinfonía había empezado con no demasiada tensión). Peor fue la cosa en el concierto de Kozeluch, primero porque el fraseo del propio conjunto se hizo algo más pesado; segundo porque el sonido de Barbero, más allá de plagarse de roces y pitidos espurios, no fue del todo limpio ni homogéneo. Buen cambio de fraseo a la romántica en el Intermezzo de Cavalleria rusticana de la propina.

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