Esperanza Fernández y Antonio Dechent | Crítica

Una vida con García Lorca

Esperanza Fernández presentó 'Poema del Cante Jondo' en Sevilla.

Esperanza Fernández presentó 'Poema del Cante Jondo' en Sevilla. / Juan Carlos Muñoz

El gran reto es enfrentarse a una obra que ha servido de inspiración a maestros de la talla de Morente, Camarón, Gades o la propia Encarnación López. Pero supongo que, a estas alturas, un intérprete de la talla de Fernández ha de afrontarlo. Los recitados son cortos y también los cantes, unidos por bloques, centrados ambos en el mismo poema, en fragmentos diferentes. Un reto mayor resulta también adaptar el léxico y la versificación lorquianos a los estilos tradicionales como ocurrió con la seguiriya, la soleá, la saeta, la malagueña, la petenera. También sonaron músicas nuevas, aunque no compuestas para la ocasión. Así la Baladilla de los tres ríos, que ya formaba parte del repertorio de Fernández en la versión que firmaron en su momento Pata Negra y Ricardo Pachón. O la Canción de la madre del Amargo, una música bellísima en tono mayor que cantó Fernández siendo una adolescente para el espectáculo de Mario Maya sobre el poema lorquiano. Los tangos del Poema de la saeta vinieron con la firma de Morente. Sobrecogedora resultó la cantaora por saetas y también en la soleá que, sobre melodías clásicas, buscó entonaciones novedosas. Rosario Toledo revolucionó en sus tres intervenciones la escena, no solo con su baile, también su actuación, su trabajo con los objetos, con la voz. En la primera, sombría, radical, puso patas arriba el patio de butacas. En la segunda aportó humor y en la tercera evocó a Antonia Mercé y a La Argentinita. Impresionante también el trabajo de Manuel de la Luz y Chiqui Cienfuegos.

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