Respuesta de Andrés Trapiello a Diego Carrasco

Polémica en torno a Quico Rivas

El escritor niega haber atacado a Quico Rivas en la última de sus entregas del 'Salón de pasos perdidos'

Diego Carrasco acusa a Trapiello de "difamar en la tumba" al ya desaparecido crítico de arte

Exposición dedicada a Quico Rivas en el Espacio Santa Clara entre el 20 de septiembre y el 17 de noviembre de 2018. / Belén Vargas
Andrés Trapiello

21 de junio 2019 - 06:00

Se pregunta Diego Carrasco en la carta abierta que me dirige, publicada el jueves en este periódico, y en el espacio libre que le dejan los insultos y descalificaciones (a propósito de unas páginas de Diligencias, último tomo del Salón de pasos perdidos, en las que se habla de la muerte del crítico de arte Quico Rivas), cómo sabía yo lo que ocurrió el día que murió, si no me encontraba allí.

En esas páginas se declara quiénes fueron los informantes y testigos: MG (Manolo Gulliver ) y ÁV (Álvaro Villacieros), que habían ido desde Madrid a visitarlo y pasado la víspera con él. Y no, Carrasco, yo no he dicho que Quico Rivas no tuviera amigos, sino que la noche en que murió no tuvo ni amigos ni parientes a su lado, un hecho y una fatalidad; viajó solo esa noche en un taxi desde Grazalema al hospital en que murió; por la mañana llegaron Gulliver y Villacieros cuando ya había muerto, y dejaron el hospital al saber que estaba en camino desde Sevilla alguien cercano a la familia.

En una versión sinfónica de su carta, circulada estos días en las redes, afirma que "ataca [yo] al que ya no puede replicarle [Quico Rivas] con el innoble afán de difamarlo en su tumba". La verdad, no creo que nadie pueda difamar a Quico Rivas, quien por cierto regentó La mala fama, un bar de cuando entonces. Corrija, Carrasco, eso de que yo haya dicho que Quico Rivas me envidiaba; no, lo que se dice en Diligencias es lo contrario: que nunca pensé que Quico Rivas me envidiara, sino que al que envidiaba él era a su ex amigo Juan Manuel Bonet.

En la versión de cámara, publicada en este periódico, mantiene también Carrasco que uno se había referido a Quico Rivas en parecidos términos "cuando Quico estaba vivo y al menos podía responderle. Y bien que lo hizo. Pergeñó unos libelos a los que llamó supositorios [...] que sus amigos van a volver a mover por las redes". O sea, primero le llama a uno cobarde por escribir cuando Quico Rivas ya no puede defenderse por haber muerto (¿y cómo podría escribir de su muerte estando él vivo?) y luego reconoce que también lo hice en parecidos términos cuando vivía.

En cualquier caso me alegra tener ahora la seguridad de que el autor de aquellos supositorios fue Quico Rivas, porque en vida no sólo negó éste su autoría, sino que se la atribuyó a otros, como un señor. Pero, mira por dónde ahora, si vuelven a circularse, podría uno, por fin, llevarlos a un juzgado. Decir por último que en las páginas de Diligencias se mencionan algunos donaires de quien firmaba sus escritos como "Mateo", "Segundo Mateo" (por el pícaro Alemán, supongo) y "El Tramposo de Sevilla", y que se dejan de mencionar cien más de los que quedan testigos, encantados (y encantadas) de ponerlos en conocimiento de sus partidarios. Quiero decir, que vale más no meneallo.

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