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Cabaret Festival

Robe Iniesta: estirpe del rock e historia de nuestra música

  • El cantante y compositor reúne a casi 7.000 espectadores en el Cabaret Festival, donde hizo escala con su última gira ‘Ahora es cuando’

Robe Iniesta, en su actuación en el Cabaret Festival.

Robe Iniesta, en su actuación en el Cabaret Festival. / José Ángel García

Casi 7.000 personas acudieron al último concierto del compositor y músico Robe Iniesta, celebrado en el recinto Centro Hípico de Mairena del Aljarafe, dentro del programa de conciertos de Cabaret Festival. Minutos antes de que el artista saliera al escenario ya se veía una pista casi repleta de público, deseoso de escuchar los primeros acordes de las guitarras, los primeros golpes de batería, los sonidos rockeros de una gira que lleva meses recorriendo ciudades con Mayéutica, el último disco de Robe Iniesta.

Humo, brazos al aire, aplausos. Se apagan las luces del recinto y se enciende el espectáculo. Robe Iniesta salió al escenario con toda la energía a la que nos tiene acostumbrados tras décadas dedicado a ofrecernos temas que forman parte de nuestras vidas, del ideario colectivo de un país. Y con su temperamento arrollador llenó el músico el escenario. Una voz y un carácter que ocupaba los espacios del recinto con su personalidad y con su entrega. De la pista a la grada. De la grada a las tiendas que había ubicadas en los laterales del Centro Hípico. Esto fue una conmemoración del mejor rock en español. Robe Iniesta se hacía presente en todas las voces del público. En una sintonía absoluta.

Trompetas, violines, piano. Una banda al unísono que hizo un recital de cómo se debe comenzar un concierto. Pasaron algunos minutos y, entonces, rompió la voz de Robe, con Del tiempo perdido, tema con ecos de su estilo de siempre. Tan personal. Tan propio. Una interpretación que entusiasmó a las primeras filas, donde se pudieron observar los mecheros encendidos junto con la luz de móviles que no paraban de grabar esta eclosión de músicas llenas de registros desgarradores. Emocionantes. Contundentes. Quizá sea un tópico la definición: vibrantes. En el amplio sentido de la palabra. Vibrante en las gargantas, vibrante en los instrumentos, vibrante en los coros del público.

"Disfrutad del ahora. Porque ahora es cuando", apuntó Robe Iniesta, en clara referencia al título de su gira. Y tras unas breves palabras para motivar al auditorio -motivado por otra parte desde el primer momento- , Por encima del bien y del mal, canción que invitaba a saltar al son de sus melodías, de los ritmos, de los acordes de las guitarras y de la percusión de la batería. Se podía ver, desde lo lejos, una pista sin huecos, con gente disfrutando y vitoreando al ídolo. Al mito del rock.

Siguieron otros temas de Robe: Por ser un pervertido, Si te vas. Canciones que iban levantando a un público en el que lo frío tan sólo se podía palpar en la bebida de los vasos y en la temperatura de la noche. Por lo demás todo era calor. Calor en el escenario. Calor en el público acogiendo cada letra, cantando cada verso. Porque en Robe Iniesta se mezcló lo conmovedor de la lírica, del oficio del letrista con dotes de poeta, con el rugido de los sonidos rockeros. Es esa dualidad la que iba definiendo el espectáculo, que iba de la belleza apolínea a la convulsión dionisíaca. Toda esta fórmula tan extrema se resolvió de manera natural, ágil, sencilla.

Hubo también tiempo para temas menos conocidos –de estreno–. Los cuales se iban alternando con otros cuyas letras sí eran coreadas. Como el clásico So payaso, que generó una algarabía en cuanto sonaron las primeras notas de la intro. Un grito del auditorio, al unísono. De nuevo el baile, las manos levantadas y los dedos señalando hacia arriba.

Robe Iniesta demostró en el Cabaret Festival que es historia de nuestra música. Pero historia que se sigue haciendo. De la que nunca muere. Como los rockeros –sin más añadido–.

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