Cultura

Roque Baños o el compositor como actor

  • El músico fetiche de Carlos Saura recibe el Premio Ricardo Franco a toda su carrera

Ha llegado esta semana Roque Baños (Jumilla, Murcia, 1968) a Málaga procedente de Los Ángeles, donde trabaja en la banda sonora de una película cuyo título no quiso desvelar (sólo apuntó que detrás del proyecto se encuentra Guillermo del Toro). Ayer, este compositor de música para cintas como Goya en Burdeos, La flaqueza del bolchevique y toda la saga Torrente recibió el Premio Ricardo Franco en el Teatro Cervantes, donde dirigió a la Orquesta Filarmónica de Málaga y al Coro Zyriab de Córdoba en un concierto que repasó algunas de las partituras más significativas de su filmografía, desde Celda 211 hasta La daga de Rasputín. El galardón del Festival de Málaga se suma a otros muchos que representan la joya de la corona de una carrera tan fecunda y sin embargo tan joven, especialmente su tres Goya: por la canción de Salomé y dos a la mejor música original por Las 13 rosas y Los crímenes de Oxford.

Horas antes de la entrega del premio, Baños mantuvo un distendido encuentro con la prensa en el que dio buena cuenta de su satisfacción por el reconocimiento, "a no ser que signifique que quieren retirarme". Además, expresó su orgullo ante la nómina de quienes le han precedido en su recepción, siendo el único compositor que hasta ahora figuraba en la misma Alberto Iglesias, el otro gran hombre de la música para cine en España: "Eso me da aún más alegría. Alberto y yo somos muy amigos, pero él está a otro nivel, es un maestro". Lo cierto es que Baños es un compositor fetiche para directores como De la Iglesia y Saura, y su filmografía reúne una amplia variedad de géneros y registros. Si ya en Salomé abordaba el flamenco, sus melodías han regado películas de terror, thrillers, dramas rigurosos y comedias alocadas, un abanico que en lo que se refiere a la composición musical parece difícil de abarcar. Y el protagonista se explica: "Es cierto que a veces resulta difícil pasar de una cosa a otra, pero con el tiempo uno aprende a resetearse, a olvidarse por completo de la música que ha compuesto antes y a ponerse con un proyecto distinto. Esa disciplina es importante. A pesar de tratarse de músicas muy distintas, se percibe una matriz de la que salen todas". Y remata con un ejemplo cercano: "El año pasado compuse la música de tres películas que no tenían nada que ver: Torrente 4, de Santiago Segura; Intruders, de Fresnadillo; y La montaña rusa, de Martínez Lázaro. Y fui capaz de ir de una a otra olvidándome de la anterior".

Cuando se le pregunta si una buena música puede corregir una mala película, responde sin dudar: "Sí. Ocurre más de lo que parece". Y aclara: "Recuerdo una película en la que el director, con el montaje ya terminado, dijo que el resultado no le gustaba nada. Poco después volvió a ver el montaje pero con la música incluida, y entonces dijo que le gustaba mucho. Y lo cierto es que algún actor ganó un Goya".

Precisamente, son los actores con quienes Baños se siente más identificado en el proceso artístico que encierra el cine: "A menudo, los directores se refieren a mí como a un actor más, y creo que eso es lo correcto". Con una salvedad, tal vez, en la parte económica: "Claro, como la música es lo último que se añade, a veces cuando toca ya se ha agotado el presupuesto".

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