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Crítica 'Gloria'

Vida de una mujer (de una cierta edad)

Gloria. Drama, Chile, 2013, 110 min. Dirección: Sebastián Lelio. Guión: S. Lelio y Gonzalo Maza. Fotografía: Benjamín Echazarreta. Intérpretes: Paulina García, Sergio Hernández, Coca Guazzini, Antonia Santa María, Diego Fontecilla, Fabiola Zamora, Hugo Moraga, Alejandro Goic, Liliana García, Luz Jiménez, Marcial Tagle.

 

De Sebastián Lelio, uno de los valores en alza (junto a Larraín, Wood o Bize) del nuevo cine chileno que triunfa hoy en los festivales internacionales, habíamos visto sus dos películas anteriores, Navidad y El año del tigre. La primera, que pasó por la Quincena de Realizadores de Cannes en 2009, proponía un interesante retrato íntimo de un trío adolescente. La segunda, que concursó en Locarno, extraía de la tragedia del terremoto que arrasó Chile en 2011 un poderoso relato con apuntes surreales y ecos bíblicos sobre un presidiario a la fuga por un territorio devastado.

Con Gloria, su cuarto largo, presentado en la pasada Berlinale, donde su protagonista Paulina García obtuvo el premio a la mejor interpretación femenina, Lelio cambia de asunto y paisaje aunque sigue fiel a su calibrada firma realista y al despliegue de una mirada sutil e inteligente capaz de comprender a unas criaturas siempre complejas.

Todo en Gloria gira en torno a una mujer madura, madre trabajadora, divorciada, amante del baile y en busca de amor parapetada tras unas grandes y anacrónicas gafas de pasta, suerte de máscara de la identidad que Lelio desvela poco a poco, en escenas de sabio balance tragicómico en las que una maravillosa Paulina García despliega esa sabiduría corporal y gestual que sólo dan los años, el oficio, una empatía invisible con el personaje y una falta de pudor que se acerca al terreno del milagro verosímil.

Es Gloria una película que celebra la vida de la mujer en plena crisis, en esa etapa de la madurez en la que la condena al cliché de la soledad tristona o el síndrome del nido vacío todavía pueden ser combatidos con los últimos resquicios de la dignidad y la autoestima. Siempre en el límite del fracaso, aunque siempre repleta de vida, la trayectoria de Gloria desprende verdad y, a diferencia de otras cintas de un mismo palo, consigue que todo lo que circula a su alrededor tenga una misma intensidad y una misma autenticidad sin artificios, de los hijos al ex marido pasando por el nuevo pretendiente, al que encarna un no menos estupendo Sergio Hernández.

Borrar el guión, construir pequeños detalles simbólicos casi imperceptibles, guiar la narración sin que se noten las costuras o los giros, son algunos de los muchos logros de una película luminosa que resiste y resistirá más allá de las obvias lecturas feministas o de las previsibles identificaciones catárticas entre las espectadoras de mediana edad.

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